segunda-feira, 5 de março de 2018

DOCE DIALOGOS ENTRE CLOTILDE DE VAUX E AUGUSTO COMTE

EM  CONSTRUÇÃO

LA RELIGION UNIVERSAL

DOCE DIALOGOS

ENTRE
CLOTILDE DE VAUX
AUGUSTO COMTE

Coordinados por Luis Lagsrrigue

Año 84 de la era positivista - 1938

SANTIAGO DE CHILE

SOC. IMP. Y LITO. UNIVERSO

DEDICATORIA

                    la santa memoria de mi adorada Madre Aurora Mes­sandri, de mi venerado padre Juan Lagarrigue, de minos Juan amada esposa Javiera Rengifo, de mis queridos herma-Enrique, Jorge y Carlos y de los eminentes após­toles brasileros Miguel Lemos y Teixeira Mendes, dedi­ su concurso subjetivo ha sido auxiliado por la coope­co este trabajo.

Su concurso subjetivo há sido auxiliado por la cooperaci6n directa de una noble amiga que, al revisar y edi­tar estas páginas, ha querido cumplir los deseos de su digno esposo Guillermo Puelma Tupper, y satisfacer las esperanzas de su hijo Guillermo Puehna Navarro, rotas prematuramente por la muerte.

                    Estos diálogos están destinados en general a dar a co­nocer al Proletariado las concepciones religiosas del gran reformador e incomparable Maestro Augusto Comte, y. su destino especial es el de facilitar el desenvolvimiento de la Alianza Universal de las Doctrinas, para constituir desde luego~ el poder espiritual de la Opinión Pública, 6nica base de la armonía internacional y del orden inte­rior de los pueblos



Luis Lagarrigue.
Nacido el 16 dc Mayo de 1864
Santiago de Chile.


ADVERTENCIA

            Esta exposición de la Religión de la Humanidade está hecha en forma de diálogos entre sus dos fundadores: CLOTILDE DE VAUX y AUGUSTO COMTE

            Todas sus frases han sido extraídas de los siguientes obras del Maestro: El Catecismo Positivista (Edición Apostólica); La Política Positiva; La Sintese Subje­tiva; El Llamamiento a los Conservadores. El Testa­mento; Las Cartas de Augusto Comte Publicadas por los Ejecutores Testamentarios, TomoI y 2 parte; y la Correspondencia Inédita, Segunda S~~yj~

            En la lista de citas, que termina esta Publicacion, se indican la Obra y la página a que se refieren las frases que siguen a los índices numéricos. A las pot~5 frases de conexión que no han sido tomadas de las Obras del Maes­tro se les antepone el índice (o).

PREFACIO

 (464) .—Subordinar el progreso al orden, el análisis a la síntesis y el egoísmo al altrufsmo, tales son los tres enunciados, práctico, teórico y moral del problema humano, cuya solución debe constituir la unidad com­peta y estable. Respectivamente propios a los tres ele­mentos de nuestra naturaleza, esos tres modos distintos de plantear una nnsma cuestión, son no sólo conexos, sino eqmvalentes, en vista de la dependencia mutua entre la actividad, la inteligencia y el sentimiento. A pesar de
•     su coincidencia, el dltimo enunciado sobrepasa a los otros dos, por cuanto es el único que se refiere a la fuente di­recta de la solución común. Pues, el orden suponé el amor, y la síntesis no puede resultar sino de la simpatía. La unidad teórica y la unidad práctica son pues imposibles srn la unidad moral. Así, la religión ea, tan superior a la filosofía como a la política. El problema bumaño puede reducirse a constituir la armonía afectiva, desarrollan­do el altruismo y comprimiendo el egoísmo. Eútonces, el perfeccionamiento se subordina a la conservación y el espíritu de detalle al genio de conjunto.
(549).—Aunque el antiguo dogmatismo haya proclama­do que para amar es necesario conocer, el empirismo I1niv~rsal establece que el amor precede y aún suscita el conocimiento con tal que la existencia sea admitida. El positivismo sistematiza esta inspiración, representan­do el dominio moral como el único sintético por cuanto ~e refiere siempre a los seres, mientras que el campo teá­rico y práctico queda analítico, por cuanto concierne a los fenómenos que se deben apreciar y modificar. Esta diferencia se encuentra consagrada por la Religión Uni­versal, en la que el Culto domina, no sólo al Régimen sino también al Dogma.
(550).—Destinada a ser indivisible, relativa y simpáti­ca, la nueva síntesis combina esas condiciones, erigiendo en principio universal el dogma de la Humanidad.
(551).—El principio universal de la Humanidad presen­ta directamente las propiedades estéticas y teóricas que exige su destino fundamental. Al erigir el amor en fuen­te continua de la suprema existencia, subordina la evo­lución especulativa y aun activa, al desarrollo afectivo, para constituir la verdadera unidad. Rl arte, como mse­parable del culto, se eleva por sobre la ciencia, por ser más apto para secundar el desarrollo de la unidad real, idealizando el porvenir y el pasado cuya combinación de­be cada vez más dominar la existencia humana.
(552).—Destinada a regular las fuerzas humanas, la re­ligión positiva debe consolidarlas; pero las disciplina para no dejar ningún pretexto a los sofismas a.nárquicos. Su imperio sobre el presente resulta de su completa jus­ticia respecto al pasado, que no pocHa ser glorificado ni explicado, mientras que de él no se hubiera deducido el porvenir. Tal privilegio se encuentra caracterizado por la aptitud del principio positivista para consagrar todas las creencias anteriores, como instituciones espontáneas destinadas a guiar la incomparable preparación del Gran Ser. Una religión que no está fundada en la revelación, sólo puede dominar el porvenir absorbiendo los progra­mas del pasado, de manera de hacerlos finalmente con­verger.
(559).—Toda alma que siente la urgencia de hacer pre­valecer la moral sobre la política y de subordina.r la ac­tividad material a la cultura simpática, puede, cualquie­ra que sea su creencia, concurrir a la reconstrucción re­ligiosa. Le basta cokcar el fin por sobre los medios, para apreciar el poder y la dignidad de la impulsión emanada del positivismo hacia la Religión Universal.
No se podría establecer la convergencia de las fuerzas espirituales sino de acuerdo con la sola fe capaz de aco­ger a cada una de las síntesis provisionales como afluen­tes espontáneos de la Religión Universal. (462)—Todas las almas verdaderamente religiosas pueden aliarse con­tra los peligros universales de la irreligión.
(559) .—Las mujeres deben sentir especialmente esta ap­titud del positivismo para determinar el concurso de to­das las almas religiosas, por cuanto ellas están libres de las preocupaciones de la inteligencia.
(561) —Las mujeres apreciarán la moralidad de la única fe capaz de identificar la felicidad con el deber, mediante sus lazos respectivos con el ejercicio continuo de los instintos altruistas, según el desarrollo conexo de la vida privada y de la vida pública.
(4).—La última fase revolucionaria comenzó en el siglo XVIII, por el elemento intelectual. La explosión tem­poral que debió seguirla surgió luego en una burguesía que aspiraba a reemplazar a la nobleza. Pero la resisten­cia de ésta no pudo ser ~encida sino llamando a los pro­letarios en auxilio de sus nuevos jefes temporales. Intro­ducido así en la gran lucha política, el proletariado occi­dental manifestó irresistibles pretensiones a su justa iii-corporación al orden moderno. Sin embargo, este enca­denamiento revolucionario no incluye aun al elemento más fundamental del verdadero régimen humano.
(5) .—La revolución femenina debe ahora completar la revolución proletaria, como ésta consolidé la revolución burguesa, emanada de la revolución filosófica.
Sólo entonces la fase moderna de la revolución habrá preparado todas las bases esenciales de la regeneración final. Mientras ella no se extienda a las mujeres, sólo con­seguirá prolongar nuestras deplorables oscilaciones entre la retrogradación y la anarquía. Pero este complemento decisivo se liga, sobre todo, a la revolución popular, se­gún la solidaridad evidente que subordina la incorpora­ción social del proletariado a la liberación de la mujer respecto a todo trabajo exterior. Sin esta emancipación universal, complemento necesario dé la abolición de la servidumbre, la familia proletaria no podría constituirse.
El mejor resumen práctico del programa moderno, consiste en este principio incontestable: El hombre de­be alimentar a la mujer, a fin de que ella pueda llenar su santo destino social.
(1).—Desde que la situación excluye toda tendencia puramente negativa, sólo están en verdad desacredita­das, entre las escuelas filosóficas del siglo XVIII, las sec­tas inconsecuentes cuya preponderancia debió ser efí­mera. Los demoledores incompletos, Voltaire y Rousseau, que creían poder derribar el altar conservando el trono o recíprocamente, han decaído por completo, después de haber dominado las dos generaciones que prepararon y cumplieron la explosión revolucionaria. Pero, desde que predominan los programas constructivos, la atención pú­blica se dirige hacia la grande e inmortal escuela de Pi­derot y de Hume, que caracterizará en realidad al siglo XVIII, ligándolo al precedente por Fontenelle y al si­guiente por Condorcet. Estos poderosos pensadores, igualmente emancipados en religión y en politica, ten­dían hacia una reorganización total y directa, por con­fuso que fuera aun su concepto.
(2)—Me honraré siempfe de descender de tal escuela, mediante mi precursor esencial, el eminente Condorcet.
Mientras que Hume constituye mi principal precur­sor filosófico, Kant sc liga accesoriamente por su concep­ción fundamental, que sólo ha sido sistematizada y desarrollada por el positivismo. Del mismo modo, bajo el aspecto político, Condorcet debió ser completado por De Maistre, cuyos principios esen chiles sólo son apre­ciados ahora por la escuela positiva. Tales son, con Bi­chat y CalI, como precursores científicos, los seis predc­ccsores inmediatos que me ligarán siempre a los tres pa­dres sistemáticos de la verdadera filosofía moderna: Ba­con, Descartes y Leibnitz. Según esta noble filiación, la Edad Media, resumida intelectualmente por Santo Tomás de Aquino, Roger Bacon y Dante, me subordina directamente al príncipe eterno de los verdaderos pen­sadores, el incomparable Aristóteles.
(4634.—Después de haber cumplido todas las condicio­nes intelectuales que exige la construcción religiosa, he llenado las condiciones morales, tanto privadas como públicas. Mi carrera, dedicada desde su comienzo a la reorganización espiritual fué completada por la íntima regeneración que resultó de la influencia femen na de un modelo angélico, influencia que la muerte consolida y desarrolla.
(3).—Sin ella no habría podido jamás hacer suceder la carrera de San Pablo a la de Aristóteles, fundando la Religión Universal sobre la sana filosofía, después de ha­ber extraído ésta de la ciencia real.
(565) —Sólo a ti, mi santa Clotilde, d€boel no dejar la vida sin haber experimentado dignamente las mejores emociones de la naturaleza humana. Un año incom para­ble hizo surgir el único amor, a la vez puro y profundo de que era susceptible mi destino. La excelencia del ser adorado permitió a mi madurez, mejor tratada que mi juventud, experimentar en toda su plenitud la verdadera felicidad humana: Vivir para los demás, lié ahí la ver­dadera felicidad, como el verdadero deber.

(Set» .—Rosalía Boyer, Clotilde de Vaux, Sofía Bliaux, vuestro virtuoso conjunto me ofrece el mejor modelo de la naturaleza femenina. Que vuestros tres nombres sean inseparables del mío ante la posteridad agradecida.






    AUGUSTO COMTE
FUNDADOR DE LA RELIGION UNIVERSAL
Nacido en Montpel!ier. el LS de Enero de 1798.
Morto en Paris, el 5 de Septiembre do 1857


PRIMER DILOGO


LA RELIGION UNIVERSAL

IoLllde.—(569) Ya que vuestra superioridad, mi qut­rido Maestro, no os impide haceros todo para todos, mc alienta la esperanza de conversar con vos y poder reco­ger en mi corazón y en mi espíritu vuestras bellas y no-

Los a reglamentar la vida humana, a bles enseñanzas.
Maestro.—(543) La Religión Universal, hijt vez      a la de nuestra existencia, especulativa y ~aetiva, se refieren simultánea-nuestra naturaleza y a nuestra situación, de mo-exigen dos disciplinas conens: una para el ¡rite para el exterior.
CIotilde.—Esta conexidad, pertenece sin duda al prin­refiere al exterior y al in­terior, como sentimiento, concepto o destino.
El Maeatro.—Bajo el impulso de la Humanidad, el amor coordina nuestra vida interior, que la fe liga al me­dio exterior, constituyéndose así el doble régimen que exige la existencia humana.
(124) La Religión Universal, fundada en el conjunto de nuestra naturaleza, secunda la extensión y la armo.­nla de todos nuestros atributos. Más favorable a la it­~eigencia que la civilización griega, ella subordina, me­jor que la sociabilidad romana, la vida privada a la vida pública y la especulación a la acción, y hace prevalecer el sentimientq más aun que el régimen católico feudal.


A­la-.
Clotilde.— (104) Todas las fases de la vida prepara­ toria concurren ~sí a la institución de la existencia defi­nitiva.
El Maestro.—Esta convergencia universal del pasa­do hacia el porvenir resulta de que el problema humano fué siempre el mismo, consistiendo en todas partes, en constituir la unidad o armonía general de nuestra natu­raleza individual y colectiva.
(105) Todos los diversos programas del pasado pue­den aún combinarse, con tal que se desprendan de las formas pasajeras que los hacían incompatibles.
Est acuerdo entre el estado normal y el conjunto de la existencia preparatoria, suministra a la vez la princi­pal garantía de la estabilidad del porvenir y el mejor gula para determinarlo. lié aquí por qué esta dependen­cia necesaria del porvenir respecto al conjunto del pasa­do, lejos de entrabar las meditaciones regeneradoras, es lo único que puede hacerlas sanas y fecundas. Así es po­sible reparar y evitar las desviaciones utópicas.
Clotilde.— (124) Os ruego, que al apreciar el estado religioso consideréis por separado el sentimiento, la in­teligencia y la actividad.
El Maeatro~—Bajo el primer aspecto, la unidad reli­giosa reposa sobre la existencia natural de los instintos
- altruIstas. Sólo ellos permiten establecer la verdadera concepci6n del problema humano: subordinar el egoísmo al altruismo. El desarrollo continuo de los sentimientos altruIstas, por los contactos socialés, es la fuente princi­pal de la- solución de ese problema. Tal desarrollo sunu­nistra la única medida de que es susceptible el conjunto de nuestros progresos. El ascendiente del altruismo es a la vez el mejor estimulante y el mejor regulador de todas nuestras fuerzas, al buscar sin cesar lo verdadero para instituir lo bueno, según la concepción de lo bello. El altruismo, sin ser opresivo respecto a las inclinaciones egoístas, consagra su satisfacción normal dándoles un noble destino.

Para comprender esta armonía es necesario tomar en cuenta la diversidad de los tres instintos altruistas:
la simpatía, la veneración y la bondad. La simpatía liga a los iguales y reglamenta el presente; la veneración se refiere a los superiores y consagra el pasado; la bondad se dirige a los inferiores y prepara el porvenir.
Aunque cada relación social los desarrolla simultánea­mente, la simpatía y la bondad tienen por doimnios res­pectivos la vida privada y la vida pública, mientras la veneración es común a ambas. Desde los lazos más fr-timos hasta las relaciones más vastas, su conjunto ins­tituye una completa disciplina. La simpatía determina el desarrollo decisivo del amor, que la bondad dirige ha­cia su destino universal; mientras que la veneración es­tablece una subordinación indispensable a la estabilidad de todas las relaciones humanas.
(320) La solución del problema humano consiste en comprimir el egoísmo y desarrollar el altrufsmo. La segun­da disciplina es la más eficaz, pues la principal restric­ción de un instinto cualquiera, resulta del desarrollo con­tinuo de su antagonista.
(191) La verdadera moral es más activa que pasiva, disciplinando las inclinaciones egoístas por el desarrollo de los instintos altruistas más que por su propia compre­sión.
Clotilde.— (570) Reconozco que es más fácil exaltar los sentimientos que reprimirlos y que (567) el desarro­llo de los instintos altruistas constituye la principal fuen­te de a felicidad personal o social.
El Maestro.— (125) La verdadera unidad, tanto in­dividual como colectiva, resulta de la preponderancia de los instintos altruIstas, que constituyen, a la vez, la base del orden y el término del progreso. Siempre dispuestos a soportar dignamente el conjunto de las fatalidades, fun­dan el perreccionamiento en una noblé resignación, sin cesar jamás de prescribir una intensa actividad. Según la supremacía universal dc la moral, los instintos altruis­tas procuran a la filosofía la más sana disciplina y el más augusto destino, excluyendo toda especulación ociosa, ara concentrar los esfuerzos teóricos en el perfecciona­ miento continuo de la naturaleza humana. Ellos abren a la poesía su mejor dominio, permitiéndole idealizar to­das las relaciones humanas con el presente, el pasado y el porvenir. Bajo su ascendiente, la Política desarrolla pacíficamente los más vastos designios, aplicando los esfuerzos prácticos a mejorar la situación humana con el concurso de las especies animales cuya impulsión sim­pática los asocia al Gran Ser.
ClotIlde.—Esta apreciación me hace sentir el carác­ter general del estado religioso instituIdo por el positivis­mo, gracias al amor universal y a la fe demostrable.
Sin embargo, deseo que examinéis el principal atri­buto de la unidad final, que establece la conciliación en­tre el deber y la felicidad.

El Maestro.—Tanto el deber como la felicidad con­sisten en vivir para los demás. El altruismo consagra todos los dignos esfuerzos, teóricos o prácticos, como me­dios apropiados para mejorar las condiciones de la situa­ción humana, La mayor satisfacción que esos medios pue­
-   den procurar, resulta de su destinación al servicio conti­nao del Gran Ser.
(126) La especulación y la acción sólo concurren a nues­tra felicidad por sus resultados. Estos pueden fracasar por cuanto dependen del exterior, mientras los afectos altruistas nos procuran siempre una satisfacción directa y cierta, que sólo depende de nosotros mismos. Así, la felicidad real no podría consistir ni en los pensamientos ni en los actos, sino únicamente en las simpatías, cuya mejor recompensa resulta de su propia existencia. Cuan­do se experiment-a esta felicidad suprema, los mayores éxitos teóricos o prácticos son incapaces de procurar tan­ta satisfacción. Se reconoce entonces que el principal mérito de las opiniones y de los actos consiste en reaccio­nar sobre lOb sentimientos, únicas fuentes directas de la felicidad y del deber.
aomde,— (127) Ya que habéis examinado el earac­ter afectivo del estado religioso 08 ruego apreciarlo resipecto a la inteligencia y a lb actividad para llegar a com­prender su digna subordinación al sentimiento.
El Maestro-—La apreciación mental de la Síntesis altruista, debe ser tanto estética como científica.
Sobreponiéndose a los prejuicios modernos, la ReJí­gión Universal, al instituir el orden de dignidad, coloca el arte por sobre la ciencia, puesto que aquél se refiere más al sentimiento y ésta a la actividad. ResulL así una jerarquía sintética, en conformidad a las principales fa­ses de la educación humana, sucesivamente afectiva, es­tética, teórica y práctica.
El arte corresponde, mejor que la ciencia, a nuestras necesidades más íntimas. Es a la vez más simpático y sintético. Al mismo tiempo, supera al estado puramente especulativo y tiende hacia la más noble acción, que con­siste en perfeccionar nuestros sentimientos, idealizán­dolos. Ninguna otra existencia es tan conforme a la fór­mula sagrada del positivismo:
El amor por principio, y el orden por base; el pro­greso por fin.
La existencia estética tiene su fuente en la armonía universal y aspira al más eminente de los progresos, ba­sándose en el orden supremo de la moral. Su desarrollo concilia la independencia y el concurso, destinando a la armonía social las obras que son más individuales.
La Religión debe emplear el arte con preferencia a la ciencia por estar más ligado nl principio afectivo de la unidad.
Clotilde.— (129) Sería superfluo insistir en la apti­tud estéticá de una síntesis en Que prevalecen las dispo­siciones de corazón y de espíritu más favorables a la poe­sía.
El Maestro.—A fin de caracterizar mejor esta apti­tud decisiva de la Religión Universal, debo indicaros los medios poéticos que resultan de la incorporación del fe­tichismo al positivismo.
Por esta incorporación del fetichismo, el arte, en su madurez, toma posesión del mundo exterior, cuya idea­lización sólo fué bosquejada por su infancia.
(474) Pero aun, la unidad final, referida a la Huma­nidad, cultiva la simpatía desarrollando nuestro recono­cimiento por todo lo que sirve al Gran Ser y nos dispone asf a venerar las leyes sobre las cuales reposa el conjunto de nuestra existencia.
(465) Para que la Síntesis Subjetiva sea completa es necesario que el orden concreto y el orden abstracto~ se refieran a lii Humanidad, que resume al uno y al otro.
(476) A fin de que el altruismo se desarrolle lo bastan­te, es preciso idealizar no sólo el mundo objetivo, sino también el medio subjetivo, el Espacio, en que coloca­mos todos los fenómenos exteriores.
(477) Una inalterable Trinidad dirige nuestras con­cepciones y nuestras adoraciones, siempre relativas al ~ikp Ser, la Humanidad; al Gran Fetiche, la Tierra; y alffran Medio, el Espacio.
(478) La Síntesis Subjetiva imagina que la materia y aun e] espacío, concurren, en forma activa o pasiva a perfeccionar la armonía universal bajo la impulsión con­tinua del amor y la providencia creciente del Gran Ser.
Clotilde.— (180) No necesitáis caracterizar la efica. cia teórica de la Religión Universal, como lo habéis he­cho con su poder estético, puesto que una síntesis, fun­dada directamente sobre la filosofía natural, debe per­feccionar el conjunto de las especulaciones científicas.
El Maestro.—Bajo el predominio de la Moral, las teorías reales se hacen a la vez sagradas y sintéticas, al incorporarse al Dogma religioso. Cada teoría positiva se convierte entonces en un afluente de ¡a ciencia en qué el hombre estudza su naturaleza pa-ra dirigir su conducta.
(127) Se exagera de ordinario el objeto de la ciencia.
(128) Su influencia debe ser convenientemente redu­cida a su destino necesario: conocer lo bastante el orden universal para modificarlo o someternos a él con dig­nidad.
(120) Nuestra unidad reposa sobre una sumisión com­ leta al orden exterior. Lejos de eludir este yugo ininu­table, nuestro perfeccionamiento tiende a desarrollarlo, acordando a las instituciones humanas la misma sunu­sión que exigen las leyes naturales.
(131) La expansión afectiva se conciBa con la cultura teórica cuando el ascendiente necesario del orden exte­rior concurre con el altruismo a comprimir el egoísmo.
Clotilde.— (132) Estas indicaciones bastan para ha-cerme sentir que la disciplina positiva sólo aparta al ge­nio teórico de las investigaciones ociosas, para aplicarlo
       y desarrollarlo en las cuestiones más dignas, por su im­  portancia y su dificultad.       El Maestro.—Esa mejor aplicación del genio teórico   lo disciplina y le procura nuevos medios, según la insti­tución de la verdadera lógica.

 (183) La reacción lógica de la disciplina religiosa consiste en sistematizar la influencia mental del sentimiento.
 Esta influencia permite apreciar la aptitud más ptira y más directa do las inclinaciones altruistas, que facilitan y estimulan el pensamiento, mejor que las impulsiones vegetativas. Si la veneración es indispensable a los éxitos didácticos, ella conviene también a las meditaciones ori­ginales, en que se hace sentir la influencia mental de la simpatía, de la veneración y de la bondad.
Clotilde.—Ya que me habéis• indicado la aptitud in­telectual de la Religión Universal, os ruego caracterizar su influencia sobre la vida activa.
El Maestro.—Esta última indicación debe referirse al orden y al progreso, según el examen respectivo del concurso y de la independencia, cuya conciliación nor­mal pertenece a la Religión altruista.
Toda la regeneración práctica puede reducirse a siste­matizar las tendencias espontáneas de la industria mo­derna hacia el carácter colectivo. Una existencia en que cada cual trabaja para los demás, purifica y consolida el sentimiento social y le procura una completa expan­sión, extendiéndolo de las relaciones cívicas a las rela­ciones universales.
(184) En el estado positivo, todos los seres prácticos llegan a ser los servidores directos del Gran Ser, respecto al tesoro material, que su providencia transmite a cada generación para entregarlo a la siguiente. Ese servicio consiste sobre todo en conservar y en reproducir el te­soro material. Pero cl Gran Ser no habría podido desa­rrollarse si esta reproducción no estuviese acompañada de un aumento cualquiera.
Clotilde.— (135) Sin duda, la Religión Universal debe consagrar la conservación industrial, puesto que el acrecentamiento del capital humano es siempre una frac­ción cada vez más pequeña de su valor total.
El Maestro.—Además, la Religión Universal regla­menta los consumos individuales y para realizar este doble régimen de producción y consumo, consagra los do~ servicios simultáneos de dirección y-de ejecución, que exigen Áptitudes y preparaciones distintas.
(136) Los empresarios representan a la Humanidad, como ministros de su providencia material, y desarro­llan la aptitud administrativa. Pero los opeYarios se hon­ran de prestar un servicio más directo y más cierto y en ellos reside la capacidad técnica. Ellos son los órganos de las relaciones especiales entre la ciencia y la industria.
En cuanto al progreso, la regeneración práctica con­siste, sobre todo, en conciliar el concurso con la indepen­dencia, respetando siempre la espontaneidad de las fun­ciones, según la gratuidad necesaria del trabajo huma­no, ya que el salario se reduce a reemplazar los mate­riales.

(137) La principal felicidad, en todas las funciones, resulta del desarrollo continuo de los instintos altruistas, según la libre participación en la actividad social.
El desarrollo activo es susceptible de toda su exten­sión natural, sin alterar jamás el principio moral y la base mental de la unidad positiva.
Así el Gran Ser ha de tomar posesión de su dominio planetario, desarrollando en él todas ¡as mejoras compa­tibles con el orden universal, según la subordinación         continua de la actividad especial a la armonía general.
(460) La unidad positiva, siempre fundada sobre la preponderancia del altruismo, presenta dos modos suce­sivos, según la subordinación que se establece entre la especulación y la acción.
La actividad auxilia a la inteligencia para expresar las emociones cuando las exigencias prácticas están alejadas, como en la infancia, o suspendidas, como en los ac­tos del culto.
Se instituye la unidad más completa, subordinando la especulación a la acción para modificar las fatalidades extenores.
(461) La unidad perfecta surge cuando el Gran Ser, centro de nuestros actos y de nuestros pensamientos, llega también a ser el centro de nuestros afectos.
Clotilde.— (814) Sólo desearía saber, padre mío, si esta admirable síntesis general es susceptible de conden­sane en una institución religiosa que resuma el conjun­to de nuestro perfeccionamiento físico, intelectual y moral.
El Maestror—Esta concentración es la consecuencia natural y el complemento necesario de la división de los dos poderes, espiritual y temporal, que la permite al suscitar la sistematización, y la exige, al separar la teoría de la práctica. No se puede evitar o reparar la dispersión de los sentimientos y de los pensamientos sino resumien­ do la síntesis en una institución hacia la cual converjan
    •las principales emociones y concepciones. Pero esta exi­gencia es susceptible de ser satisfecha de dos modos dis­ tintos, por los misterios o por las utopias, según sea la religión teológica o positiva.
El ejemplo decisivo de esta concentración nos lo ofre­ce el catolicismo, al instituir desde su comienzo, el incom­ parable sacramento de l Eucaristía, para resumir, a la vez, su culto, su dogma y su régimen.
(340) Toda utopia, bien construida, sólo puede consis­tir en una anticipación de la realidad, mientras que las que son falsas consagran siempre retrogradadone5 im­ posibles. Así, los sueños de Platón y de sus imitadoreB modernos~ respecto a la comunidad de bienes y de mu­jeres, lejos de indicar un verdadero progreso, sólo ten­dieron a restablecer la propiedad colectiva y la promis­cuidad, propias de las edades primitivas. Al contrario, la admirable utopía de Enrique IV, de los Cuáqueros y de Leibnitz, respecto a la perpetuidad de la pai occi­dental, no hizo sino anticioarse a la evolución espontá­nea de los pueblos avanzados.
(314) La trasmutación de los metales, durante la ma­yor parte de la revolución occidental, determiné una ad­mirable convergencia en todos los esfuerzos teóricos y prácticos para perfeccionar nuestro medio material. La Revolución Francesa vino a ennoblecer el desarrollo utópico, procurándole una destinación social. Pero este do­minio fina] de la positividad exigía una doctrina univer­sal, sin la cual la utopía que debía resumirla, sólo podía ser un bosquejo más perturbador que fecundo. Esta con­dición fundamental se ha cumplido desde el advenimien. to dacisivo de la Sociología, que ha permitido fundar la Religión de la Humanidad. Ahora se pueden eliminar las utopías perturbadoras y reemplazarlas por ¡a conver­gencia de todas las dignas aspiraciones hacia un progre­so que represente la preponderancia universal de la Moral.
Clotilde.— (315) Este concepto de las utopías posi­tivas es sin duda, el complemento de la teoría de la reli­gión, resumiendo la unidad real por un límite ideal hacia el cual convergen los votos, los proyectos y las tentati­vas propias al perfeccionamiento continuo de nuestra triple naturaleza, material, intelectual y moral.
El Maestro.—par~ instituir mejor esta convergencia, es preciso asignarle un solo fin. Ese fin se renovarla cuando fuera alcanzado, lo que será siempre posible en vista del inmenso dominio de la providencia humana, que ha sido apenas bosquejado hasta ahora, aun respecto al orden material.
(316) lIé aquí como he sido conducido a representar la Utopía de la Virgen Madre, como el resumen sintético de la Religión Universal, ya que combina todos sus as­pectos.
(340) Esta Utopía femenina, plenamente conforme al conjunto del pasado, debe ahora idealizar el porvenir.
Clotilde (317) Tales indicaciones Lastan, padre mío, para hacerme apreciar vuestra Utopía de la Virgen Madre (568) como destinada a suministrar a las almas escogidas, sobre todo femeninas, un resumen sintético del positi­vismo, como el misterio de la Eucaristía para el catoli­cismo.
(6) Sólo me resta pediros que me expliquéis la división general dc la Religión.
El Maestro.—(160) La Religión, hija mía, que está destinada a enseñarnos a vivir para los demás, debe con­sistir esencialmente en regularjzar la cultura directa de los sentimientos altruIstas. Ella se reduciría sólo al Culto si nuestras necesidades materiales no exigieran el doble complemento del Dogma y del Régimen, para dar carác­ter altruista a nuestra actividad, que por su naturaleza es egoísta. (161) Es preciso instituir la supremacía del Culto, considerando sus relaciones con el Dogma y el Ré­gimen, que son indispensables a su eficacia moral. Tal armonía se encuentra indicada por la fórmula positivista:
el amor por principio, y el orden por base; el progre­so por fin, considerando sus tres términos con relación a las tres partes del tiempo. Pues, el anrnr, fuente directa del Culto, se refiere al porvenir, mientras que el orden, dominio mental del Dogma, procede del pasado; y el progreso, objeto práctico del Régimen, se refiere al pre­sente.
(159) Esta subdivisión de la Religión, en Cuto, Dogma y Régimen,, está de acuerdo con la teoría general de la natur~ leza humana, que coloca el sentimiento antes de la inteligencia y de ‘a actividad, que son sus dos minis­tros necesarios. Córrcsponde también a la marcha nor­mal de la educación positiva, sucesivamente afectiva, especulativa y activa, (61) Se debe, pues, considerar que la Religión con­siste en el Culto, que bastaría para disciplinamos, si nues­tra situación fuera bastante favorable. Aunque esta hi­pótesis no sea del todo realizable, el progreso humano nos aproxima a ella sin cesar, disminuyendo la preponderan­cia de las necesidades materiales, gracias a las acumula­ciones providenciales.
(162) El Dogma sólo representa una sistematización analítica, indispensable a la actividad, pero subordinada a la constitución sintética desarrollada en el Culto, por el cual debe comenzar el estudio de la Religión. Sin embargo, este orden seria imposible sin haber establecido antes el principio fundamental del Gran Ser.
(102) Por esto, nuestro próximo diálogo instituirá la doctrina del Gran Ser, de la que resu1tt~ el cuadro general de la existencia normal. Según esta base sintética, en los diálogos siguientes os expondré sucesivamente el Culto, eL Dogma y el Régimen, destinados a reglamentar los tres ekmentçs de nuestra naturateza: el sentimiento, la inteligencia y la actividad. El diálogo final apreciará el presente, entre el porvenir y el pasado, para poner término a la revolución occidental y libertar de ella el resto del mundo.

SEGUNDO DrÉr~o~o

EL GRM’4 SER

Clotilde.— (108) Creo, padre mío, que para poder amar y concebir el Gran Ser es necesario conciliar todas las fases de su evolución histórica, estimándolas como preparación de su constitución definitiva.
El Maestro.—(107) Si se considera, hija mía, a la Humanidad como el principio básico de la religión final, se ruede apreciar su preparación en el conjunto del pasado. A pesar de la anarquía, que califica de entidad a todo ser colectivo, la dignidad de cada individ?o resultó siempre de su subordinación a alguna existencia compuesta. Sin tal apoyo no.podriamos satisfacer la necesidad de eterni­zar una vida pasajera, ligándola a destinos imperecederos. El fetichismo satisfizo esta necesidad, con la institución fundamental de la Familia. El politeísmo, sacerdotal o guerrero, instituyó la Patria.
(108) Tales son los dos seres colectivos cuya sucesión prepara la concepción y el sentimiento de la Humanidad, que es la patria de todos y la fanulia universal. Estos tres grados de composición formarán siempre ~na progresión natural, sin la cual el corazón y el espíritu no podrían llegar a la verdadera religión.
(106) El desarrollo de la inteligencia y de la actividad conduce a modificar el sentimiento. Esas variaciones afec­tivas corresponden sólo al altruismo y resumen el movi­miento total de la evolución humana, según el ascendiente gradual de la sociabilidad, sucesivamente doméstica, civil y universal.
Así, Jaltr&atUO es la fuente del orden y el ténnino del
progreso.
Clotilde.—(1010 El desarrollo actual de la Humanidad no os exige demostrar su realidad.
(110) Todos los sofismas que la anarquía o la retro-gradación suscitan contra una existencia cada vez más evidente, son contradictorios, puesto que el lenguaje mismo en que se formulan es la construcción más colectiva de la Humanidad. Içadie se atreve a negar la Familia ni la Patria que ofrecen los mismos caracteres de composi­ción actual y sucesiva, pero donde el concurso se aprecia mejor, por ser menos extenso.
El Maestrø.—(114) La concepción del Gran Ser fué preparada por las tres apreciaciones generales formuladas por Pascal, Leibnitz y Condorcet. La primera caracteriza la convergetwia total del pasado hacia el presente, asi­inflando la evolución colectiva al desarrollo individual. La segunda completa el bosquejo de la progresión hu­mana, subordinando el porvenir al presente. La tercera instituye la noción directa, por cuanto concibe a nuestra especie como un solo pueblo.
Tales son los precursores inmediatos de la sistematiza­ción que me estaba reservada, para condensar en un mis­mo principio, los sentimientos, los pensamientos y los actob propios de la naturaleza humana.
(481) La realidad del dogma de la Humanidad la de­muestra el conjuntO de la existencia colectiva y~ sobre todo, la evolución histórica. Se puede entonces sentir la conexid~d entre las satisfacciones intelectuales y las ne­cesidades morales. Basta que la Humanidad conmueva intensamente el alma para que llegue a ser el centro de nuestras afecciones, como ya lo es de nuestros actos y de nuestros pensamientos. El dogma del Gran Ser pone término a La iniciación humana, 5ubstituyefldo para siem­pre lo relativo a lo absoluto.
(111) El Gran Ser es el conjunto de los seres pasados, futuros y presentes, que concurren libremente a perfec­ donar el orden universal. Puede así definirse el Oran Ser
como el con juato continuo de los seres convergentes. La doctrina tmdameiital del Gran Ser consiste en ca­ractcrizfix su constitución, su situación y su destino.
(112) Bajo el primer aspecto, es preciso distingufl los elementOs dcl organismo universal, de los agentes y repre­sentantes que requiere. Ya que todo ser se forma de ele­mentos semejantes, la Humanidad se descompone en Patrias y en Familias, pero jamás en individuos.
(113) Por eso la Familia y la Patria ofrecerán siempre al espíritu, tanto como al corazón, los preámbulos nece­sanos de la Humanid~d.
(553) La Religión Universal consagra la Familia disci­plinándola, según su subordinación a la Humanidad por intermedio de la Patria.
La existencia doméstica,~ tan ligada a la vida individual como a la vida colectiva, constituye la única base de la subordin~tción del egoísmo al altndsmO. Ella desarrolla la simpatía y ofrece a la veneración y a la bondad una cul­tura fundamental.
(554) La existencia política se putifica y se determina, al encontrar su garantía y su destino en la existencia domés­tica, que debe extenderse y consolidarse en todas partes, como la fuente principal del orden y del progreso.
(557) En la Sociocracib, las familias se subordifl&i al Gran Ser, por medio de la Religión, mientras la Patria se hace sentir en la cooperación práctica.
El patriotismo es indispensable al desarrollo de los senti­mientos sociales, alejándolos de la restrict3ion doméshcft o de la divagación filantróPica.
La Religión Universal transforma la lucha de los pueblos que aspiran a constituir el Gran Ser, en la emulación de las Ciudades que concurren a servirlo
Clotllde.—(113) Me parece, que desde que hemos Uc~­garlo a la concepción completa del Gran Ser, podemos propagarla en nuestros bi~os.
El MaesÜO.~Para eso basta que la supremacla de las madres en la educación utilice la aptitud natural del sentimiento para anticipar las generalizaciones de la inteli­gencia.
(114) La noción del Gran Ser depende de la aprecia­ción de sus personificaciones individuales cuya interven­ciómi continua, como agentes o representantes, se hace necesaria a toda existencia colectiva.
Ninguna asociación puede tacerse sentir y sobre todo actuar sin personificase. La Familia y la Patria ma­nifiestan esta condición, que conviene más aun a la Hu­manidad.
Clotllde.—(115) Así, la existencia del Gran Ser re­posa en la subordinación de la población objetiva a las ¿os poblaciones subjetivas, la del pasado y la del porve­nir. Aquélla es la base y ésta es el fin de la acción que la población objetiva ejerce en el presente.
El Maestro.—En verdad, nosotros trabajamos para los descendientes bajo la impulsión de los antepasados que nos suministran los elementos y los procedimientos de todas nuestras operaciones.
(116) Si el Éervicio del Gran Ser pertenece exclusiva­mente a la vida objetiva, sólo la eternidad subjetiva mani­fiesta la grandeza de la Humanidad.
(117) Los vivos se encuentran colocados bajo el am­paro de los muertos que son, a la vez, sus protectores y sus modelos.
(118) Cuando se desconoce el imperio de los muertos, la acción se hace tan estéril como perturbadora.
Clotilde.—Ya que me habéis explicado la constitüción del Cran Ser, os ruego completéis su teoría apreciando su situación y su destino.
El Maestro.—La suprema existencia es más compli­cada y más dependiente que ninguna otra. El estado sub­jetivo, la emancipa de las leyes exteriores, lo que hace re­saltar mejor su eterna sujeción al orden social y moral.
(119) Pero, además de las leyes que le son propias, el Gran Ser se somete a las leyes del orden vital y aun a las del orden material, segti el medio en que se cumple el desarrollo humano.
(120) Su destino consiste en desarrollar la actividad voluntaria cine las fatalidades le permiten.
La actividad del Gran Ser está destinada a perfeccionar el orden intelectual y moral, tanto individual como colec­tivo.
(122) El Gran Ser constituye el mejor modelo de la uni­dad, puesto aue su naturaleza compuesta excluye las divergencias y desarrolla las converger cias. El Gran Ser provoca, consolida y representa el concurso universal, siempre sometido al orden fundamental, que resume, con­sagra y modifica. Tan apto para reglar como para coali­gar, su ascendiente instituye la unidad en sus dignos ser­vidores, impulsándolos a identificarse con él.
(123) El Gran Ser tiene por principio el amor univer­sal, única fuente de un libre concurso. La preponderancia continua del sentimiento sobre la inteligencia y la acti­vidad es la ley fundamental de la armonía humana.
(124) El Gran Ser es completamente real, profunda­mente simpático y constantemente activo para reglado todo sin perturbar nada. El tiende a disciplinar las volun­tades, incitando al orden por el amor, en vista del pro­greso.
Clotllde.—(121) Os ruego caractericéis la existencia que el Gran Ser está destinado a reglamentar (137) y me expongáis el cuadro concreto del estado positivo, para com­prender el conjunto de la regeneración humana.
El Maestro.—Esta exposición consiste en determinar la constitución general de la sociocra cia y el carácter pro­pio a cada uno de sus elementos.
(138) La sociocracia, considerada moralmente, cons­tituye una representación objetiva del Gran Ser. Sus de­mentos deben ordenarse según su aptitud para represen­tar a la Humanidad.
Ii. mujer se encuentra así colocada a la cabeza de la sociocraeia, por., cuanto ofrece la mejor pereonificaci6n del Cran Set.
La distinción entre los sexos es la primera base de la constitución eociocrática. (189) Se debe considerar que esta división de la sociocracia corresponde a la que existe entre la vida privada y la vida pública. El valor mental y sobre todo moral de la mujer exige su concentración en la vida privada; mientras que el hombre sólo se desa­rrolla en la vida pública.
Fuera de esta división fundamental, la constitución so­ciocrática exige que los servidores de la Humanidad se subdividan en teóricos y prácticos. (140) Esta separación constituye el principal carácter del estado normal del Gran Ser. Sin el elemento teórico, la asociación humana se concretaría a la Patria, sin, poder adquirir una verda­dera universalidad.
Clotllde.—Según estas dos divisiones, la sociocracia se presenta como el desarrollo social de la armonía indi­vidual entre el sentimiento, la inteligencia y la actividad.
El Maestro.—Pero esta constitución exige un comple­mento general que resulta de la subdivisión natural de la acción, entre la dirección y la ejecución.
(141) Tal es, pues, la constitución normal de la socio­cracxa: bajo la presidencia doméstica de sus representan­tes, la Humanidad coloca a los intérpretes de sus leyes, a los ministros de sus designios y a los agentes de su po­der.
Glotllde.—Para completar esta apreciación funda­mental, siento que es necesario unir a la población hu­mana los libres auxiliares morales, intelectuales y mate­riaks que le suministran las razas animales.
(142) Os ruego termínéis esta exposición examinando el carácter propio de cada una de los elementos sociocrá­ticos.
El Maestro.—Para simplificar su comparación, esos elementos pueden reducirse a tres, considerando la iii, fluencia femenina como la base individual de todo ser­vicio colectivo. Bajo el ascendiente de la Mujer, la vida pública dcl hombre tiende a transformar el carácter egoísta de la actividad preponderante, paÑ consolidar y desarro­llar el régimen altruIsta. Pero esta transformación depende sobre todo del patriciado industrial, único capaz de dar carácter colectivo a la actividad personal, gracias al te­soro que administra. Sin embargo, su supremacía que-darla empírica y llegaría a ser abusiva sin el poder mode­rador del sacerdocio positivo que, depositario especial de las riquezas intelectuales, sistematiza la vida objetiva, uniéndola a la existencia subjetiva. Por fin, el proleta­riado, tan ligado al patriciado como al sacerdocio, cons­tituye el regulador espontáneo de los conflictos que surgen entre el ascendiente práctico y la influencia teórica.
Clotilde.—Os ruego que antes de caracterizar cada uno de estos tres elementos de la ~ociocra cia, examinéi s el impulso moral que todos los servidores de la Humani­dad reciben de las mujeres.
El Maestro.—Aunque las mujeres hayan ejercido siem­pre esta misión, ellas sólo pueden desarrollarla lo bastante gracias a su mdependencia, preparada por el conjunto de la iniciación humana, pero reservada al estado normal del Gran Ser. (143) El cumplimiento de esta condición necesaria de independencia, resultará de una justa apre­ciaeión de la naturaleza y de la destinación de las mujeres, coÑo seres intermediarios entre el hombre y la Humani~ dad.
Clotilde.—(144) Creo que nada puede caracterizar me­jor la independencia fememna que vuestra grandiosa Uto­pÍa de la Virgen Madre. Si la independencia femenina pudiera alcanzar ese limite, gracias al conjunto del pro­greso moral, intelectual y material, la función social de las mujeres se encontraría notablemente perfeccionada.
El Maestro.—(145) Sin embargo, la institución so­ciocrática de la Mujer no exige este perfeccionámiento hipotético. Basta concebir la independencia de las muje­res como fundada en dos condicionés conexas: su éman­cipación universal del trabajo industrial y su libre renun­cia a la flque~a. Sacerdotisas domésticas de la Humani­dad, nacidas para modificar por la afección el reino ne­cesario de la .fuerza, las mujeres deben huir de toda par­ticipación en el mando.
Clotilde.— (146) Os ruego indicarme la constitución sociocrática del poder espiritual.
El Maestro (147) El principal oficio del sacerdocio de la Humanidad consiste en la educación universal, que complementa la iniciación doméstica y (555) est.á desti­nada a formar la Opinión Pública, instituyendo costutn­bres tan opuestas a la sedición como a la servilidad.
(148) El sacerdocio positivo se encontrará preservado de los excesos de la abstracción teórica, gracias a la fusión defin4iva entre la filosofía y la poesía. El oficio sacer­dotal, principalmente teórico en cuanto al dogma, se hace poético respecto al culto; mientras el régimen desa­rrolla las dos aptitudes, la estética en la predicación y la consagración, y la teórica en la consulta y la disciplina.
(149) Pero el sacerdocio positivo completa su dominio normal abarcando el oficio médico, inseparable de su función principal, siempre relativa a la existencia huma­na, considerada bajo cualquier aspecto.
Por fin, la extensión necesaria de la religión positiva requiere un lenguaje universal, cuya libre adopción ob­tendrá el sacerdocio consagrándolo al culto de la Huma­nidad.
Clotilde.—(150) Estas diversas indicaciones me bas­tan para comprender la constitución sacerdotal. Os ruego hacer apreciaciones equivalentes respecto a la existencia práctica, comenzando por el patriciado que debe dirigir el desarrollo colectivo.
El Maestro.—El patriciado, centro de acción y de nutrición, constituye la base especial de la Ciudad, como la mujer la de la Familia y el sacerdocio la. de la Iglesia.
Cuando Ja actividad material se hace colectiva, su preponderancia, lejos de entrabar el desarrollo moral y mental, le procura mayor consistencia y plenitud.
(151) FI patriciado es cl órgano esencial de la voluntad, propia de la vida objetiva. Siempre relativa a la acción directa, la voluntad constituye la principal diferencia en­tre la vida objetiva y la vida subjetiva.
Pero la energía de la voluntad supone el poder. Por o las única~s voluntades eficaces residen en los poseedo j    la ~ mateiial, cle4it~da ~ deearro1l~r la actk
(152) La ley que liga la eficacia de las riquezas a su ~ concentración, exige que cadlL patricio industrial extien­da su actividad hasta los limites de responsabilidad pro­pios al conjunto de sus medios. Fuera de que se disminu­ven así los gastos de administración, se aumentan las garantías que demanda el buen empleo del poder material,
(153) El poder práctico es susceptible de una conoen­tanto para repartir como para producir tración tan limitada, que cada oficio industrial exige mu-1 chos jefes independientes los unos de los otros.
La. principal división del patriciado consiste en distin­guir tres grupos esenciales: los agricultores, los fabrican­tes y los comerciantes, cuya acción industrial produce> ela­bora o transporta los materiales convenientes a las nece­sidades humanas.
-  La organización industrial exige además el desarrollo del oficio bancario, que se liga a todos los demás por la circulación de los valores y el desenvolvimiento del cré­dito.
El patriciado bancario está destinado a la preponderan-
•      cia cívica y aun a constituir la armonía activa entre las diversas Patrias.

ClotIlde.—(94) Así, la Religión Universal consagra el oficio necesario y el carácter social de los ricos activos,
•   como tinicos jefes temporales de la Sociedad. Los ricos ociosos, comparables a los que el Dante çoloca en el ves­tíbulo de su infierno, son los que deben en verdad, temer una seria apreciación social.
(154) Os ruego completar el cuadro concreto de la So­Oióotacia, caracterizando al Proletariado.
Maestro.—Es preciso considerar al Proletariado Como el medio general de donde surgen el sacerdocio y el patriciado, cuyas funciones debe controlar, por cuanto 1w atAn destinadas.
•  Nada U mAs propio para caracterizar al proletariado 2.—DiLtooos qUe su homogeneidad, a pesar de las influencias continuas que tienden a subdividirlo. El proletariado no participo-de la jerarquía que corresponde al patriciado. La diversi­dad de ¡os trabajos y aun las diferencias nacionales desa­parecen ante la comunidad de situación y de destino. Esta semejanza sólo es altcráda ahora por la división que subsiste entre los obreros agrícolas y los de las ciudades. Cuando la educación universal borre los resultados pa­sajeros de la desigualdad de evolución, todos los proleta­nos, urbanos y rurales, sentirán la conformid e on­tánea de sus comunes aspiraciones.
(155) El proletariado desarrolla mejor que sus jefes el sentimiento general de Humanidad, pues no está pertur­bado nor funciones especiales. En la masa popular, el oficio propio no absorbe el corazón ni el espíritu y ofrece menores obstáculos a la solicitud general en favor de la armonía cívica y universal.
La constitución sociocrática debe sistematizar el poder del nOmero, destinado a completar, por la opinión, el orden fundado en el mando. Esa función general exige que el pueblo renuncie al empleo de la violencia, reduciendo su legítima resistencia a la negación del concurso, única base del antagonismo sociocrático.
(156) La población objetiva trabaja para el futuro de la población subjetiva, como el pasado trabajó para ella. Cuando el sacerdocio haga prevalecer la continuidad so­bre la solidaridad, el proletariado lo secundará, según la tendencia de su actividad, principalmente relativa al por­venir colectivo.
(157) Destinada sobre todo a los proletarios, la ins­trucción enciclopédica les permitirá desarrollar mejor su actividad, según los lazos de la industria con la ciencia, y su control social, en nombre de la doctrina universal.
Clotllde.—(558) Entonces, padre mío, el- proletariado podrá vigilar una administración destinada a garantizar su existencia para asegurar su Servicio.
(157) Este conjunto de apreciaciones completa cl cua­dro concreto de la- Sociocracia, confirmando la aptitud de la Religi6n Universal para reglamentar todos los as­pectos de la existencia humana, mediante la doctrina fundamental del Gran Ser. La constitución sociocrática identifica la. vida privada y la vida pública y ofrece así el desarrollo continuo de la fórmula sagrada del positivismo:
El amor por principio, y el orden por base; el pro­greso por fin. Bajo la impulsión afectiva de la mujer, el patriciado y el proletariado llegan a ser los órganos res­pocthos del orden y del progreso, cuya conciliación e&sis­tematizada por el sacerdocio.
El Maestro.— (158) Según esta base general podemos, hija mía, consagrar el siguiente- diálogo a la explicación especial dcl Culto quu debe reglamentar la existenci& afectiva, instituyendo el lazo normal entre la vida obje­tiva y la vida subjetiva.
TERCER DdL000


CONJUNTO DEL CULTO


mío, me habéis explicado la doctrina del Oran Ser padre tilde.—(159) En nuestra conversación anterior, y ahora os ruego me déis a conocer su Culto religioso.
El Maestro.—(1(33) En el Culto, hija mía, se adora a la Humanidad para mejor servirla. La preponderancia del dominio se refiere a-l desarrollo directo y continuo de los - Culto sobre el Dogma y el Régimen proviene de que su sentimientos altruistas, única fuente de la unidad moral. Sólo después de haber caracterizado así la sociolatrla, se puede apreciar su influencia especulativa y activa. La -‘~    eficacia del culto positivo reposa en la ley fundamental     * -- -            que establece que el perfeccionamiento de las facultades
            humanas resulta de su constante ejercicio. La adoración
            dcl Oran Ser las desarrolla con la expresión idealizada de nuestras nobles emocione?. La idealización de los senti­~~-- mientos altruistas consiste en purificarlos de los impulsos
tkY egoistas. La expansión de las nobles emociones requiere -~ el concurso de la inteligencia y de la actividad. Esa expan­sión, no sólo ejercita cl lenguaje sino también la contem­ -      y plitción abstracta y concreta y aun la meditación dedtcti­tt* va e inductiva. Ella renuierc además el concurso de la j vida activa, puesto que los-- músculos propios a la acción extcrior se emplean también en la expresión. Su influen­
--         cia se extiende a todo ci sistema cerebral aun cuando la
- -  manifestación quede puramente fónica, sin el empleo de si~os mímicos de movimiento o actitud.
ClotIlde.— (164) Así, el culto llega a ser la idealización
de la existencia que está destinado a perfeccionar. El d€sarrollo del altruismo que es el principal objeto de la sociolatría es también la mejor fuente de su ascendiente sobre el egoísmo.
El Maestto.—Pftra prevenir todo reproche de misticis­mo o de quietismo, en el Culto de la Humanidad, es nece­sario comparar la expresión con la acción. La degenera­ción afectiva, que dispone a descuidar las obras para no cultivar sino las inspiraciones, se vence fácilmente cuando la adoración exalta la benevolencia.
La acción influye más que la expresión sobre la excita­ción del altruismo, por cuanto ella determina un ejerciciO más intenso. Nada podrá unes equivaler a la práctica de Tas buenas obras, para desarrollar los instintos altruistas. Pero la expresión posee ventajas naturales que, a pesar de su menor intensidad, la hacen indispensable al desa­rrollo afectivo.
(165) La expresión está subordinada al interior, mientras la acción depende del exterior. Por eso, la acción - queda ocasional, mientras la expresión es voluntana. No s&o la acción es menos facultativa que la expresión SiflO que a menudo presenta menor pureza. Ella exige esfuerzos teóricos y prácticos que alteran sus reacciones simpáticaa. Se complican aun a veces los motivos interesados con los impulsos benévolos. Estas pertubacionf s se &vitan cuando el cerebro consagra todas sus íuerzas a perfeccionar la unidad moral mediante la expansión directa del altruismo, sin perseguir ningún fin exterior.
Este Culto no puede impulsar a desdefflr la actividad que está destinado a disciplinar, pues desarrolla las afec ciones que nos conducen hacia el bien.
le. influencia moral del (-nito religioso, tiende a desa­rrollar la veneración, que es la- base de la verdadera disci­plina y que no puede e-j ercitarse srn estimular la simpatía y la bondad. El lenguaje atestigua esta conexidad, según la admirable palabra piedad que, propia del respeto, se aplicA al conjunto de les isistintos bJtru~staS. Además, simpatía y la bondad se encuentran excitadas por una adoración que se fund-a en el agradecimiento y el amot. lbd supone la protección, el culto la desa­rrolla especialmente respecto al Gran Ser, cuya Suprema Existencia necesita de sus servidores.
clotllde.—(l66) Yo. que habéis caracterizado la in­fluencia general de la sociolatrfa sobre la existencia afeetiva, os ruego explicarme su eficacia est4tica y teórica.
El Maestro.—(167) Sólo el Culto, que persigue el progreso moral, puede desprender al arte de su predilee— tar atural por la bellez~ física que es mAs fAcil represen— sentir. La sooiolatrla, al desarrollar el encanto pro-de las afecciones altruistas, abre a la poesla su mtjor
 -         dominio. El culto universal consagra los tres modos o grados de las bellas artes: imitación, idealización y expre­A sión. El imita el mejor modelo, lo idealiza y expresa las
-   -.. - emociones que inspira. Cada adoración del Gran Ser
-~       constituye una obra poética. El arte se mcorpora al Guito de la Humanidad y se convierte en su elemento esencial.
(168) El lenguaje de Dante y de Ariosto instituye una transición entre la poesía y la música para perfeccionar - - -  el Culto. Pero la preponderancia creciente de la ckpresión fónica se hg4 al lenguaje plústico en arquitectura, escul­turs. y pintura, que ofrecen a la adoración sociolátrica un precioso complemento.
Clotilde.—Tales indicaciones bastan para caracterizar -Y - la reacción estética de la sociolatrta. Pero no comprendo - - - aun su eficacia teórica, puesto que si el culto absorbe el j~. arte, parece que la ciencia sólo se refiere al Dogma.
~     Rl Maestro.—La influencia teórica del Culto so re­fiero al método ya la doctrina.
(479~ La lógica positiva consiste en el concurso normal -    ~- de los sentimientos, de las imágenes y de los signos, para inspirarnos las concepciones que convienen a nuestras necesidades morales, intelectuales y físicas.
(168) La eficacia lógica del Culto es superior a la del arte que, a su vez, áobrepasa a la de la ciencia. La ciencia se reduce casi a los signos, mientras que la poesía los com­ hina con las imágenes. (169) La superioridad lógica dcl
Culto de la Hurnañidad consiste en su aptitud exclusiva para combinar los signos con las imágenes bajo el impeno de los sentimientos.
En cuanto a la doctrina, la superioridad pertenece sin duda al Dogma. Pero aun a este respecto, la influencia teórica del Culto es incontestable cuando ne sc confunde la instrucción con la intdigenc~a. El Culto desarrolla en forma sintética la doctrina universal que emana de li teoría fundamental del Grau Ser. Pero la reacción teó­rica del Culto se extiende aun al dominio de la ciencia Mo­ral. El concepto de las leyes morales e intelectuales sólo puede emanar de la influencia femenina y de la inspiración poética que se combinan en el Culto, mientras la ciencia descubre las leyes físicas propias de la iniciativa prác­tica.
Clotilde.—(170) Ya que habéis apreciado la- eficacia ge­neral del Culto, respecto al sentimiento y a la inteligen­cia, ós ruego explicarme si es posible extenderla a la acti­vidad.
El Maestro.—El desarrollo del sentimiento correspon­de al Culto; el de la inteligencia pertenece al Dogma y el de la actividad al Régimen. Sin embargo, el Culto socio­látrico desarrolla y disciplina la vida práctica y la exis­1 eneia teórica.
La-actividad, primitivamente inspirada por la persona­lidad, aunque se haga colectiva, exige una depuración con­tinua, que sólo el Culto puede procurarle.
El Culto de la Humanidad dirige todas las cualidades prácticas, de iniciativa, prudencia y perseverancia, hacia un destino altrufsta y las estimula por su continuo ejer­ciclo.
Fiel intérprete de las relaciones humanas, el lenguaje, desde la Edad Media, ha constatado estas reacciones, ca­lificando de prácticas el ejercicio del Culto, cuyos esfuer­zos preparan la actividad real. (488) Será siempre opor­tuno recordar que los héroes de la Edad Media y aun los de la Antigüedad se preparaban a la acción por la oración.
(171) Así el dominio del culto de la Humanidad se hace completamente universal, como el de la religión que ca­racteriza y desarrolla; mientras que el dogma y aun el régimen, a pesar de sus reacciones generales, tienen atri­buciones más circunscritas.
Cuando la fetichidad complementa la positividad, todas las nobles escenas de la vida individual o colectiva son susceptibles de efusiones o de consagraciones, siempre eficaces, puesto que el desarrollo del sentimiento depende más de su ejercicio interior que de sus resultados exterio­res.
Sin embargo, la institución del Culto sólo puede ref e­rirse a los hechos generales de la existencia pública y pri­vada.
En los incidentes especiales y en los sucesos excepcio­nales, el Sacerdocio debe reservar a los verdaderos creyen­tes la aplicación de las reglas sociolátricas.
Clotilde.—Me parece que en esos casos, la adoración podría reducirse a enunciar la fórmula fundamental: el amor por principio, y el orden por base; el progreso por fin.
El Maestro.—Para que esa fórmula represente la cons­titución de la naturaleza humana conviene enunciarla (585) colocando la mano derecha sobre los órganos cere­brales que eorrésponden al amor, al orden y al progreso, mientras la mano izquierda se coloca sobre el corazón.
(172) El amor se caracteriza por la bondad, ei orden por la meditación deductiva y el progreso por la perseve­rancia. Este signo puede- dispensar de recitar la fórmula que resume.
Clotilde.—Ya que nie habéis explicado cl objeto dcl Culto de la Humanidad, os niego proceder a la exposici6n sociolátrica.
~EI Maestro.—Debo establecer primero la teoría gene­ral de la vida subjetiva a la que se refiere sobre tódo la adoración positiva. Es preciso caracterizar la existencia subjetiva coniprnáiidüla con la existencia objetiva - que le ~ine- de base. La actrndad, cjue está destinada a modificar el exte­rior, no puede pertenecer a la existencia subjetiva. Pero los resultados de la inteligencia y del sentimiento, que sólo se refieren al interior, pueden iii corporarse a otro cerebro, dc modo a eonfundirse con sus propias manifes­taciones. La eficacia cerebral de esa incorporación, no sólo se concteta a las regiones afectiva y especulativa mo que modifica también la región activa, por sus lazos con las otra-s dos. Así muchos seres subjetivos pueden cooperar por medio de una sola persona objetiva. (173) Muchas almas pueden por lo tanto incorporarse
a un cerebro, de afectividad simpática y de espíritu sin­tético. Su convergencia es susceptible de animar a la vez a todos los que cumplen esas dos condiciones de la asimi­lación subjetiva. Esta fusión de las almas hace difícil discernir la influencia de cada una de ellas.
Tal es el doble fenómeno de identificación y de conser­vación que constituye el mejor privilegio de la naturaleza humana. Cada cerebro se asimila las concepciones y los sentimientos de sus semejantes mejor que cada cuerpo absorbe las sustancias que lo alimentan.
Clotllde.—A51, el alma que deja dignos resultados ad­quiere en los demás la inmortalidad subjetiva que perpe­túa y aún desarrolla sus servicios objetivos.
El MaestrO.—(17V La identificadóll subjetiva, debe apartar toda tenden~a divergente, para conservar sólo los atributos dignos de ser asimilados. Así el alma que se inmortaliza experimenta siempre una idealización es— pontánea que, poco compatible con lasimperfeccionesPr& pias del estad3 objetivo, sólo puede ser suficiente después de la muerte. La poesía indicó esta condición antes que la filosofía, en la admirable ficción en que para regenerarse se bebía el agila del Leteo, río dcl olvido, y después la del Eunoe, que devuelve sólo el recuerdo del bien. Al pu­rificarse las almas, ~ el estado subjetivo, su incorporar ción se hace más nrofxmda y más permanente. El alma incorporada partieiua dé la inmortalidad que puede adqui­rir el cerebro que la hace revivir. Por esta serie de rcsurreç­ dones, la inmortalidad >ubjetiva, sin ser jamás absotuta, no tiene otro limite que la duración del Gran Ser. A pesar de la multiplicidad creciente de las almas reunidas en cada cerebro o de los cerebros en que resideeada alma, la in­mortalidad se subdivide y disemina sin depreciarse, cuan­do se basa en la abnegación personal y la consagración al servicio de la Humanidad.
Clotilde.—(175) Cuando el concepto y el sentimiento de la Humanidad, se extienden, como lo exige su digno servicio, la vida subjetiva abarca no sólo el presente y el pasado sino también el porvenir.
El Maestro.—Tales son los tres modos propios de la existencia subjetiva. El primero se- refiere a las almas co­nocidas objetivámente por el cerebro que las perpetúa. En el segundo modo la incorporación se funda sólo en los resultados, sin ninguna relación personal con sus autores. Por fin, en el tercer modo, s~. hace vivir subjetivamente a seres que no tienen aun existencia objetiva.
Debo terminar de caracterizar la vida subjetiva indi­cando las leyes que le son propias.
Ellas resultan de la subordinación de la vida subjetiva ala existencia objetiva. La existencia subjetiva se encuen­tra emancipada del orden vital y material, mientras que permanece plenanaerte sometida al orden intelectual y moral.
Clotilde.— (178) Así se puede reconocer la preemine”­cia del estado subjetivo, donde se realiza, con más pIe— nitud y pureza, el sueño teológico de las almas desprovistas de cuerpo. La dignidad del orden humano en la vida sub­jetiva se hace irrecusable puesto que en ella persisten los mAs nobles fenómenos con mdepcndencia del orden mate­rial. Homero, Aristóteles, Dante, Descartes, etc., jamás cesarán de revivir y de producir resultados a veces supe-
-  flores a los de su vida objetiva.
ElMaestro.—(177) Tal es la forma en que los muertos gobiernan cada vez más a los vivos.
La fusión de los muertos en los vivos depende sobre todo del sentimiento y es tan conveniente al orden coma al progreso. ms instintos altruistas contribuyén más que las facultades intelectuales a producirla. Por eso la confianza basta para transaíitir la mayor parte de los re­sultados. Las nociones cuyas pruebas se ignoran, inspiran a menudo una confianza superior a la fe que resulta de la-demostración. Basta citar las nociones relativas al movi­miento de la Tierra. La fusión afectiva determina aun la abnegación activa de las masas populares por el modelo incorporado.
(178) En la vida subjetiva, el orden exterior afecta siempre la imagen dcl ser incorporado. importa por lo tanto construir las imágenes, respetando todas las condi­ciones físicas que puedan hacerlas más claras y más vivas.
La idealización subjetiva debe cumplirse apartando las imperfecciones sin introducir cualidades. Se debe perfec­cionar al modelo incorporado, despojándolo de sus defec­tos morales, intelectuales y aun físicos, pero respetando todas las condiciones de su realidad subjetiva. Sin em­bargo, esta idealización es compatible con la adición excepcional de algunos atributos, sobre todo exteriores, con tal que sean secundarios y verosímiles.
Clotilde.—Comprendo que una prudente combinación de esos dos modos de idealizar, nos permite instituir preciosas transposiciones de lugar y de tiempo en las que el coraz6n y el espíritu pueden apreciar mejor al ser in­corporado.
Ya que me habéis dado a conocer la teoría de l~ e~s­tencia subjetiva os ruego abordar, padre mio, la exposi­ción directa del Culto del Gran Ser.
El Maestro.—(179) Es preciso dividir el Culto, en público y privado, según se refiera al Gran Ser: la [luma­nidad, o a su mejor representante: la Mujer. El culto pri­vado se subdivide en personal y doméstico. De ahí rcsul­tauna progresión sociolátrica que liga el alma por el Culto, sucesivamente a la Familia, a la Patria y a la Humanidad. Esta adoración permite idealizar y santificar la vida hu­mana, encontrando en todas partes la Suprema Existen­cia.
 (-174) Cuando la fetichidad se incorpora a la positividad, la adotaci6n se eKtie;de, hija uulla, a todo lo que sirve rl Gran Ser.
Nuestras dos conferencias siguientes estarán destina­das, la primera al culto privado y la segunda al culto pú­blico.
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CrAtiTO Difl,ooo
                                     CULTO PRIVADO
Clotilde. (O) Os ruego, padre mio, que me expliquéfr
—       el Culto personal de la Religión Universal.
El Maestro.—(l.79) El Culto personal, hija mía, es la base directa del sistema sociolátrico y consiste en la íntima adoración de las mujeres, según su aptitud para repre­sentar a la Humanidad. Esta suprema existencia, que es
           3           compuesta, sólo puede ser apreciada personificándola. Todos los servidores del Gran Ser son más o menos suscep­tibies de representarlo, pero las mujeres, en las que pre­-
            valece el altruismo, fuente esencial de la unidad moral, ofrecen la mejor persornficación de un conjunto fundado en e1 amor. Imagen espontánea de la Familia, sólo la
- Mujer puede representar dignamente toda existencia compuesta. El instinto universal la erigió en emblema de la Patria antes que fuera bastante apreciada para per­sonificar a la Humanidad.
- (180) Tal es la fuente privada en que cada servidor del - Gran Ser templa su alma para adaptarse mejor a su des­tino social. Para conciliar el deber y la felicidad, en medio
   1      de las preocupaciones diarias de la vida real, conviene • 4    recurrir a la existencia ideal que resulta de esta adoración concreta de la Humanidad.
—          Clotilde.—Creo que todos han de concentrar sus afec­ -   - V ciones en la Madre, que les ofrece necesariamente la pri­mera personificación de la Humanidad.
El Maestro.~—La Religión Universal consagra la acto ración de la Madre como la primera base del Culto de la --           Humanidad. Tal es el modo normal según el cual la Madre debe ser el mejor modelo y la mayor protectora.
(181) Pero esta imagen preponderante de la Humanidad no es suficiente a la personificación del Gran Ser, pues la Madra que resume nuestras relaciones con el pasado excita sobre todo la veneración. Para representar también el presente y el porvenir, la adoración necesita extenderse a la Esposa y a la Hija, a fin de cultivar especialmente la simpatía y la bondad. Así, el culto Intimo resume y con­sagra la constitución natural del altruismo, la organiza­ción doméstica y el conjunto de las relaciones sociales con nuestros superiores, nuestros iguales y nuestros inferiores. Esta triple representación del Gran Ser debe ser presidida por la imagen maternal.
Clotilde.—La supremacía de la Madre es propia del culto personal tanto en el hombre como en la mujer, que puede complementario con el culto del esposé y del hijo para cultivar la energía, mientras el hombre cultiva la ternura.
El Maestro.—Aun la muerte no altera la eficacia del Culto Intimo, pues la subjetividad lo hace más puro, mien­tras la objetividad más vivo.
(182) El carácter menos pronunciado de las afecciones fraternales permite que la Hermana se ligue al Culto de la Madre, de la Esposa o de la Hija. La existencia- sub­jetiva completa los tres centros principales del culto personal, ligándolos.’ al conjunto de los lazos espirituales o temporales.
ClotiIde.—Me parece que este sistema de adoración íntima puede también referirse al más remoto pasado y al más lejano porvenir, con la conmemoración religiosa de lo que adoraron nuestros antepasados y con la consola­dora esperanza de que nuestros sucesores continúen nues­tro culto.
El Maestro.—El Culto personal se extiende aun (lIrec­tainente al pasado por la feliz institución católica de los nombres de pila que consagran la invocación de-los santas. Este pata’cmgo conviene aun ints a la sooiolatrla ({t1 ~ abarca a todos nuestros dignos antepasados. -
(184) La soeiolatrla funda así el culto Intimo, en 1a adoración de modelos personales o protectores morales; equivalentes a los ángeles guardianes del catolicismo y a los dioses domésticos del politeísmo.
(185) Mahoma pre­sintió, sin duda, la conveniencia de esta homogeneidad entre el adorador y ci ser adorado, al ofrecer un ejemplo augusto en su culto por modelos femcninos de su propia familia. Su culto es tan conforme al sistema final de la adoración íntima, como el de los caballeros en la Edad Media.
Clotllde.—Os ruego me indiquéis en qué consisten las prácticas diarias del culto personal.
El Maestro.—Todas esas prácticas deben ser califi­cadas de oraciones, eliminando de este término todo •m­terés egoísta, para designar una conmemoración seguida de una efusión.
En el culto íntimo, la oración es concrcta y se dirige sobre todo a la Madre, a fin de concentrar mejor las emo­ciones. Aunque la efusión sea más eficaz que la conme­moración, ésta le sirve de base. Por eso, en la oración de la mañana, la efusión dura la mitad de la conmemoración, que se compone de dos partes: la primera en que se recuerdan las imágenes especiales a cada uno de los días, ¡           --         y la segunda, común a todos los días, en que se conmemo­ ra el conjunto de los recuerdos. El campo más extenso de   -:          la segunda parte no le exige mayor duración, por cuanto en ella dominan los signos, mientras en la primera parte se emplean, sobre todo, las imágenes. La oración se descompone así en tres fases de la misma duración: la contemplación intensa, la conmemoración completa y la  efusión afectiva, en las cuales predominan sucesivamente las imágenes, los signos y los sentimientos que conducen a la evocación subjetiva.
(186) Esta evocación subjetiva Iii.) puede adquirir la nitidez ni la intensidad (le las impresiones objetivas, salvo en caso dc exaltación enfermiza, pero el estado normal permite aproximarse cada vez más a ese llmjte.
(187) En la adoración pcrsoital, la ex4}CoSióXx oral ¡tv­fecetona sobre todo la efusión.
Clotilde.—Me bastan estas indicaciones para represen­tarme la oración diaria como una obra de arte, cúya com­posición pertenece a cada adorador y en la cual pueden concurrir los sonidos y las formas para expresar mejor las emociones.
Esta combinación de la poesía y la pintura debe adqui­nr mayor eficacia cuando las ficciones fetichistas nos permitan animar todos los objetos ligados a Ja adoración.
El Maestro.—Aunque debe respetarse la originalidad de las composiciones, se pueden mejorar con trozos esco­gidos en el tesoro poético de la Humanidad, La influencia emocional de esas fórmulas estéticas aumenta con la ve­neración por sus creadores. La plenitud estética de la edu­cación positiva subordina a la poesía, el canto y el di­bujo, que llegarán a ser tan familiares como la palabra y la escritura. (188) La oración de la mañana consagra la primera hora del día a colocarlo bajo el patronato de las mejores personificaciones de la Humanidad. Pero antes del sueño, una oración de media hora protege la armonía cerebral durante la noche. Por fin, hacia el medio día, la más corta de las oraciones suspende las ocupaciones teó­ricas o prácticas para recordar su destino social. Tales son las tres oraciones del servidor de la Humanidad. Estas oraciones diarias, que se dedican a la adoración de la Madre, de la esposa y de la hija, permiten recordar una vez por semana a todos los que se ligan moralmente a ellas. Cada cual puede instituir también fiestas anuales para completar su culto privado.
(189) Para evitar la discontinuidad que resulta del cambio diario en el comienzo de la oración de la mañana, la sociolatría establece un preámbulo uniforme que con­siste cii una corta invocación.
Clotllde.—Me parece que nuestra facultad para sus­pender voluntariamente la visión nos permite intensi­ficar las imágenes.
El Maestro.—.Sin embargo, no conviene substraer la mirada al espectáculo exterior. El esfuerzo necesario para flislarse absorbe parte del poder cerebral, mientras que la contemplación óhjetiva favorece la imagen interior porque nos aproxima a la situación cuyo recuerdo evo -curios.
En la adoración subjetiva dc nuestros muertos queridos no debemos temér recordar sus últimos momentos que inauguran su eternidad subjetiva.
Clotilde.—(190) El culto intimo nos familiariza con la idealización de la existencia humana, ofreciéndonos el espectáculo diario de nuestro estado normal: la inteligen­cia y la actividad subordinada al sentimiento. Aunque no se refiere directamente al Gran Ser, nos lo recuerda sin cesar, puesto que cada uno de los ángeles invocados me­rece nuestro homenaje por su aptitud para representar a la Humanidad.
El Maestro.—La principal eficacia de este culto se refiere al perfeccionamiento moral, en cuanto al desarrollo especial de la simpatía, la veneración y la bondad, y res­pecto a los resultados generales de su combinación nor­mal.
Su influencia mental es considerable en cuanto al arte, puesto que cada adoración exige una idealización espon­tánea que conduce a fórmulas poéticas acompañadas por los sonidos y las formas. La fuente afectiva de las apti­tudes estéticas se hace evidente según la reciprocidad en­tre el perfeccionamiento de las imágenes y el desarrollo de los sentimientos.
(191) En cuanto a su reacción teórica, el culto íntimo nos hace sentir el concurso de la afección, en las medita­ciones y en las contemplaciones.
Respecto a la actividad, el culto personal la dirige hacia los fenómenos más importantes y más modificables. Ejercita y desarrolla la iniciativa, la prudencia y la perseverancia. La adoración privada tiende a represen­tamos la verdadera moral como más activa que pasiva, disciplinando los instintos egoístas por el desarrollo de los altruistas más que por su propia compresión.
(584) Sin embargo, puede completarse la purificación mediante una atención especial en cada día de la semana a cada 11110 dc los siete instintos egoístas.
Clotilde.——(191) Ya que me habéis explicado el culto fundamental, os ruego caracterizar e1 segundo elemento de Pa sociolatria. Me parece que el culto doméstiño sólo se distingue del culto personal y del .culto público como complemento de la adoración concreta y como bosque­jo de la adoración abstracta. Pero el jefe de familia, al invocar a sus antepasados bomo dioses domésticos, podrá extender la adoración concreta al pasado humano. Y a su vez el sacerdocio espontáneo de la Madre> en su san­tuario doméstico, preparará por oraciones abstractas el aUto público del Gran Ser.
El Maestro.—(192) Además dc estas dos celebracio­nes el culto doméstico es susceptible de una constitución propia, según la consagración de las diversas fases de la vida privada. En el culto personal, cada cual se coloca bajo el patronato de la Familia. En seguida, la existencia doméstica recibe del Sacerdocio la protección religiosa de la Patria. Por fin, la Ciudad invoca en el culto público la supremacla de la Humanidad. Pero la Familia, base de la Sociedad, debe experimentar la influencia de la Iglesia y de la Ciudad, representadas por el Sacerdocio y cl Patriciado.
(193) El sacerdocio hace prevalecer los principios mo­rales que requiere la consagración religiosa de las rela­ciones domésticas, para desarrollar cl lazo entre la Fami­lia y la Iglesia. Estas condiciones superiores quedan bajo el dominio de la conciencia, consolidada por la opi­nión, sin someterse a ninguna acción de mando. Todas las fases domésticas exigen dos disciplinas, una civil, le­galmente indispensable, la otra religiosa, fundada en el libre asentimiento
Clotllde.—(194) Con este preámbulo, puedo ya apreciar la eonsagraei6n religiosa de todas las fases domésticas.
El oonjt.mto de nuestra vida se presenta entonces como una serie de preparaciones destinadas a incorporarno.~ al Gran Ser.
El Maestro.—POr la institución de sacramentos so­ciales, la Religión Universal santifiea todas las fases dc la vida privada, ligándola a la vida pública. Estos sacr& montos son nueve: la presentación; la Iniciación, la admisión la destinaciófl; eL matrimonio; la madu­rez; el retiro; la transformación y la incorporación. La naturaleza uniforme y continua del destino feme­nino exime a la mujer de los sacramentos de la destina­ción, de la madurez y dél retiro
(582) Durante el primer, año y, a lo menos, antes del fin de la lactancia, la familia presenta al sacerdocio cl nuevo ser, que ella destina al servicio de la Humanidad. Los padrinos concurren a garantizar su preparación física, intelectual y moral. Los padres y los padrinos eligen entre los representantes históricos del Gran Ser, los dos nont­bres téórico y práctico de sus patronos subjetivos.
Clotilde.—(583) Me parece que respecto al nombre de las hijas, conviene circunscribir su elección, en el calen­dario positivista, a los meses de San Pablo y de Carlo­magno, donde se encuentran los únicos modelos femeni­nos susceptibles de patronato moral, excepto Isabel de Castilla y Maria de Molina, en el mes de Federico el Grande.
Todas las otras mujeres del calendario histórico no re­presentan sino el mérito intelectual. La elección derivada de nombres masculinos, permitiría adjuntar el mes de César.
El Maestro.—(l95) El sacramento de la presentación no será nunca rehusado, pero se podra postergar si los padres y padrinos no ofrecen garantias convenientes.
(196) La celebración de este sacramento consiste en formular las instrucciones que convienen a la suprema función moral que el Gran Ser confiere a los padres y pa­drinos, quienes reconocen la subordinación de la vida privada a la vida pública. Los testigos firman el compro­miso de suplir eventualmente a los protectores del niño.
Por el segundo sacramento, el hijo, a la edad de catorce años, comienza su iniciación en la vida pública, pasando dc la educación materna a la instrucción sacerdotal. En­
tonces recibe los consejos de la Religión, respecto al no­viciado teórico, a fin de evitar el principal peligro de esos siete años en que el espíritu tiende a insubordinarse contra el corazón. Si la educación afectiva no tuviera éxito, el sacramento de la Iniciación seria postergado.
El hijo de la Humanidad recibe, a los veintiún años, el sacramento de la Admisión, si ha terminado su iniciación teórica. El sacerdocio lo autoriza entonces a servir al Gran Ser de quicn lo ha recibido todo, sin haber devuelto nada.
Siete años después, a los veintiocho años, el hombre recibe el sacramento de la Destinación que da la inves­tidura religiosa a su oficio especial. La educación univer­sal evitará los cambios arbitrarios de oficio, pero facilitará los que sean convenientes, permitiendo a los proletarios y aun a los patricios emprender una nueva industria. Así, el sacramento de la Destinación es el único susceptiblé de ser renovado.
(197) Esta consagración fmi bosquejada por el teologis­mo y aun por cl Fetichismo astrolátrico. Pero, fuera de la teocracia, ella se concreté, en ‘el catolicismo, a las más altas funciones públicas, en la ordenación de los Sacerdotes y la consagración de los Reyes. La Sociocracia, extiende la sanción religiosa a todas las profesiones, las cuales ad­quieren así un carácter social que ha de reglar moral­mente su ejercicio.
Clotilde.—Este sacramento permite al Sacerdocio poner término a la educación especial por una solemne apreciación de los deberes propios a cada carrera. El servidor de la Humanidad se hace así capaz de concurrir a la existencia social, fundando una nueva familia.
El Maestro.---Tal es el objeto del quinto y principal sacramento, el del Matrimonio, al que no corresponde una edad determinada sino un límite inferior de veintio­cho años para el hombre y de veintiuno para la mujer.
(198) La Réligi6n de la Humanidad considera el establecimiento de la monogamia como el principal resultado de los treinta siglos de la transición occidental, entre la Teocracia y la Sociocracia, en la cual se elimina aun la poligamia subjetiva, instituyendo la viudez eterna.
Ese complemento es el resumen de la teoría del matn­monio y el guía general de su consagración. El compro­miso de la viudez eterna debe ser recibido por el sacerdo­cio tres meses después de la celebración cívica, que per­mite a la nueva pareja una entera intimidad. Un mes antes de la ceremonia civil, los novios prometen observar castidad durante este preámbulo trimestral de la consa­gración religiosa.
Qotilde.—El lazo conyugal se encuentra así digna­mente inaugurado por este noviciado decisivo, en que los esposos se disponen a considerar el perfeccionamiento mutuo como la verdadera destinación del matrimonio y se preparan a la unión subjetiva, gozando en toda su pureza de la fusión de las ahnas.
El Maestro.—(199). Entonces, se les admite, en nom­bre del Gran Ser, a firmar con todos los testigos el com­promiso sagrado de la viudez eterna. Esa promesa será renovada seis meses después del año de duelo. Pero el compromiso debe, aun entonces, quedar puramente re­ligioso, para que su dignidad no sea jamás alterada por prescripciones legales.
(410) Debo ahora explicaros, cómo la religión universal puede consagrar los matrimonios mixtos, según su carác­ter siempre relativo, que le permite considerar todas las creencias anteriores como otras tantas preparaciones de la fe demostrable. El matrimonio mixto exige ciertas con­diciones generales para no alterar el ascendiente de la re­ligión final. Es preciso esperar la conversión sólo de parte de las mujeres, que son mas modificables y cuya simpatía por bR antiguos cultos merece más respeto, por depender de las necesidades del corazón.
(SSS) El matrimonio mixto se concederá a toda mujer sinceramente tatóljca, musulmana, protestante o judía.
pero se rehusará a todo positivista cuya esposa no tu­viere ninguna religión.
(411) Concebido así, el matrimonio mixto permite a todo positivista participar pasivamente en las ceremonias de otro culto, ~como, testimonio de deferencia personal y de respeto cívico. Según esta iniciativa del hombre, la mujer debe acordar una suficiente reciprocidad, consin­tiendo en contraer, en e1 templo de la Humanidad, el compromiso solemne de la viudez eterna. Este grado de adhesión al positivismo permite ya la armonía conyugal.
Clotilde.—(4l2) Cualquiera que sea el modo en que se efectúe el matrimonio mixto, creo que no debe alterar la regla positivista que confiere a la madre la supremacía en la educación de los hijos.
El Msestro.—Una creencia atrasada no impide que la%sposa sea, en virtud de su preeminencia moral, más apropiada que el esposo para dirigir la iniciación domés­tica de los hijos y vigilar su instrucción, a fin de subor­dinar en ella el espíritu al corazón.
Clotilde.—.-Así, el culto de la Humanidad ppede apli­carse desde luego a su dominio priv ado tanto perso­nal como doméstico. Os ru.~go prosigáis la explicación de los sacramentos sociales.
El Maestro.—(109) El sexto sacramento, la Madurez, caracteriza, a los cuarenta y dos años, el completo desarrollo personal y social del servidor de la Humanidad.
(200) En esta celebración, el sacerdocio advierte ai servidor (le la Humanidad que en adelante sus faltas serán irreparables y decisivas respecto a su responsabilidad ante el Gran Ser. Se proclaina entonces la aptitud del ciuda­dano a todos los grados del oficio cuyas atribuciones se­cundarias ejercía. Esa preparación conviene a la plenitud (le la carrera sacerdotal como a la de las funciones polí­ticas.
El servidor activo (le la Humanidad, sea patricio o Pn>lcLario, recibe a los sesenta y tres años ~l sacramento del Retiro, que pane t~rínitxo a sa carrera práctica y lo erir en auxili-%r del s~cerdocio, por sa influencia con­sultivtt. En esa consagración, el patricio proclornn. ~ni e e1 Grau Se.r la elección definitiva lc su sucesor, que mete años antes habla propuesto anl.c la Opinión Pública. Los sacerdotes, herederos históricos de los ancianos, no son susceptibles de esta consagración, y han de coneretarsc a las funciones que puedan seguir cumpliendo.
Por el octavo sacramento, la Transformación, el Sa­cerdocio, en nombre de la Humanidad, une ei pesar pú­Nico al de la familia y presenta los méritos de la vida subjetiva ante ci servidor que se ha hecho digno de me­recerla.
(201) Siete años después de la muerte, ei Sacerdocio confiere el sacramento de la Incorporación al Gran Ser, proclamando el juicio supremo ante los restos que son transportados al bosque sagrado, que rodea cada templo de la Humanidad.
Entonces comienza el culto, a la vez personal y social, ante la tumba santa, ornada (le una inscripción, de un busto o de una estatua segúnelgrado de la glorificación.
(361) La existencia subjetiva, que constituye el prin­cipal dominio del Sacerdocio, le suministra el medio de hacer prevalecer la justa apreciación de las personas, al efectuar el sacramento de la Incorporación.
(201) Una decisión provisional, en el cuarto afit des­pu~e de la muerte, debe preparar el juicio definitivo.
Clotilde.— (0) Me habéis dicho que la ~orificación se refiere también a los seres que han contribuido a ob­tenerla y por lo tanto los ángeles guardianes del ser incorporado compartirán su tumba.
(201) Vuestra explicación del Culto constata la plenitud de la Sociolatría respecto a la existencia doméstica y com­prendo que la consagración puede extenderse a otros lazos, como el de la adopción, cuya celebración religiosa se unirá según los casos, a los sacramentos de la presentación, de la destin ación o del retiro.
El Maestro.—(202) Al apreciar la eficacia de estas solemnidades, s~ reconoce que ella reposa en el hábito del culto personal, sin el cual el sacerdocio sólo podría suscitar emociones pasajeras. Pero las almas dispuestas por la ada tación íntima, para sentir y comprender al Gran Ser, ~erAn conmovidas profundamente por estas nuevo con­sagraciones que santifican cada existencia, ligándola a la Humanidad, El culto doméstico, fundado sobre el culto personal, prepara el culto público al que destinaremos nuestra próxima conversación.  

QUINTO DIÁLOGo CULTO PUBLICO
Clotilde.— (202) Antes de darme a conocer, padre mío, el Culto público en que la Humanidad será directamente adorada, os ruego explicarme su calendario.
El Maestro.—E1 calendario, fundado por el fetichismo ha conservado su forma empírica hasta el advenimiento del positivismo que lo sistematiza.
Una fecha consiste en distinguir cada día por el rango que ocupa en el conjunto de los tiempos transcurridos des­de la era adoptada,
(203) Esa designación es indirecta y compuesta, pues se agrupan los días en períodos a la vez artificiales y na­turales. El menor de esos períodos, la semana, es unánime, pues depende de las propiedades subjetivas del número siete, (489) que es el límite natural más allá del cual no se puede contar sin esfuerzo, combinando los números sagrados.
(203) La Religión de la Humanidad en el Culto público adopta la semana, pero consagrayregulariza el uso simul­táneo del mes y del año, ligándolos a la semana a fin de facilitar las comparaciones numéricas y perfeccionar la armonía de las celebraciones.
(204) Según la constituci6n del año solar, el conjunto ¾ de las fiestas del Gran Ser concuerda con los principales fenómenos cosmológicos y biológicos propios al medio planetario.
El periodo mensual, una vez que se elimina su relación con la Luna, se hace tan subjetivo como el período se­manal, lo que pórmite componer el mes de cuatro semanas, çt~ donde resulta el alío de trece rnese~, El dls complemen­tarjo, que termina el año, no lleva ninguna indicación
semanal ni mensual, ni tampoco el día adicional que le sigue en los años bisiestos. Designándolos sólo por las fies­tas que les corresponden, se obtiene la perpetuidad del calendario, positivista, en el que todos los meses comien­zan por un lunes y terminan por un domingo. Esta modi­ficación cualesquiera que sean sus ventajas prácticas, prevalecerá, sobre todo. por las necesidades del Culto.
Clotilde.—(205) La adoración íntima bastaría para motivarla, a fin de evitar la dolorosa fluctuación que ex­perimentan nuestro afectuosos recuerdos, por la discor­dancia actual entre la fecha del mes y cl día dela semana.
El Maestro.—Aunquc menos necesaria al culto do­méstico, su concordancia le conviene también, pues sólo ellá permite conmemorar sus nueve solemnidades, que deben verificarse siempre el día jueves. Pero es, sobretodo, el conjunto de las fiestas públicas el que hace necesaria la innovación de dividir el aVio en trece meses.
En efecto, sólo este número puede satisfacer las diver­sas exigencias del culto abstracto, que debe desde luego celebrar la naturaleza fundamental del Gran Ser, en se­guida su preparación necesaria, y, por fin, su existencia normal.
Es preciso consagrar el mes inicial a la adoración dela Humanidad, según la digna subordinación de sus diver­sos elementos a su eterno conjunto. La celebración del lazo universal debe completarse con la consagración de cada una de las relaciones privadas sobre las cuales reposa. Estas son cinco: el Matrimonio, la Paternidad, la Filia­ción, la Fraternidad y la Domesticidad, a las cuales se destinan respectivamente los cinco meses después del primero. Los tres meses siguientes se consagran a las tres fases esenciales de la preparación humana: el Fetichismo, el Politeísmo y el Monoteísmo. Los cuatro últimos meses desarrollan la adoración directa de la verdadera Provi­dencia Moral, Intelectual, Material y General, confiada respectivamente.a la Mujer, al Sacerdocio al Patriciado y al Proletariado.
Clotilde.—(208) Veo que los trece meses del año posi­tivista se hacen indispensables a la sociolatrla para idea­lizar la sociología y la soeiocracia. Creo que la nueva era debe referirse al advenimiento decisivo de la Religión Universal, siendo el año 1855, el primero de la era posi­tivista.
El Maestro.—Para completar la destinación cultual del calendario positivista, debo indicaros la idealización final de los diferentes días de la semana. Ella resulta de sus nombres actuales que recuerdan la iniciación huma­na, según su institución fetichista, su consagración poli­teísta y su adopción monoteísta. Por otra parte los siete días representan los siete astros realmente ligados a la Tierra.
Clotilde.—~(2o8) Os ruego proceder a la apreciación directa del Culto público. (Véase, Cuadro N.o 1).
El Maestro.—EI año se abre por la más augusta de las solemnidades, adorando al Gran Ser. En esta fiesta inicial se caracterizan en forma estética, la naturaleza compues­ta y subjetiva de la Humanidad, su existencia fundada en el amor y su sumisión al orden universal a cuyo perfec­cionamiento se consagran de nuevo sus hijos. Se honra también las especies auxiliares,
El primer domingo del mes inicial glorifica la asociación universal, fundada sobre la fe demostrable, a cuya pre­paración concurren todas las creencias. Se celebra en seguida la más vasta de las uniones parciales, que se ca­racteriza por un lenguaje común a poblaciones quc en otra ~poca estuvieron sometidas a un mismo gobierno. En el tercer domingo, la fiesta de la Patria glorifica la plenitud del lazo político a fin de cultivar la afección cí­vica, que será profundamente sentida por naciones poco extensas. En el cuarto Domingo, último día del mes de la .Huma,nidad, se honra, la asoeiacióii elemental de las familias que forman la comuna, cuya feliz denominación indica el grado más Intimo de la unión activa.
Qotild e.—(209) Veo que en el segundo mes, consagra­do al sacramento del Matrimonio, se celebra la unión eony agal en sus diversas formas sociales. El primer do­
mingo honra al matrimonio completo, haciendo sentir cuanto consolida y desarrolla la armonía de los esposos la santa función que se les confía respecto al hijo de la Humanidad. La fiesta del segundo domingo me parece caracterizar mejor la verdadera naturaleza de la unión conyugal, glorificando la suprema perfección del matri­inonio casto, fundado en la pura identificación de las almas. La poesía, en Pulqueria, última obra del gran Corneille, presintió este caso, que dejará de ser una ano­malía cuando la religión universal haya regenerado las costumbres, aun antes de que se realice la Utopía de la Virgen Madre.
El tercer domingo se consagra a la unión excepcional de armonía imperfecta, por la insuficiente conformidad de las edades.
Por fin, el último domingo del mes del Matrimonio ce­lebra el lazo subjetivo que resulta de la viudez eterna, y que ya la poesía idealizó, diciendo:
(565) Sagrada es ya mi pasión.
La divinizó la muerte.
El Maestro.—(200) Los tres meses siguientes son sus­ceptibles de una misma explicación, en vista de la conf or­midad de las relaciones paternales, filiales y fraternales a que se consagran. Basta pues, que os explique el primer caso, el más importante y mejor caracterizado, vos misma podréis aplicar al cuarto y al quinto mes las subdivisiones del tercero. La celebración del primer domingo se refiere a la paternidad complcta y natural,. en que la afección por el hijo reposa en la ternura por la madre. El segundo domingo glorifica el lazo voluntario que resulta de la adop­ción, aun de un adulto del todo extraño a la familia. Esta institución, emanada del fetichismo, conviene a la Socio­craeia aun antes de que sea impuesta, para el padre, por la Utopía de la Virgen Madre. En el tercer domingo se celebra la paternidad voluntaria pero incompleta que re­sulta de los lazos espirituales, sobre todo del Sacerdote d~ l~ Hurnanw~d con su~ disclpulos. El cuarto Domingo glorifica el patronato temporal que la sociocracia asigna a cada Patricio, según la libre sumisión de los operarios que dirige.
Clotllde.—(210) Me parece que al consagrar a la Do­mesticidad ei sexto mes, el Culto de la Humanidad hace resaltar esta institución, destinada a completar las fa­milias de los sacerdotes y de los patricios, ligándolos al proletariado. La Soeiocracia, en que todos tienen a honra servir, induce a respetar las familias que, para éoncurrir al servicio del Gran Ser, se dedican a secundar personal­mente a sus intérpretes y a sus ministros.
El Maestro.—(21 1) El primer domingo del sexto mes glorifiea la Domesticidad completa, destinada sobre todo a los patricios. Cuando el mejoramiento de las costumbres y de las situaciones impida ser servido sin haberlo mere­cido, esta fusión voluntaria de dos familias será tal que el sacerdocio, al proclamar la glorificación final de una de ellas, hará compartir a la otra s~ tumba sagrada.
En el segundo domingo de este mes se celebra la do­mesticidad incompleta, propia de los servidores encarga­dos de un oficio determinado. Los dos últimos domingos del mes de la domesticidad distinguen el carácter comple­te o incompleto de los servicios pasajeros dé los auxiliares y aprendices.
Clotllde.—La soeiolatría manifiesta en este último complemento cultual el carácter universal de la domesti­cidad, que, desde la Edad Media, se ha ligado a la educa­ción de la juventud, desarrollando la simpatía, la venera­ción y la bondad.
El Maestro.—El culto público de la Humanidad, des­pués de haber idealizado en el primer semestre la natura­leza fundamental del Gran Ser, consagra el trimestre si­guiente a celebrar las principales fases de su preparación htstorica. Pero las fiestas conservan un carácter abstrac­to para poder efectuar, en un periodo tan corto, la glori­ficación del pasa4o. Sin embargo, la celebración abstracta del domingo será preparada por una solemnidad concreta el día jueves.
Clotilde.-—(212) Aunque el Culto debiera referhse no ~fllo el pa~ado sino también al porvenir, creo que su partt’ bi8tónca no recibirá en adelante ningún acrt_eentetniento notable, lo que os ha permitido instituirla en fonna de­finitiva. El desarrollo continuo y gradual de la existencia normal, se encontrar~ preservado de los cambios radicales que ha debido ofrecer la vida preparatoria.
El Maestro.—Scgún esta circunscripción (lel campo histérico, propia de la sociolatría, debo explicaros ahóra sus tres fases: fetichista, politeísta y monoteísta. El Culto de la Humanidad consagra el séptimo mes a la celebración del Fetichismo, considerándolo como e1 comienzo es­pontáneo del positivismo.
La fusión definitiva de la fetichidad en la positividad permite que (477) nuestras adoraciones, relativas al Gran Ser, se extiendan a la glorificación de la Tierra, como el Gran Fetiche, sitio activo y benévolo cuyo concurso vo­luntario, aunque ciego, es siempre indispensable a la suprema existencia. Al culto de la Tierra debe suceder el culto del Espacio, como el Gran Medio, sitio pasivo y ciego, pero siempre benévolo, indispensable a la existencia subjetiva del Gran Ser. (480) El Culto del Espacio, com­pletando el de la Tierra, nos hace ver en todo lo que nos rodea, libres auxiliares de la Humanidad.
(576) El Culto positivista abraza todas las existencias reales. Los tres principales dioses: el Gran Medio, el Gran Fetiche y el Gran Ser, están acompañados por sus intermediarios: el Cielo y el Flúido (doble envoltura lí­quida y gaseosa del planeta) entre la Tierra y el Espacio:
y la Vegetalidad y la Animalidad, entre la Tierra y la humanidad, Estos siete grados de la adoración consti­tuyen una escala esencialmente conforme a las de la contemplación y de la acción.
Clotilde.—Esta construcción del Culto nos permite sentir la Flenitu& de la Religión Universal y su aptitud para combinar todas las religiones preliminares.
(O) Veo que las fiestas de los Animales, del Fuego y del Sol a que se destinan los tres primeros jueves del séptimo
mes, harán descender las glorificaciones desde la Huma­nidad hasta el Espacio por intermedio de la Animalidad, la Vegetalidad, la Tierra, el Flúido y el Cielo.
El Maestro.— (212) La existencia nómade, la más primitiva y duraderá de las fases de la evolución humana, se celebra especialmente durante la primera semana. La solemnidad del domingo hará sentir sus beneficios y desa­rrollará las simpatías por la vida errante de los cazadores y de los pastores. La fiesta preparatoria del jueves se consagra a glorificar la alianza con los animales sociables, honrando sus principales ejemplares.
(213) En la segunda semana se celebra el adiénimiento del estado sedentario, fundamento de todos los progresos ulteriores, morales, intelectuales y materiales. La solem­nidad del jueves glorifica la institución del Fuego.
(214) El tercer domingo se destina a la glorificación
• abstracta de la Astrolatrfa sacerdotal, fuente de la teo­cracia politeísta. Fil jueves anterior prepara esa celebra­ción f~stej ando el culto del Sol.
El último domingo del mes fetichista celebra la Astro-
• latría militar. Su glorificación es precedida, el jueves, por la fiesta consagrada a la institución del Fierro.
La celebración del politeísmo conservador consagra el primer domingo del octavo mes a venerar la Teocracia y ~el jueves anterior conmemora la institución de las Castas.
Después de glorificar al politeísmo conservador, se ini­cia en la segunda semana la celebración del politeísmo intelectual, consagrando el día jueves a sus tres mejores representantes estéticos: Homero, Esquilo y Fidias. Este preámbulo conduce, el día domingo, a efçcttiar la glori­ficación abstracta dei desarrollo poético que inició la
revolución occidental entre la Teocracia y la Sociocracia. ¡ (215) Para preparar la celebración del movimiento
teórico, cuya idealización abstracta se verifica en el tercer domingo, se conmemora, el jueves anterior, a sus siete principales representantes, en filosofía: Tales, Pitágoras y Aristóteles y, en ciencia: Hipócrates, Arquímedes, lonio e rnpareo.
El lmies de la cuarta semana se efectúa una fiesta ex­cepcional consagrada a la batalla de Salamina, personi­ficada en Temístocles completado por Alejandro.
La glorificación del politeísmo social comienza, el jue­ves siguiente, conmemorando a los tres representantes esenciales de la sociabilidad militar: Escipión, César y Trajano. El último domingo celebra el sistema de incor­poración por el cual los romanos prepararon el orden nor­mal, subordinando la especulación a la acción y la vida privada a la vida pública.
Clotilde.—El primer domingo del noveno mes honra cl monoteísmo emanado de la verdadera Teocracia. Su idealización se prepara, el día jueves, por la fiesta de los mejores representantes de ese estado teocrático: Abraham, Moisés y Salomón. Esa celebración permite a todos los adoradores del Gran Ser, simpatizar con los diversos ser­vicios de una raza sacrificada, cuya aspersión la predis­pone a la religión universal, única que puede honrarla y elevarla, reparando ingratas difamaciones.
El Maestro.—(216) Para idealizar el monoteísmo de­fensivo, en los seis primeros días de la segunda semana se conmemora a sus seis mejores representantes: San Pablo, Carlomagno, Alfredo, Hildebrando, Godofredo y San Bernardo, su modelo más completo. Esta última celebración conduce•, el día domingo, a personificar la glo­rificación de la Edad Media en la Virgen Maria, cuya suave adoración resume el catolicismo y la caballería. Los servidores del Gran Ser, habituados por la educa­ción a venerar la Utopía de la Virgen Madre, como em­blema de la Humanidad, pueden sentir mejor la fase afectiva de la transición occidental.
El tercer domingo del noveno mes se consagra a cele.. brar el monoteísmo islámico~ El jueves anterior se con­memora a Mahoma, su incomparable fundador, y el lunes siguiente se celebra la batalla de Lepanto, última gloria del instinto militar y digno complemento de Salamina.
Para cine el cuarto domingo del noveno mes pueda efectuar la idealización abstracta del movimiento moder­ no, sea orgánico o crítico, es necesario destinar los días
martes, miércoles y jueves anteriores, a la glorificación sucesiva del Dante, de Descartes y de Federico el Grande.
Clotilde.—(217) Veo que la sociolatría idealiza anual­mente la iniciación humana en veintiuna fiestas concretas y doce celebraciones abstractas durante el trimestre his­tórico. (501) Comprendo ahora que la iniciación teórica está, sobre todo, destinada a constituir una tránsición entre el culto privado y el culto público.
(218) Os ruego explicarme en qué forma idealiza el culto público la providencia del Gran Ser en los últimos cuatro meses del año, después de haber celebrado su naturaleza fundamental y su iniciación histórica.
El Mae8tro.—El décimo mes glorifica la providencia moral del Gran Ser, estableciendo en sus cuatro domin­gos, la celebración abstracta y general de la Mujer, glori­ficada sucesivamente como Madre, Esposa, Hija y Her­mana.
El sacerdocio podrá consagrar los jueves de este mes a glorificar modelos concretos no sólo locales sino aun universales.
(219) El undécimo mes, reservado a la providencia intelectual del Gran Ser, se inicia, en su primer domingo, por la glorificación del sacerdocio incompleto de los sa­bios y de los artistas.
El segundo domingo ~lorifica la vocación de los aspi­rantes al sacerdocio.
En los dos primeros jueves de este mes se instituyen fiestas accesorias en honor del arte y de la ciencia.
La tercera semana inicia la celebración definitiva del sacerdocio, glorificando las funciones de los vicarios que, incorporados al sacerdocio, cooperan a la enseñanza y a la predicación, sin poder aun ejercer el oficio social de consagración y de consejo.
(220) La glorificación de las funciones normales del Sacerdocio se verifica el último domingo de este mes. Esta solemnidad debe ser precedida, el jueves, por una
fiesta consagrada a los ancianos.
En el duodécimo mes, la sociolatrla honra la providen­cia material confiada al patriciado, dedicando sus cuatro L domingos a los banqueros, los comerciantes, los fabrican­tes y los agricultores. Esas solemnidades deben desa­rrollar estéticamente los sentimientos de abnegación en los que mandan y de veneración en los que obedecen, de acuerdo con las influencias de la educación y de la ac­tividad.
Los días jueves podrán consagrarse a la conmemoración pública de los modelos nacionales o universales que me­rezcan una glorificación concreta.
Clotilde.—(221) El primer jueves del mes patricio, en ci Cuadro Socíolátrico, se glorifica a los caballeros del régimen pacífico industrial, destinados sin duda, comp sus predecesores 
militares, a prevenir o reparar la opre­sión que siempre ha de amenazar a la debilidad material en las mujeres, los sacerdotes y los proletarios. Esa fiesta prepara la del domingo siguiente, dedicada a los banque­ros, indicando la destinación normal del poder de la ri­queza.
El Maestro.— Las cuatro celebraciones del último mes del año no se distinguen por la naturaleza de las ocupa­ciones, sino por el modo o grado de una misma función.
Por eso el primer domingo glorifica al proletariado completo, cuya actividad matérial se concilia, no sólo con el desarrollo moral, cívico y doméstico, sino con la cultura intelectual, teórica y aun estética.
(222) Esta celebración preponderante se prepara, el jueves, con la fiesta general de los Inventores, según sus

principales representantes: Gutenberg, Colón, Vaucanson, Watt y Montgolficr. Esta fiesta hace sentir que los inven­tores se celebran siempre a título de proletarios, ya que los patricios se caracterizan porsu aptitud administrativa.
Clotllde.—Veo, con emoción, que el segundo domingo del mes popular sc consagra a la glorificación especial de la mujer proletaria. Ella es tan apropiada para desarro­llar los principales atributos afectivos de las mujeres,que merece esta solemnidad cultual, susceptible aun de personificaciones concretas.
El Maestro.—(223) En el tercer domingo del último mes se inicia la celebración del proletariado incompleto, honrando el digno desarrollo de la existencia popular, cuando las funciones activas son perturbadas por tenden­cias contemplativas que no pueden prevalecer. La reduc­ción necesaria del Sacerdocio no permitirá satisfacer la mayor parte de las aspiraciones que surjan de la educa­ción.
Un desarrollo total de este caso conduce a terminar el último mes del año, celebrando la existencia popular cuan­do queda esencialmente pasiva.
Clotilde.—La mendicidad, aunque sea permanente, merece una solemnidad distinta en un culto que, ideali­zando la existencia real, no debe olvidar los resultados de las imperfecciones humanas, cuando no perturban la destinación social del proletariado, aunque no exista el oficio industrial.
(224) Esta celebración ha sido bosquejada por el genio poético dc Walter Scott, en la admirable idealización del mendigo que predomina en una de sus obras maestras, El Anticuario.
El Maestro.—Yuera de este presentimiento poético, el pasado suministra a este respecto un modelo directo y colectivo en la eminente institución de las órdenes .mendicantes. Su admirable fundador, San Francisco de Assis debe ser especialmente glorificado el jueves que precede a la celebración abstracta del proletariado pasi­vo, del cual será modelo eterno.
El año se termina, consagrando su dítcomplementario a glorificar al conjunto de los muertos. Esta celebración prepara la incomparable solemnidad que debe abrir el nuevo año por la idealización del amor universal.
El sistema sociolátrico coloca, en el día suplementario de los años bisiestos, la fiesta colectiva de las mujeres
-personalmente santificadas. Aunque la mujer no exige otra glorificación individual que la que resulta de su ef cada doméstica, sin embargo, la educación enciclopédica
multiplicará las dignas excepciones, aun prácticas, pero sobre todo teóricas y estéticas. -
(225) La adoración anual del Gran Ser requiere, en consecuencia, ochenta y una solemnidades en las cuales sus servidores deben reunirse en los templos de la Hu­manidad,
Pero las celebraciones defCulto público tienen una reac­ción insuficiente, más estética que afectiva, si no están preparadas por las prá.cticas del Culto privado. A su vez, el Culto íntimo puede suscitar hábitos místicos, aun egoís­tas, sin las demostraciones colectivas del Culto público, que nos eleva de la adoración íntima a la adoración del Gran Ser.
Clotllde.—(226) Os ruego me déis algunas explicacio­nes respecto a los Templos de la Humanidad y a los me­dios estéticos que requiere el culto del Gran Ser.
El Maestro.—El culto de la Humanidad, entre los occidentales, debe efectuarse, desde luego, en los templos actuales, que se adaptan más fácilmenté a la sociolatria que los templos politeístas al culto monoteísta.
(227) Los nuevos templos de Za Humanidad deben co­locarse en medio de las tumbas selectas, donde los muer­tos, dignos de sobrevivir, reciben los homenajes domésticos y cívicos. Además, en conformidad a una de las mejores inspiraciones del islamismo, el eje del templo será diii­gído hacia la metrópoli humana que el conjunto del pa­sado fija, por largo tiempo, en París.
Clotilde.—(227) Esta conmovedora convergencia, que el 1(ebla musulmán extiende a todas las actitudes reli­giosas y aun a los féretros, recibirá sin duda un comple­mento anAlogo en el culto privado de la Humanidad.
El Maestro.—En cuanto a la distribución interior de los templos, sólo puedo indicaros dos prescripciones. El santuario, donde la estatua de la Humanidad domina la cátedra sacerdotal, debe contener la séptima parte del auditorio. En segundo lugar cada una de las siete capi­llas de cada lado, contendrá la estatua de uno de los treçe representantes principales de la iniciación humana, ro­deados de los bustos de sus cuatro mejores adjuntos en el Calendario histórico, reservando la décima cuarta capilla al grupo de los modelos femeninos.
Clotilde.—Según la precedente exposición, el culto positivo abre un campo inmenso al desarrollo estético, no sólo respecto a la poesía, sino a su doble complemento musical y plástico, en arquitectura, escultura y pintura.
(228) La plenitud de la educación estética permite a cada uno de los fieles participar en las manifestaciones colectivas, sean mímicas o musicales, propias de las fies­tas públicas. El concurso de los creyentes, en las ceremo­nias cultuales, aseguran su eficacia emocional.
El Maestro.—Ahora podéis sentir cuán conveniente es para el desarrollo religioso, la preponderancia del Culto sobre el Dogma. En esta exposición de la sociolatría no habéis necesitado conocer la constitución analítica de la doctrina fundamental del Oran Ser y os ha bastado la apreciación sintética que os df a conocer en nuestra se­gunda conferencia. ~i la situación material de la Huma­nidad no exigiese el ejercicio continuo de la inteligencia y de la actividad, la cultura afectiva bastaría para resolver el problema humano, haciendo prevalecer los instintos altruistas sobre los egoístas. Pero el Culto necesita ser auxiliado por el Dogma y por el Régimen para preservar nuestra moralidad de las perturbaciones propias al desa­rrollo teórico y práctico. Es preciso pues que os explique, en nuestras próximas conferencias, la forma en que la especulación sociológica y la acción sociocrática concu­tren a nuestro perfeccionamiento moral, gracias al ideal sociolátrico.

SEXTO DLIL000


CONJUNTO DEL DOGMA

*        Clotilde.—(229) Al considerar, padre mío, que el problema humano consiste en subordinar el egoísmo al
‘1  altrufsmo, creo que su solución depende del buen empleo de inteligencia. La actividad es indiferente ante el bien o el mal y prefiere la sociabilidad, que le ofrece
-         mayor ejercicio que la personalidad. Pero la inteligencia se condreta gustosa a las necesidades individuales y re­chaza los esfuerzos superiores que exige la destinación social. Sin embargo, sólo la destinación social puede pro-
-í        curar verdaderas satisfacciones al espíritu, cuando el sen­timiento ha desarrollado el anhelo de unidad. Por eso, 5 me parece que el amor de lo bello debe presidir a la inves­tigación de lo verdadero y a la ejecución de lo bueno.
- -      El Maestro.—(230) Tal es, hija mía, la situaciónnormal en que se encuentra el espíritu, al abordar el estudio del ¿ Dogma, bajo la impulsión del Culto. La instrucción teó­it nca comienza despuás de la preparación afectiva y esté­~Z tica, propias de la existencia doméstica. El joven disc-í­Ø pulo de la Humanidad, que ha recibido los sacramentos de la presentación y de la iniciación, y admirado lasdies­tas religiosas, se encuentra dispuesto, por la adoración -~ íntima, para recibir dignamente la instrucción teórica.
Así, el estudio del Dogma se inicia en la situación afee ¡tiva e intelectual la más favorable a su completa eficacia.
elaboración del análisis objetivo para consolidar y desa­- ¿          Las fuerzas cerebrales podrán pues concentrarse en la -           rrollar la síntesis subjetiva, que resulta del principio fun­damental del Oran Ser y se manifiesta en el Cúlto.
Clot1lde.~e estudiará así el Dogma sin ninguna divagaciófl en conformidad a> su noble destino para com­pletar el Culto y preparar el Régimen.
El Maestro.— (589) Considerada religiosamente la ini­ciación teórica, como ya lo habéis sentido, está destinada a constitrnr una transición gradual entre el culto jntimO, eseneia>lmente concreto, y el culto público, nece5Sflam~te abstracto, único que puede sistematizar la -vida humana.
(540) En conformidad con este destino, la progrernón 511~~cloPédica consagrft sus tres té±minos generaáes la Lógica, la Física y la Moral, al estudio respectivo deles tres objetos esenciales de la adoración positiva: elEspaCiO, la Tierra y la Humanidad. El dogma desarrolla y conso­lida el Culto, así como el Régimen debe desarrollar u’ con­solidar el Dogma, de manera a constituir la unidad reli­giosa, siempre acomirniiada de la continuidad normal.
(281) NuestrOs mejores sentimientos serian incapaces de establecer la arntoflia humana si no estuiétafltO5 obligados a someternos a un orden indepefl&C1~-~ de nosotros. Pero la preponderancia del corazón sobre el espíritu es siempre la fuente esencial de la unidad.
(282) El Culto, que desarrolla el amot, consagta el Dog­ma comO indispensable a la armonía, tanto individual como colectiva, independientemente de las exigefl~OY de la actividad. No es sólo para modificar el orden un’-versal qae debemos cor~ocerlO lo estudiamos también a fin de sometemos a (1 cofl amor. Así, el exterior conso­lida el interior segiin la teoría fundamental de la unidad, resumida en la palabra Religión.
Clotilde.— (235) Comprendo que la ciencia adquiera
así una santidad aesconocida hasta ahora, consolidando a la vez la libertad y la moralidad. (286) Aunque el Dog­ma positivo parezca encadenamos con fatalidades exteflo­res, él nos procura realmente la única libertad posible y deseable, poniendo término a lo arbitraflo, tan favorable a las malas inclinacioneS.
(233) La Religión positiva, que funda la unidad enla subordinación del e;oísmo al altruismo, eonSaSta en nombre del Oran Set, los pensamientos y los actos que puedan  consolidar y desarrollar los instintoS altruistaS.
Creo que esta ~0~sagración establece una disciplina, sin la cual el espíritu obedecerla a su inclinación natural hacia las especulaciones ociosas.
El Maestro .—Para car actefl%Rr la participación del Dogma en el estableciilflento de la armonía Iiuiiiaii&, es necesariO considerar la disciplina como destinada a> reglar las voluntades a fin de dirigir los actos.
(234) Ese destino exige que el Culto desarrollo los im­pulsos simpáticOs y que e ID ogma  disipe ia> indecisión de nuestra conducta, eliminando toda arbitrafledad en 108 motivoextCúoreS que la dirigen. Cuando la disciplina»inpirada por el affiOT, sc funda en la fe, el Régimen la completa y consolide, ¿esarrollaiido una activi(Md que provoca la reacción, a la vez directiva y repreSiV&~ del conjunto sobre las partes.
Clotilde.(287) Ya he comprendido las relaciones que colocan al Dogma entre el Culto y el  Régimen de la
• Religión IJnivetsal. Os niego procedáis a su explicacón directa.
El MaestrOr~Ma ezdge que se deterflhinen su natu­raleza general, sus principioS universales y su constitu ción floriDa1.
Respecto a la naturaleza general del Dog’~fl., es necS­sano reconocer que nuestras especulaciones reales no podrían llenar su destino, sin ofrecer un carácter abstrac
to, que consiste en coordinar los fenó!flefl-oS independien­ temente de los seres.Para dirigir nuestra sumisión o nuestra intervención, las leyes naturales deben ofrecer una> ge­neralidad complete, única base de la previsión raciofla>1
(238) Las leyes abstractas constituyen, pues, el do­minio cómún de la ciencia y de la industria, que las des­tinan a disciplinar nuestra inteligencia o a reglamentar nuestra intervención.
(466) Parece que la razón teórica> y la tazón práctica explorar&fl el mismo dominio, puesto que ellas concuerdan en considerar los sucesoS, para preverlos o modificarlos.
Pero, la razón teórica los estudia sin considerar los seres correspondientes, mientras que la razón práctica no los separa jamás de los cuerpos cuya existencia quiere mejo­rar.
Sin la abstracción teórica no podríamos nunca insti­tuir las leyes generales, que son las únicas que nos permi­ten hacer previsiones capaces de guiar nuestra interven­ción. Es preciso igaalmente reconocer que la concreción práctica es indispensable pata procurar a nuestras cbn­cepciones una suficiente realidad. Gniada por el orden abstracto, la razón concreta tiene siempre necesidad de completar sus indicaciones, que por sí mismas serls~n en general quiméricas, por no haber podido tomar en cuenta las circunstancias propias de cada caso. Sin embargo, sin las luces teóricas, que circunscriben nuestros ensayos, el genio práctico se agotaría en tanteos indefinidos, tan estériles como penosos.
Clotilde.—(289) Ya que habéis caracterizado la na­turaleza abstracta del Dogma positivo, os ruego me deis a conocer los principios universales sobre los cuales re­posa. ¡
El Maestro.—(246) La constitución final del Dogma positivo se basa en el conjunto de quince leyes universa­les. (Veáse cuadro NY 2).
Estos principios comprenden tres grupos de leyes ge­nerales.
El primero combina dos leyes científicas, naturalmente conéxas, con una ley lógica que debe precederlas.
Esta consisto en el principio fundamental que pres­cribe formar la hipótesis más simple y más simpática de acuerdo con el conjunto de los datos por representar.
(240) El segundo principio constata la inmutabilidad de todas las leyes que rigen los seres según los fenómenos.
(466) Si se considera que cada grupo de fenómenos no puede jamás ser enteramente fijo, se reconoce que la inmutabilidad de las leyes naturales no se aplica a los su­cesos compuestos y solo es propia a sus elementos irre­ductibles.
Clotllde.—Comprençlo ahora que el estado normal de la razón humana exige una combinación permanente entre el dogmatismo y el empirismo. Ya que las leyes es­tán siempre restringidas al dominio abstracto, las expli­caciones concretas se harían imposibles sin el auxilio de las voluntades.
El Maestro.—(468) La sabiduría final instituye la sinergia, según una síntesis fundada en la simpatía, con­cibiendo toda actividad dirigida por el amor hacia la armonía universal.
(241) El tercer principio de Filosofía Primera estable­ce que todas las modificaciones del orden universal se reducen a la intensidad de los fenómenos, cuyo arreglo queda inalterable. Esta ley de la modificabilidad insti­tuye la subordinación racional de la acción a la contem­plación, restringiendo nuestra intervención, aun subj e­tiva, a cambiar el grado sin perturbar el arreglo.
(242) El segundo grupo de leyes universales, direc­tamente relativo al entendimiento, se descompone en dos, cada uno formado de tres leyes, segun se considere la na­turaleza estátic.a o el desarrollo dinámico de la inteli­gencia.
En el orden estático la ley fundamental, establecida por Aristóteles, desarrollada por Leibnitz y completada por Kant, consiste en subordinar las construcciones subjetivas a los materiales objetivos. La segunda ley re­presenta las imágenes intvrioreg como menos vivas y me­nos claras que las impresiones exteriores. Una tercera ley prescribe la preponderancia de la imagen normal so­bre aquellas que la agitación cerebral hace simultánea­mente surgir. Estas tres leyes caracterizan el estado nor­mal del entendimiento.
(7) - Nuestro principal mérito teórico consiste en per­feccionar esta subordinación natural del hombre al mun­¡ do, para que el cere lito llegue a ser el espejo fiel del orden exterior, cuyos resultados futuros pueden así ser previs­tos según las operaciones interiores. Pero esta represen­tación no tiene ni exige una exactitud absoluta. Su grado de aproximación se encuentra reglado por nuestras ne­cesidades prácticas, que miden la precisión converneflte de nuestras previsiones teóricas. Este limite necesario deja cierta libertad especulativa a la inteligencia, que la debe usar para satisfacer sus propias inclinaciones es­téticas o científicas.
aotildecEsta teoría estática de nuestra inteligen­cia me parece dejar un gran vacío, pues se refiere sólo al estado de Tazón, propiamente dicho, sin extenderse hasta la explicación de la locura.
El Maestro.—<S) Os bastará considerar con mayor atención la doctrina antenor para reconocer que ‘ella con­tiene la verdadera teoría de la locura y también del idio­tismo. Estos dos estados opuestos constituyen los dos ex­tremos de la proporción normal que exige el estado de razón, entre las impulsiones objetivas y las inspiraciones ~ubjetivaS. El idiotismo consiste en el exceso de objeti­vidad, cuando nuestro cerebro se hace demasiado pasi­vo. Por el contrario, la locura consiste en el exceso de subjetividad, según su actividad exagerada. Pero el mis­mo grado medio que constituye la razón, sigue las varia­ciones regulares que experimeflta toda existencia huma­na, tanto social como personal. La apreciación de la lo­cura se hace así tanto más delicada cuanto es preciso considerar en ella los tiempos y los lugares, o sea las si­tuaciones, como lo hace sentir tan bien la admirable com­posición del gran Cervantes.
Clotilde. — Después de esta luminosa reflexión os ¡ ruego que (243) me deis a conocer las leyes fundsnientft­les de la evolución humana, individual o colectiva.
El MaestrO.Ellas reglan respectivamente los mo­vimientos simultáneos de la inteligencia, de la actividad y del sentimiento. La primera consiste en la sucesión de los tres estados: ficticio, abstracto y positivo, que presenta cada entendimiento respecto a la? concepciones cuales­quiera, con una velocidad proporcionada a la generalidad de las fenómenos correspondientes. Por la segunda se re­conOce una progresión análoga para la actividad~ desde luego conquistadora, después defensiva y por fin indiis­tiKal. En la tercera se extiende la misma evolución a la sociabilidad, sucesivamente doméstica, cívica y um­versal.
(579) La ciencia, lejos de constituir el estado positi­vo, se concreta a suministrarle, después de la teología y de la metafísica, una última preparación necesafla.
(flotUde.—(~~0) La ciencia sería menos apta que la teología para constituir un estado fijo, puesto que el en­tendirnieflto no podría tomar por una verdadera resideiv cia una simple escala, que sirve para ascender o descen­der entre el mundo y el hombre, pero incapaz de sumi­nistrar un domicilio permanente
(243) Os ruego completar las leyes Mrnversales~ consi­derando su tercer grupo, en que domina la objetividad.
El MaesttOrcomPuesto también de seis leyes, se di­vide, como el precedente, en dos series iguales.
(244) La primera ley consiste en que todo estado es­tático o dinámico tiénde a persistir espontáneamente) resistXendo a las perturbaciones exteriores. En la segunda ley, el movimiento se conciba con la existencia, estable­ciendo que un s1stema cualquiera mantiene su consti­tución, activa o pasiva, cuando sus elementos experb mentafl mutaciones simvlt~Lea5 y comunes. Por fin, la ¡ tercera ley rige las influencias mutuas, proclamando la equivalencia entre la reacción y la acción, si su intensidad se aprecia en conformidad a la naturaleza de cada con­flicto.
¡ (245) La segunda serie de leyes objetivas se liga a la primera, según la ley que snbordiiift la teoría del movi­miento a la de la existencia, concibiendo todo progreso corno cl desarrollo del orden, cuyas condiciones rigen las mutaciones que constituyen la evolución. La segunda ley consiste en la regla futidament~3 de la clasifiCS~ión positiva, según la generalidad creciente o decreciente, tanto subjetiva como objetiva. (246) Se completa el iii-timo grupo de leyes umvenalffi por la que subordifla todo intermediá~flO a los extremos a que sirve de lazo,
Clotilde.—(247) Se puede ahora considerar cumpli­do el noble voto de Bacon sobre la constnicción de una Filosofía Primera, susceptible de guiar la razón teórica y aun la razón práctica.
(O) Ya que habáis establecido los principios universa­les del Dogma positivo, os ruego indicarme su constitu­ción normal,
El Maestro.—(247) Esa constitución resulta de la je­rarquía positiva de los fenómenos y de las concepciones, según la apreciación relativa del orden universal.
Esta jerarquía, principal resultado de la elaboración objetiva que preparó la síntesis final, está normalmente destinada a completar la constitución sintética y a diri­gir la constitución analítica del Dogma positivo.
La constitución sintética, idealizada por el Culto y emanada del concepto fundamental del Gran Ser, conden­sa todas las doctrinas en la Moral, en que estudiamos nuestra naturaleza a fin de reglar nuestra existencia. Las especulaciones reales, aun las más abstractas y las más simples, convergen hacia ese dominio, puesto que en forma indirecta, nos hacen conocer al hombre bajo ¡ sus aspectos inferiores, a los que están subordinados los más nobles. No puede, en efecto, existir ningún fenóme­no apreciable, que no sea en verdad humano, no sólo se­gún su examen subjetivo sino también por su naturaleza objetiva, pues el hombre resume en sí todas las leyes del mundo, como los antigües lo sintieron.
(248) Para concebir así la jerarquía teórica, es nece­sario reconocer que el estudio sistemático del hombre se encuentra lógica y científicamente subordinado al de la Humanidad, único que puede revelar las leyes de la in­teligencia y de la actividad. Cualquiera que sea la pre­ponderancia que obtenga la teoría del sentimiento, ella no tendría consistencia sin este preámbulo. Después de haber subordjngdo objetivamente la moral a la Sociolo­gía, es fácil instituir, en forma análóga, la subordinación objetiva de la Sociología a la Biología, puesto que la existencia cerebral reposa en la vida corporal. Igualmente podemos concebir la Química como la base normal de la Biología, reconociendo que la vitalidad depende de las leyes generales de la combinación material. Pero, a su turno, la Química se subordina objetivamente a la Físi­ca, según la influencia que los atributos universales de la materialidad deben siempre ejercer sobre las cualidades específicas de las sustancias. De igual modo se instituye la subordinación de la Física a la Astronomía, reconocien­do que la existencia del medio terrestre se cumple bajo la dominación continua de la constitución celeste de nues­tro planeta. Por fin, se subordina la Astronomía a la Ma­temática; según su dependencia de las leyes universales del número, de la extensión y del movimiento.
(249) La escala positiva es tan apropiada para repre­sentar la subordinación de los seres y de las existencias como de los fenómenos y de las especulaciones. De ahí resulta la concepción relativa del orden universal, com­puesto de siete categorías, cada una de las cuales modi­fica a la precedente y domina a la siguiente. Esta serie conduce a representar al hombre como el resumen y el regulador del medio social, vital y material bajo el cual
se desarrolla. Pero el individuo es el producto del Gran ¡ Ser, a cuyo servicio continuo debe destinar su actividad.
Así se desarrolla la reacción de la vitalidad sobre la ma­terialidad, según cl concurso creciente de los esfuerzos voluntarios.
¡ La escala enciclopédica conviene tanto a la jerargyía de los seres como a la de los atributos. (250) La jeri~r­quia positiva es el resumen de las teorías reales y la base de las concepciones prácticas, pues hace coincidir la cla­sificación de las artes con la de las ciencias.
Clotilde.—(251) Esta conclusión caracteriza por com­pleto la constitución sintética del Dogma, que consiste
en considerar las diversas ciencias como ramas de la Mo-¡ ral. Pero, al contrario, veo que su .constitución analí­tica es susceptible de muchos modos distintos según el
grádo de aproximación entre los diferentes términos de la jerarquía enciclopédica (Véase cuadro N.o 3).
El Maestro.—(472) Las leyes irreductibles, cuyo conjunte constituye el orden abstracto, forman dos gru­pos. El primero comprende las leyes verdaderamente universales, es decir, comunes a todas las clases de fenó­menos. El segundo grupo completa el orden abstracto por las leyes respectivamente propias a cada una de las sie­te categorías naturales: Este constituye la Filosofía Se­gunda como aquél la Filosofía Primera.
(473) El orden natural resulta de un concurso en que la fatalidad general domina las fatalidades especiales. A. continuación de las leyes abstractas colocaríamos las leyes concretas si su conocimiento nos fuera en tealidad posible. Nuestra madurez, consagrando el régimen dc nuestra infancia, las reemplaza por voluntades, siempre subordinadas a la doble fatalidad. Tal es la economía final del entendimiento humano, cuando renuncia a lo absoluto para construir una Síntesis capaz de inspirar la Simpatí a y de guiar la Sinergia.
(482) La Síntesis Subjetiva conduce a concentrar to­do el saber teórico en la progresión normal que fornan la Lógica, la Física y la Moni; las dos primeras cien­cias son puramente preliminares, la una en método, la otra en doçtrina, y la dltima sólo final. (483) Esa Sín­tesis llama Lógica a la Matemática, ciencia esencialmen­te deductiva que, con ayuda de los signos, elabora el método universal, estudiando el Espacio.
(482) Una inalterable armonía liga respectivamente el Gran Medio, el Gran Fetiche y el Gran Ser a los sig­iios, las imágenes y los sentimientos, intelectualmente aptos para deducir, inducir y construir. Entonces sur­ge la institución final de la verdadera Ciencia, necesaria­mente compuesta de tres partes, en que el espíritu teó­rico aprecia sucesivamente el Espacio, la Tierra y la Ru-Inanidad. Gradualmente concentrada, la jerarquía en­ciclopédica conduce a esta clasificación condensando los tres elementos de la filosofía inorgánica (astronomía, física y química) y los tres dominios orgánicos (biolo­gía, sociología y moral)
Clotilde. (9) Ya que me habéis explicado el con­junto del Dogma positivo, desearía conocer de antemano el objeto propio de las otras dos conferencias.
El Maestro.—(483) La condensación de la jerar­quia enciclopédica en la progresión Lógica, Física y Mo­ral, constituye la, mejor combinación entre el punto de vista histórico y el punto de vista dogmático. Nuestra educación teórica tanto individual como colectiva, de­be siempre comenzar elaborando el método fundamental, por el estudio abstracto de la existencia más simple y más universal. (484) La Matemática, ciencia funda­mental esencialmente dedicada al estudio del Espacio, hace ajreciar el conjunto de los procedimientos deduc­tivos. La Física, ciencia preparatoria que se consagra al estudio abstracto de la Tierra, elabora en forma espe­cial el método inductivo, desarrollando sus medios más generales en la observación astronómica, la experimenta­ción física y la nomenclatura química. En la Moral, sur­gen, por la apreciación sistemática de la Humanidad, los dos modos, estático y dinámico, que impulsan la in­vestigación inductiva hacia su destinación constructi­va. Respectivamente desarrolladas en Biología y Sociolo­gía, la comparación y la filiación conducen el análisis abstracto hasta su terminación sintética. Sobre esta se-ile de apreciaciones objetivas se eleva el método subje­tivo, como regulador supremo del entendimiento humano, constr.uyendo la ciencia y por consiguiente el arte di-rectamente propios al sentimiento.
En la próxima conferencia abordaremos la Lógica y la Física para elevarnos en la siwiiente a la Moral.









S~prrnto fliktooo

LOGICA Y FISICA.
Clotilde. —(254) Al estudiar, padre mio, el orden uni­versal me parece que conviene apreciar separadamente cada uno de los siete grados de la serie enciclopédica.
El Maestro.—(255) Sin esta serie de fases, el princi­pio fundamental de la inmutabilidad no podría adqui­rir la consistencia y la precisión necesarias a su desti­no intelectual y a su reacción moral. Sin embargo, esta marcha analítica, apartándose del fin sintético, estrecha el espíritu y seca el corazón.
Clotilde.— La influencia del Culto público y privado, durante los estudios abstractos, tenderá a prevenir o reparar esa degeneración dogmática.
(256) Por otra parte, la solicitud sacerdotal y la vigi­lanciá de la opinión pública preservarán a las natura­lezas vulgares, de una desviación que se hace imposible para las almas superiores.
El Maestro.—Pero a pesar de las precauciones para preservarnés de los abusos de la preparación teórica, siempre la debilidad de nuestra inteligencia nos expon­drá a descuidar el fin al elaborar los medios.
(257) Sólo al sacerdocio correspende hacer prevalecer la disciplina religiosa que restringe la cultura especial 1 de cada ciencia preliminar, sin exceptuar la Sociología, a lo que exige la elaboración de las ciencias siguientes, a fin de llegar, lo más luego posible, a la ciencia final.
Sin embargo, la disciplina religiosa consagrará siempre las investigaciones incidentales que sean exigidas por el perfeccionamiento universal, sea moral, intelectual o físico.
(258) La inauguración de esta disciplina requiere que se construyan tratados filosóficos en que cada ciencia se encuentre reducida a su extensión normal e incorporada a la Religión de la Humanidad. Esta elaboración se con-densa en siete volúmenes que serán los libros usuales del sacerdocio y del público.
Clotilde.—(259) Basta que me indiquéis esos trata­dos que resumen el dominio especulativo, siguiendo el orden enciclopédico, a partir de la Matemática.
El Maestro.— (537) Toda la importancia filosófica de los estudios matemáticos resulta de su aptitud lógica.
(538> La ciencia fundamental elabora el tipo general de racionalidad positiva. Ella permite apreciar los tres atributos esenciales: claridad, precisión y consistencia, propios de todas las formas, teóricas, estéticas y prác­ticas, del desarrollo intelectual.
(485) La Lógica, subordinada a la Moral, se reduce a las especulaciones que exige la preparación de la cien­cia final, a la cual es necesario reservar la elaboración decisiva de todas las concepciones, tanto respecto al mé­todo como a la doctrina. La ciencia fundamental abarca también sus relaciones especiales con la ciencia prepa­ratoria, cuyas nociones reposan sobre el conjunto de las leyes matemáticas. Bien apreciada esta segunda misión no niodifica la primera, bastante amplia ya para abra­zar todas las especulaciones fündamentales relativas al número, a la extensión y al movimiento. Es preciso, aún, reconocer que el destino esencialmente lógico de la ma~ temática es más apropiado que su aplicación física para consagrar las principales investigaciones que surgieron en forma empírica de su cultura aislada.
(486) Nuestro estudio sucesivo del orden universal debe ser, desde su comienzo, profundamente sintético, desarrollando las reacciones morales que le son propias. Es necesario mirar la ciencia fundamental como desti­nada a constituir tipos de fijeza, de evidencia y de regula­ridad, que no pl~j~ surgir en otra parte y cuya influen­ cia directa aumenta con su aptitud indirecta para per­feccionar los demás estudios.
Clotllde.—Según esta atribución, la ciencia Ruede~ como el arte, concurrir a la solución del problema uma­no, facilitando el ascendiente continuo del altrufsmo so­bre el egoísmo. El perfeccionamiento moral se basa sin duda en la sumisión, y exige tanto la sujeción al exterior, por la fe, como la armonía interior, por el amor.
    El Maestro .—A la matemática pertenece esa apti­tud, pues ella tiende a disciplinar la inteligencia, el más perturbador de los tres elementos humanos, haciendo surgir, de su propio desarrollo, el freno irresistible de una evidencia completa.
~487) La Lógica, en que el método prevalece sobre la doctrina, sólo puede cumplir su destino estudiando su­Ç las leyes numéricas, geométricas y mecá­ >. Cesivamente meas. Así se manifiesta la marcha fundamental de la ra­zón abstracta, en que cada paso es precedido por uno más simple, desde el punto de partida espontaneo del genio científico de la Humanidad en la edad fetichista La iniciación teórica del individuo reproduce la de la espe­de, pero condensando y ligando cada vez más sus di­versas fases, para que la evolución adquiera la rapidez necesaria a la educación,
(544) Si la vida individual depende de la existencis colectiva, ésta no está menos ligada a la vida general, que reposa, a su turno, sobre la existencia material, umca común al conjunto de los seres reales. Todos los modos o grados de esta existen cia fundamental están su­bordinados al más general, primera base de la economía umversal. Esta base concierne a la vez al número, a la ex-
j’~tensión y al movimiento, que constituyen los tres atri­bulos inseparables de toda sustancia. Ellos componen
¼ 1; -existencia matemática, sobre la cual reposan todos lbs fenómenos más elevados.
(545) Debemos mirar así el orden matemático como el primer fundamento del orden universal. Este comien­e necesario tanto lógicamente como bajo el aspecto científico, a fin de constituir, según el dominio más sim­ ple, el tipo y los hábitos de la racionalidad positiva. No se puede elaborar la razón abstracta, sin haber experi­mentado la iniciación matemática, sin la cual las con­v-icciones teóricas no tienen estabilidad.
Clotllde—Todos los motivos intelectuales prescri­ben, pues, erigir el estudio abstracto de la existencia fun­damental en primera condición del desarrollo teórico, tanto individual como colectivo
El Maestro.— (646) Pero los motivos morales deben completar esta apreciación intelectual, cuando el espí­ritu matemático ha recibido la investidura religiosa.
(o47) El curso diario de la vida hace sentir cuán in­suficientes son las mejores impulsiones para dirigir la con­ducta, privada o pública, cuando ésta queda d~sprovis­ta de las convicciones destinadas a prevenir o corregir sus desviaciones. Entregadas a las impulsiones más con­tradictorias, las almas, desprovistas de tal regulador, flotan a merced de las emociones interiores o de las in­fluencias exteriores.
No podemos en verdad reglar ni coaligar las almas si­no auxiliando al amor con la fe, lo cual, en el estado posi­tivo, exige que la educación enciclopédica sea enteramen­te universal, a fin de hacer apreciar a la Humanidad como el resumen necesario del orden fundamental. Esos son los motivos generales que ligan la regeneración del espíritu matemático al conjunto del régimen final, tanto moral como intelectual.
(548) La constitución de la Lógica desarrolla y conso­lida su carácter general, según la consagración especial de sus tres elementos, numérico, geométrico, mecánico, al Espacio, a la Tierra y a la Humanidad; lo que comple­ta su investidura religiosa.
Concretada al Gran Medio, la ciencia fundamental aspira al Gran Fetiche, por intermedio del cielo y de la doble envoltura terrestre, para alcanzar al Oran Ser, cuando la vegetalidad seguida de la animalidad lo hace teóricamente accesible,
Clotilde.—(0) .Esta apreciación de la influencia mO­ral de la Matemática justifica el nombre de Lógica que le habéis dado~ desarrollando en ella la combinación de­cisiva de los signos y de las imágenes con los sentimien­tos. Os ruego me deis a conocer el plan general de su es­tudio.
El Maestro.—(529) El estudio matemático de la exis­tencia universal abraza un preámbulo, relativo al cálcu­lo, un dominio principal, que constituye la geometría y un complemento, que se refiere a la mecánica. El cálculo se divide en dos partes, una aritmética, que lo carac­teriza, y otra algebraica, por la cual se liga a la geometría y a la mecánica. La geometría se descompone en elemental y transcendente, en conexión con el álgebra directa y el álgebra indirecta. La geometría elemental se subdivide en especial y general y la geometría transcendente en diferencial e integral.
(490) El dominio aritmético, al que se destina el ca­pítulo inicial del primer volumen de la fllosofla segunda, constituye el elemento más general, más simple y más abstracto de la Lógica. (530) Las concepciones numéri­cas se refieren tanto a los fenómenos como a los seres. La aritmética se inicia con la teoría subjetiva de los nú­meros, que la liga a la Filosofía Primera y a la Moral; abarca, en seguida, la numeración, en que reside su ca­rácter esencial y por fin la evaluación de donde resulta su lazo con la Física.
(531) La principal reacción enciclopédica de la Arit­mética consiste en que suministra la fuente del Algebra por la cual el cálculo se liga al conjunto de la filosofía natural por intermedio de la geometría y .de la mecánica.
(492) El segundo capítulo de la Lógica se inicia con el examen del materialismo abstracto.
(491) En álgebra comienza la disposición a tratar las especulaciones superiores como simples consecuencias de las inferiores, abusando de la subordinación deducti­va y desconociendo la independencia inductiva. (532) Sólo la Religión Universal puede desvanecer los sofis­ mas y las usurpaciones algebraicas, apreciando las con­diciones que requiere la constitución y la elaboración de las ecuaciones.
(533) La parte del Algebra que precede y prepara la Geometría se reduce a la resolución de las ecuaciones.
•QoHlde.—Creo, que la Geometría especial o preli­minar a que se destina el tercer Capítulo de la Lógica,
debe referirse a la medida de la extensión.
El Maestro.—(534) El dominio geométrico compren­de dos órdenes de estudio: unos finales, relativos a las rectificaciones, cuadraturas y cubaturas, y otros prepa­ratorios, relativos a las propiedades o generación de ca­da figura.
Clotilde.—(535) Así, bajo todos respectos la consti­tución racional de la ciencia de la extensión reposa so­bre la institución fundamental del Oran Medio, gracias al cual podemos considerar las figuras independiente­mente de los cuerpos. (0) Deseosa estoy de conocer en qué se diferencia la geometría de Descartes de la de Ar. qulmedes.
El Maeatro.—(536) La geometría general o alge­braica, objeto del cuarto capítulo de la Lógica, consiste en coordinar subjetivamente un estudio concebido des­de luego en forma objetiva. Ella suministró el primer mo­delo y el primer grado de la Síntesis Subjetiva, única susceptible de universalidad. Sus doctrinas y sus méto­dos reposan en la subordinación de lo abstracto a lo concreto, según la correlación fundamental entre las fi­guras y las ecuaciones. Para transformar las cuestiones
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 métricas en algebraicas, es necesario que las nociones e forma se reduzcan a consideraciones de magnitud, por intermedio de las ideas de posición. De ahí resulta la institución de los sistemas de coordenadas sobre la cual Descartes, creador de la Filosofía matemática, fun­dó la geometría general.
Clotilde.—(493) Ahora comprendo, Pomo la con­cepción de Descartes suscité el modo concreto del materialismo matemático cuyo aspecto abstracto se exa­mina en Algebra.
El Maestro.—En el materialismo abstracto, el ál­gebra aspira a dominar todas las teorías positivas, en nombre de la lógica universal (517) según la identidad entre la idea de ecuación y la noción de ley.
(494) El modo concreto consiste en transferir la pre­sidencia enciclopédica al dominio geométrico y mecáni­co (498) exagerando su concurso en la manifestación de todos los fenómenos. Las tendencias materialistas se fundan en la pretensión de construir una síntesis ob­jetiva y concurren a perpetuar lo absoluto para desarro­llar la insurrección del espfritu contra el corazón.
(495) La teoría positiva del materialismo lo hace siempre consistir en violar la independencia enciclopé­dica, impulsando a los estudios inferiores a dominar a los superiores. La misma teoría caracteriza al espiritua­lismo como esforzándose por mantener la dignidad de cada ciencia, negando su subordinación objetiva a la precedente.
(497) La disciplina positiva subordina cada ciencia objetivamente a la precedente y subjetivamente a la siguiente.
(496) Así el positivismo vence al materialismo y al espiritualismo, conciliando y realizando sus áspiraciones legítimas, que jamás pudieron hacer prevalecer a conse­cuencia de sus vicios respectivos.
Clotilde.—(499) Concibo que la Religión de la Hu­inanidad aparta las dos formas del materialismo mate­mático, prefiriendo la supremacía subjetiva del punto de vista humano a la aptitud objetiva del espíritu ma­temático.
El Maestro.—La Síntesis Subjetiva instituye la uni­dad teórica, mal apreciada y buscada en vano por la Síntesis objetiva. La unidad del método depende de la presidencia de la Moral, en la que todos los procedimien­tos inductivos y deductivos concurren a las construccio­nes más difíciles y más importantes. (500) Cuando la

Lógica se aisla de la Física y de la Moral se pierden los caracteres propios del espíritu positivo que debe ser a la vez real, útil, cierto, preciso, orgánico, relativo y sim­pático. (501) La Lógica se disciplina y se consagra, cuando se subordina subjetivamente a la Física y a la Moral.
Clotildec—(502) La fundacióñ de la geometría ge­neral y la creación del cálculo transcendente fueron la obra de los dos más grandes filósofos modernos, Descartes y Leibnitz. Este fenómeno histórico seguramente no es fortuito, pues tales construcciones sólo podían emanar de los pensadores capaces de sentir la necesidad de ela­borar una filosofía positiva.
El Maestro.—(503) El cálculo de las relaciones in­directas impulsó la Lógica a preparar la Física por su doc­trina y la Moral por su método.
(504) El método infinitesimal fué inspirado en la a’> tigüedad por la teoría corpuscular, como influencia filo­sófica de la Física sobre la Lógica. A su turno, la Física habla extraído de la Moral la teoría corpuscular, según la descomposición de los pueblos en familias, primera fuente de todo lazo entre un conjunto y sus partes. La racionalidad de las simplificaciones del estado rudimen­tario resulta de que se puede y debe entonces despreciar la influencia mutua de los diversos elementos, que se hace, por el contrario, preponderante cuando se aprecia el conjunto. Extendido de la Moral a la Física y por fin a la Lógica, este método constituye el más poderoso de los medios instituidos por el espíritu humano para fa­cilitar sus meditaciones teóricas.
(505) La institución de Leibnitz resulta de una induc­ción filosófica que le permitió coger la ley fundamental que caracteriza a todas las aplicaciones antiguas y mo­dernas del método infinitesimal.
(506) Esta ley consiste en la facultad de substituir una a otra dos variables cuya (lLferencia es infinitamente pequeña con relación a cada una de ellas.
Clotilde.—(0) Comprendo que los infinitesimales son tan subjetivos como los átomos.
La transformación del estado objetivo en subjetivo y viceversa, en las cuestiones geométricas, será sin duda el objeto respectivo de la geometría diferencial y de la geometría integral a que se destinan el quinto y sexto capítulos de la Lógica.
El Maestro.—(507) La armonía entre la diferencia­ción y la integración se manifiesta en Moral, por el con­curso de los dos aspectos, estático y dinámico de las con­cepciones relativas al estado vital; a la existencia colec­tiva y a la naturaleza individual. Estos dos dualismos lógicos constituyen modificacioñes del dualismo um­versal entre el análisis y la síntesis. Estudiada filosó­ficamente la distinción entre lo abstracto y lo concreto coincide con la división entre la teoría y la práctica. Así pueden coincidir cinco dualismos lógicos pues el aná­lisis, diferencial o estático, es abstracto y teórico mientras que la síntesis, integral o dinámica, es concreta y prác­tica.
(508) Estos contrastes intelectuales equivalen a los que se presentan en política y en moral entre el progre­so y el orden y entre el egoísmo y el altruIsmo. Estos son los siete dualismos fundamentales cuya equivalencia normal es consagrada por la Religión Universal.
Clotllde.—Veo que la jerarquía enciclopédica comien­za por la diferenciación de los pensamientos en matemá­tica y tiende sucesivamente hacia su integración en mo­ral. (509) Descartes y Leibnitz al instituir la subjetivi­dad geométrica, establecieron los gérmenes de una con­cepción destinada a la coordinación universal en la Sín­tesis Subjetiva.
El Maestro.—(511) La transición entre la Lógica y la Física se opera por intermedio de la Mecánica cuyo estudio es el objeto del séptimo y dltimo capitulo de la primera fase enciclopédica.
(513) El problema fundamental de la mecánica se reduce a la combinación de los movimientos, sea por composición directa o por c6municación mutua.
(514) La concepción de las fuerzas permite conside­rar de una manera abstracta la influencia de los motores cualesquiera.
(515) La subjetividad geométrica, extendida a la mecánica, hizo prevalecer la institución fundamental de la inercia. Gracias a este artificio lógico, el estudio ra­cional del movimiento y del equilibrio puede concretar-se a la consideración exclusiva de las fuerzas exteriores, apartando las reacciones interiores por las que el cuerpo modifica su acción según leyes ordinariamente desco­nocidas.
Clotilde.—(516) Comprendo que el advenimiento de la Síntesis subjetiva en geometría condujo a hacer pre­valecer en mecánica la relatividad filosófica de manera a dejar surgir la institución de la inercia. Según vuestras indicaciones, la base lógica de la mecánica general con­siste en dos instituciones: las fuerzas y la inercia, cuya subjetividad fué desconocida hasta el advenimiento del Positivismo
El Maestro.—(522) El preámbulo de la mecánica establece las tres leyes físicas que sirven de base a las teorías del movimiento y del equilibrio.
(523) La primera ley, debida a Keplero, consiste en que todo movimiento es naturalmente uniforme y rec­tilíneo.
(524) Esta constancia mecánica de las direcciones y de las velocidades debe considerarse como un caso par­ticular de la décima ley de Filosofía Primera,
(525) La segunda ley del movimiento, debida a Ga­lileo, consiste en la coexistencia de las traslaciones cuales­quiera, qt4e se combinan sin perturbarse.
(526) Es necesario apreciar filosóficamente esta ley como el gérmen matemático dé la undécima ley de Fi­losofía Primera.
(527) La tercera ley, debida a Newton, proclama la igualdad constante entre la reacción y la acción.
(528) Debe ligarse esta tercera ley delmevimiento a
la duodécima ley de Filosofía Primera.
Clotilde.—Asf, las leyes de lCeplero, Galileo y New­ton adquieren una importancia filosófica que no podía ser indicada por su destino científico.
(542) Disciplinada y consagrada por la calificación de Lógica, la ciencia matemática se dedica al estudio del Espacio que combina sus tres aspectos, numérico, geo­métrico y mecánico, y se incorpora al culto positivo por la institución de la trinidad religiosa: el Gran Medio, el Gran Fetiche y el Gran Ser.
(10) Os ruego, pues, pasar al estudio directo del or­den material.
El Maestro.—(259) Es en Física, donde importa inau­gurar la síntesis subjetiva, por cuanto el análisis objetivo encuentra allí más consistencia y aun más dig­nidad que en cualquiera otra parte.
Aunque el hombre esté sometido a todas las leyes de la existencia universal, no es a él a quien se refieren las investigaciones en el dominio material. Por otra parte, el estudio de la materialidad dispoue a la divi­sión, por cuanto concierne a una exi4encia sin unidad y cuyo conjunto es inaccesible.
Clotilde.—(260) Los sucesos en los que el hombre no figura sino como espectador, son siempre suscepti­bles de divagaciones de parte de los teóricos que no se someten a la preponderancia universal del método sub­jetivo. Pero, la vaciedad de las síntesis objetivas, ya bas­tante sentida, hace prevalecer el punto de vista humano, unico apto para ligarlo todo, Cuando el sacerdocio de la Humanidad invoque los dignos motivos morales y sociales, hará respetar y aceptar voluntariamente, un régimen sin el cual los débiles medios de nuestra inteli­gencia se consumen en investigaciones pueriles.
El Maestro.—(467) La subjetividad primitiva con­fiero a. todas las existencias el conjunto de los atributos humanos. Esa hipótesis no puede convenir al estado nor­mal, puesto que ella confunde una actividad cualquiera con la vida, propia a los seres organizados, que sólo pue­
den subsistir en un medio más estable que ellos mismos. Para conservar a nuestra madurez las ventajas afecti­vas y especulativas del régimen de nuestra infancia, basta modificar la fetichidad espontánea según la des­composición positiva de la naturaleza humana. Entre el sentimiento y la actividad> la inteligencia constituye un intermediario que, a pesar de su propia debilidad, modifica el conjunto de la existencia debida a los dos principales atributos. Sin aspirar jamás a nociones ab­solutas, podemos instituir la concepción relativa de los cuerpos exteriores, dando a cada uno las facultades de sentir y de actuar, con tal que no les concedamos el pen­samiento, de manera que sus volvntades sean siempre Ciegas.
Concretada al Gran Ser, la inteligencia, impulsada por el sentimiento, gula la actividad de manera a modifi­car una fatalidad en la cual todos los agentes tienden constantemente hacia el bien, sin poder conocer sus con­diciones. Disipando las Preocupaciones teológicas que re­presentaban la materia como esencialmente inerte, la ciencia positiva le devolvió la actividad, que el fetichis­mo había consagrado en forma espontánea. Esa resti­tución se hizo completa cuando el positivismo apartó los flúidos metafísicos que, bajo la anarquía moderna, disimularon la verdadera existencia de los cuerpos. Sin embargo, el arte, superior a la ciencfa, no puede conten­tarse con la actividad que a ésta le basta para representar el orden exterior a fin de modificarlo. La poesía, aspi­rando a la síntesis por la simpatía; necesita asimilar el mundo al hombre, tanto como lo permite el conjunto de las nociones emanadas de la filosofía.
Cloti1de.—(4~) No se podría jamás probar que un cuerpo cualquiera no siente las impresiones que recibe y no quiere las acciones que ejerce, aunque se muestre desproví~ de la facultad de modificar su conducta en vista de su situación, que es el principal carácter de la inteligencia.
El Maeatro.—Nada impide aún suponer que el sen­timiento y la voluntad, como la actividad correspon­diente, pertenecen a las moléculas, sin depender del arreglo material que sólo afecta la manifestación y la intensidad de los resultados, Clotilde.—Así, la positividad no difiere de la feti, chidad sino en cuanto rehusa conceder inteligencia a la materia.
El Maestro.—(469) Podemos aún llevar los privi­legios de la relatividad hasta perfeccionar la fetichidad sistemática, suponiendo que la naturaleza del mundo era en otro tiempo más aproximada que ahora a la del hombre. Se debe mirar Ø medio como privado de inte­ligencia a fin de que sea compatible con el desarrollo de la Humanidad. Siempre reunido a la movilidad de composición, el pensamiento suscitaría en los cuerpos ambientes, una agitación continua, que nuestra existen­cia, sobre todo colectiva, no podría soportar. Pero es permitido suponer que nuestro planeta y los otros astros habitables estuvieron dotados de inteligencia antes que el desarrollo social se hiciese posible en ellos. Entonces la Tierra dedicaba sus fuerzas a preparar la n~orada de la Humanidad cuyo desarrollo no podía cumplirse sino en un sitio muerto de agotamiento, en virtud de sus lar­gos esfuerzos, más proporcionados al poder material del astro que a su aptitud espiritual.
Fuera de la inmutable fatalidad, podemos siempre concebir modificaciones que, aunque secundarias res­pecto a nuestro medio, reaccionan profundamente sobre el conjunto de nuestra existencia. Obligada a soportar constantemente las leyes fundamentales de la vida pla­netaria, la Tierra, cuando era inteligente, podía desarro­llar su actividad físico-química de manera a perfeccio­nar el orden astronómico cambiando sus principales coe­ficientes. Nuestro planeta pudo así hacer su órbita me­nos excéntrica, y desde entonces más habitable, concer­tando una larga serie de explosiones análogas a aquellas de donde provienen los cometas, según la mejor hipó­4.—flxítooos tesis. Reproducidos con sabiduría, estos mismos sacu­dimientos, secundados por la movilidad vegetativa, pudieron también hacer la inclinación del eje terrestre más conforme a las futuras necesidades del Gran Ser y, con mayor razón, la Tierra pudo entonces modificar su figura general, que sólo resiste a nuestra intervención, porque nuestro ascendiente espiritual no dispone de un poder material bastante considerable~
Clotilde.— (470) Extendidas a todos los astros de nuestro mundo, estas ficciones permiten caracterizar su existencia con anterioridad a las revoluciones imagina­das por los más atrevidos teóricos, cuyas hipótesis se restringen al orden actual, a falta de una suficiente se­paración entre lo concreto y lo abstracto.
El Maestro.—Cada planeta d~ió así perfeccionar su constitución material, durante su plenitud vital, de acuer­do con su inteligencia y su situación. Sus progresos pu­dieron ser simultáneos y aun concertados, puesto que to­dos, bajo una común fatalidad, tendían hacia prepara­ciones convergentes, en vista de las socialidades respec­tivas, cuyo desarrollo exigía, en todas partes, modifica­ciones eoÉexas. A medida que cada planeta se mejoraba, su vida se agotaba por exceso de inervación, pero con el consuelo de hacer más eficaz su abnegación, cuando la extinción de las funciones especiales, primero animales y después vegetativas, lo redujeran a los atributos uni­versales de sentimiento y de actividad. Tal es, respecto a los tiempos anteriores, el complemento general que conviene al fetichismo sistemático, en que la existencia material se encuentra por fin asimilada a la naturaleza humana, tanto como lo permiten nuestros conocimientos y lo exigen nuestras necesidades.
Clotilde.—Semejante creencia puede también sa­tisfacer una curiosidad espontánea que, no siendo sus­ceptible de ninguna regla durante nuestra infancia, se hace a menudo abusiva, pero que nuestra madurez de­be utilizar disciplinándola. Ya no tenemos ni la necesi­dad ni la facultad de concebir ninguna creación abso­
luta, cuya noción es directamente contradictoria, desde que la oiencia ha demostrado que la cantidad total de materia queda siempre inalterable en medio de sus mu­taciones. Conviene, al contrario, suponer transforma­ciones anteriores a la economía actual, si esas hipótesis pueden perfeccionar nuestra unidad, sea completando las nociones filosóficas por las ficciones poéticas, sea, sobre todo, desarrollando nuestras simpatías.
El Maestro.—(471) Sin embargo, es necesario res­tringirlas a los tiempos que precedieron y prepararon el desarrollo humano, a fin de ligarlo mejor al orden uni­versal. Extendidas a los estados más antiguos, estas es­peculaciones se harían tan vanas como ociosas; y la exis­tencia futura de nuestro planeta no merece ninguna aten­ción si se supone extinguido el Gran Ser que la consagra.
(262) El segundo volumen de la enciclopedia abstrac­ta, relativo a la Astronomía, debe comenzar por una introducción religiosa, destinada a caracterizar la cons­titución general de la Astronomía y su relación con la Lógica.
(263) Relativa al sentido más intelectual, el de la vis­ta, la exploración celeste instituye el mejor modelo de la observación, demasiado simple en matemática y demasia­do complicada en las demás ciencias para que su siste­matización pueda ser tan satisfactoria como en Astro­nomía. Esta segunda fase enciclopédica ofrece e1 modelo de las hipótesis verdaderamente positivas, es decir verifi­cables. Pero el destino de la Astronomía, inverso al de la Lógica, se refiere más a las doctrinas que a los métodos.
(264) La Astronomía presenta las ventajas del punto de vista concreto al estudiar los principales seres mate­riales, sin perder el carácter abstracto que exige la ge­neralidad teórica, puesto que sólo conocemos esos seres bajo el aspecto matemático. Entonces la existencia nu­mérica, geométrica y mecánica no se concreta ya al me­dio subjetivo, sino que se refiere a las masas preponde­rantes, en que se manifiesta un orden tanto más dcci­Bivo cuanto es inaccesible a la intervención humana.
En la Astronomía es donde se hace más pronunciado
el carácter siempre relativo de las especulaciones.
Desde que se admitió el movimiento de la Tierra, la Astronomía ha hecho sentir que la unidad subjetiva es la única que podemos obtener, reduciendo nuestros conocimientos al estudio planetario del Gran Ser.
Clotilde.— (265) La Astronomía debe considerar los antiguos planetas, cuyo estudio se encuentra consagra­do por la institución de la semana, incorporada al culto de la Humanidad.
El Maestro.—Pero la destinación filosófica de la As­tronomía consagra también el estudio de los satélites y aun de los cometas, aunque las exigencias teóricas y prácticas permitirían eliminar estos complementos.
Clotilde.—(266) El Cielo debe sobre todo recordar­nos al Gran Ser, que descubrió sus leyes y que supo stibordinarle su propia providencia. El Cielo puede tam­bién inspirarnos, mejor que a los fetichistas, el recono­cimiento que merece la apreciación empírica del orden universal.
El Maestro.— (262) Los siete capítulos del volumen Astronómico instituirán: la astronomía preliminar, la parte estática de la geometría celeste, las leyes que resu­men su parte dinámica, sa aplicación a las previsiones normales, la ley fundamental de la mecánica celeste, sú reacción estática y su desarrollo dinámico.

(263) Su conclusión sintética debe apreciar sus prin­cipales resultados y su aptitud para preparar la tercera
fase de la elaboración enciclopédica, relativa a la Físi­ca propiamente dicha.
Clotilde.—(267) Ya que habéis instituido la pare­ja fundamental, matemático astronómica, de la cosmo­Logia, os ruego abordar aquella que determina la tran­sición del espectáculo inferior al dominio superior.
El Maestro.—Según la décima quinta ley de Filo-Sofia Primera, la pareja intermediaria, físico química, es la más alejada de la regeneración.
La introducción religiosa del tercer volumen de la enciclopedia abstracta, relativa a la Física, propiamente
dicha, caracterizará la unidad sólo subjetiva de que es susceptible una ciencia cuyas ramas son independien­tes objetivamente, a pesar de su común destinación respecto al estudio terrestre de la materialidad general.
El orden y el objeto de sus siete capítulos se determi­narán según los sentidos respectivos, ordenados en con­formidad a su especialidad creciente, que corresponde a la transición gradual entre la Astronomía y la Química. Después de la barologla, será necesario colocar el estu­dio abstracto de Los sabores, cuando esté fundado; des­pués se sucederán la termología, la teoría de los olores, la óptica, la acústica y la electrología.
(518) Examinados en su conjunte, los principales estragos del materialismo concreto se refieren a las di­versas ramas de la Física, propiamente dicha, desde la barologla hasta la electrología.
(519) Extendida gradualmente de la Astronomía a la Física, la dominación matemática debe ser rechazada desde su invasión inicial. Después de haber admitido las usurpaciones matemáticas en Astronomía es difí­reprimirlas en Física, donde sin producir nada lo
perturban todo.
(520) Así, por ejemplo, la teo$a de la refracción, estudiada en forma geométrica, desarrolla su ley funda­mental y renuncia a explicarla, mientras que instituida mecánicamente, ella desdeña los efectos reales para unir­me a las pretendidas causas.
Clotilde.—(518) Consideradas religiosamente, las abe­rraciones del materialismo matemático son condenables como contrarias a la dignidad del Gran Fetiche, cuya principal
actividad desconocen para referirla a flúidos imaginarios, que lo dejarían como esencialmente pasivo.
El Maestro.—(267) En cuanto a la Química, obje­te del cuarto volumen de la enciclopedia abstracta, su
1  coordinación puede ser más satisfactoria. La introduc­Otón religiosa caracterizará su conjunto. Sus siete capí­tulos instituirán: el primero, el estudio de los elementos químicos; el segundo, la apreciación química del medio
terrestre; el tercero, ¡a teoría de los menores compuestos; el cuarto, la teoría del segundo y principal grado de com­posición; el quinto, las leyes generales de la combinación; el sexto, el examen del tercer grado y el séptimo, el com­plemento relativo a las sustancias inestables.
(510) Todas las especulaciones sobre las sustancias elementales constituyen, en Química, la diferenciación, mientras el estudio sucesivo de los tres órdenes generales de composición, resulta de una integración má.s o menos reiterada. Entonces se constata que las concepciones diferenciales y las nociones integrales, aunque distintas, se combinan mejor en Química que en el domrnio ma­tomático y aun en el astronómico. El desarrollo analí­tico se subordina más profundamente a la apreciación sintética. Este juicio filosófico, que conviene ya al esta­do presente de la Química, debe sobre todo adaptarse a su constitución normal.
(541) La coordinación de los tres dominios propios de la Lógica, de la Física y de la Moral, consiste en hacer prevalecer aquel que se aproxima más al objeto de la ini­ciación teórica. La ciencia del Gran Ser cumple con es­ta condición, pues el dominio relativo a la destinación practica prevalece hasta el punto de imponer el nombre de Moral al grupo de las tres ciencias: Biología, Socio­logía y Moral.
Debemos dar esta misma forma a la constitución in­terior de la Lógica, caracterizándola por la Mecánica. Será necesario cumplir una transformación equivalente en las tres ciencias que forman la Física y darles enton­ces el nombre de Química.
La preeminencia de la Química fué presentida en la Edad Media, que transfirió el título de filósofo, de los astrónomos a ¡os químicos. La física, propiamente di­cha, no debió prevalecer en Física, como la geometría en Lógica y ¡a sociología en Moral sino durante la evo­lución preliminar.
(268) En nuestra próxima conferencia abordaremos la Moral.
OcTAvo DIÉL000

MORAL

Clotilde.—(268) Ya que habéis caracterizado la siste­matización final de la existencia universal, tanto matemá­tica como astronómica, física y química, os ruego abor­dar el campo especial de la unidad, según su preparación biológica.
El Maestro.—(269) Suintroclucción religiosa hará sen­tir cuanto se eleva el espíritu teórico, pasando del orden material al orden vital.
(512) Entre la Física y la Moral, la transición se hace insensible, según el lazo científico y lógico entre la parte superior de la Química y la parte inferior de la Biología.
(270) La Biología abre el dominio de la unidad, pri­mero nutritivo, después activo y sensitivo,- respecto a seres caracterizados por un concurso continuo que sólo admite análisis para preparar la síntesis.
El estudio propio de la vida se restringe al preámbulo que exige la apreciación sistemática de la Humanidad. Todos los grandes problemas sobre la unidad sólo pueden ser bosquejados en biología, puesto que su solución de­pende sobre todo de las funciones cerebrales, fuentes esenciales de la armonia vital, que se aprecia en la Mo­ral.

La Biología se condensa en siete capítulos, de los cuales los dos primeros instituyen su base estáticá, desde luego anatómica y en seguida taxonómica, mientras que los demás están consagrados a su estudio dinámico. El capí­tulo biotómico sistematiza la sucesión de los tres grados normales del análisis estático, caracterizando los elemen— tos, los tejidos y los órganos.
 (271) La Biología debe estudiar los elementos a fin de
conceháf la armonía entre los sólidos y los flúidos. (278) Esta destinación obliga a considerar que la sangre encie­rra todos los rudimentos de los tejidos y, en consecuencia, de los órganos. Ellos son necesariamente triples a fin dc permitir la vida nutritiva, la actividad muscular y la exci­tabilidad nerviosa, según la estructura celular, fibrosa o tubular, que conviene a los atributos correspondientes.
(12) El tejido celular, único universal, constituye el sitio propio de la vida vegetativa, mientras que la vida animal reside en los tejidos muscular y nervioso.
(574) Es preciso concebir el cuerpo como compuesto de tres parteé, una vegetativa: las vísceras, y las otras dos de carácter animal, una adiva: los músculos (com­prendidos los huesos) y otra pasiva: los sentidos. Estos tres sistemas corporales están respectivamente subordi­nados a las tres regiones cerebrales: afectiva, activa y es­peculativa. El lazo se establece por los tres aparatos ner­viosos: nutritivo, motor y sensitivo, de los cuales la mé­dula espinal y el gran simpático constituyen sólo medios de perfeccionamiento y de conexidad.
(11) La animalidad se subordina siempre a la vegeta­lidad o sea la vida de relación a la vida de nutrición.
Este luminoso principio conduce a reconocer que los únicos fenómenos verdaderamente comunes a todos los seres vivos consisten en la descomr osición y recompó­sición que sin cesar experhnenta su sustancia. El conjunto de las funciones vitales reposa así sobre actos muy aná­logos a los efectos químicos, de los cuales sólo difieren por la inestabilidad y la complexidad de las combinaciones. Esta vida simple y fundamental se manifiesta sólo en los vegetales, donde encontramos su más intenso desa­rrollo, puestó que transforma directamente los materiales inorgánicos en sustancias orgánicas. Iii definición general de la animalidad consiste en la naturaleza viva de los ali­mentos que le corresponden; de donde resultan, como con­diciones necesarias, la aptitud para discernirlos y la facultad de cogerlos; por consiguiente la sensibilid~dyla
contractilidad.
Clotilde.—(12) Concibo así la continuidad enciclopé­dica entre la Biología y la Química. Pero partiendo de la vitalidad vegetativa, no veo como podemos elevarnos hasta el ser humano, aunque reconozca nuestra propia sujeción a las leyes de la nutrición tanto como a las de la pesantez.
El Maestro.—(13) A la dificultad que experimentáis corresponde el principal artificio biológico elaborado d~­
• de Aristóteles hasta Blainville.
(271) El segundo capítulo de la Biología instituye la serie vital para ligar la vegetalidad a la Humanidad, se­gún la sucesión de grados de que es susceptible la Ani­malidad.
(13) La inmensa variedad de los organismos animales
- nos permite establecer entre la más simple y la más com­plicada vitalidad, una transición tan gradual como lo exige nuestra inteligencia.
Sin embargo, esta serie concreta es necesariamente discontinua, según la ley fundamental que mantiene la perpetuidad esencial de cada especie en medio de sus variaciones secundarias. Ya que no debe estudiarse la animalidad sino para conocer mejor al hombre, ligándo­lo al vegetal, estamos plenamente autorizados para eh­minar de la jerarquía animal todas las especies que la perturban. Los estudios más desarrollados respecto a ciertos animales pertenecen en realidad al dominio prác­tico, respecto a las pocas especies con las cuales la exis­tencia humana se encuentra más o menos ligada.
(271) La seria vital se hace inquebrantable y se une tanto a la progresión material como a la evolución hu­mana, constituyendo la continuidad de la Filosofía Se­gunda, en conformidad con la ley de la clasificación debi­da a la Filosofía Primera.
Ctotllde.—(14) Según estas explicaciones comprendo Como la Biología instituye una transición gradual entre el orden exterior y el orden humtuio, Esta inmensa progresión, tanto de los seres como de los fenómenos, se une por su término inferior a la sucesión normal de los tres modos: astrónomico, físico y quftnico de la existencia material. Concibo así la completa realización de la ad­mirable continuidad que me parecía imposible. Pero an­tes de a~bandonar eh orden vital, desearía conocer las dos partes esenciales de su dominio: la vegetalidad y la ani­malidad.
El Maestro.—Este justo deseo será convenientemente satisfecho concibiendo las tres grandes leyes que rigen a cada una de esas existencias. Es necesario ver en esas leyes otros tantos hechos generales, subordinados entre si, pero completamente distintos, cuyo conjunto exphiéa las funciones continuas de la vida de nutrición o las fun­ciones intermitentes de la vida de relación.
(271) El quinto volumen de la enciclopedia abstracta consagra su tercer capítulo a las tres leyes fundamenta­les de la vida vegetativa, estudiando primero la renova­ción, después el desarrollo y por fin la reproducción.
(15) Ninguna existencia orgánica emana jamás do la naturaleza inorgánica. Pero, además, una especie cual­quiera no resulta de otra superior o inferior, a r esar de las variaciones muy limitadas y muy poco couocidas to­davía, que admite cada una de ellas. Existe pues un abis­mo infranqueable entre el mundo vivo y la naturaleza muerta y aun, en menor grado, entre las diversas formad de la vitalidad.
(271) El Capitulo cuarto de la Biología aprecia en for­ma equivalente- la animalidad, por el examen sucesivo de las leyes del ejercicio, del hábito y del perfeccionamien­to.
•   (15) La primera ley consiste en la necesidad alterna­tiva de ejercicio y de reposo, propio a toda vida de rela­ción. La segunda ley proclama la tendencia de toda fun­ción intermitente a hacerse habitual, es decir a reprodu­cirse después que cesa el impulso primitivo. Esta ley del hábito encuentra su complemento natural en la ley de la imitación que no es, en verdad, distinta. Según la pro-
funda reflexión de Cabanis, la aptitud de imitar a otro resulta, en efecto, de la aptitud de imitarse a sí mismo, a lo menos en toda especie dotada de simpatía. Por fin, la tercera ley de la animalidad consiste en el perfecciona­miento, a la vez estático y dinámico, inherente a todos los fenómenos de relación. Respecto a cada uno de ellos, el
- ejercicio puede fortificar las funciones y los órganos que el reposo prolongado tiende siempre a debilitar.
(272) El quinto capitulo de la Biología completa estos dos grupos de leyes vitales, por medio de la séptima ley, relativa a la herencia, que combina las funciones conti­nuas de nutrición con las funciones intermitentes de acti­vidad.
(16) Toda función y toda estructura animal son en cierto grado perfectibles y por lo tanto, la aptitud de todo ser vivo a reproducir su semejante podrá fijar en la es­pecie las modificaciones suficientemente trofundas expe­rimentadas por el individuo. De ahí resulta el perfeccio­namiento limitado pero continuo, sobre todo dinámico y aun estático de cada una de las razas por regeneraciones sucesivas.
(17) La ley de la herencia conviene sobre todo a nues­tros más nobles atributos, pues los fenómenos se hacen más modificables y perfectibles, a medida que su natura­leza es más elevada y especial.
(272) El sexto capítulo de la Biología aprecia las re­laciones necesarias entre el organismo y el medio, base Continua de sus modificaciones respectivas. El séptimo y último cai ltdo de la Biología aborda el estudio general de la modi~cabilidad vital fundada sobre la primera ley de Filosofia Primera, que une al estado normal del orga­nismo todas sus variaciones, aun las enfermizas.
Esta construcción de la teoría abstracta de la vida se condensa en la conclusión sintética que caracteriza los resultados esenciales del tratado biológico y forma el l-reámbulo del sociológico.
ClotiIde.—(576) Comprendo ahora cómo la Vegeta­

lidad, seguida de la Animalidad liga la Tierra a la Hu­manidad.
(18) Os ruego explicarme el dogma positivo respecto al mundo social.
El Maestro.—(274) La introducción religiosa carac­terizará la constitución de la Sociología, como sexta fase enciclopédica ~ su subordinación a la Biología.
(275) Después de haber estudiado la existencia mate­rial del medio, y las condiciones vitales del cuerno, es necesario comenzar el estudio del alma, por las leyes está­ticas o dinámicas de la inteligencia y de la actividad, se­gún la existencia colectiva del Gran Ser.
Los siete capítulos del tomo sociológico establecen las teorías estáticas de la propiedad, de la familia, del len­guaje y de la sociedad y, en seguida, las tedias dinámi­cas del fetichismo, de ha teocracia y de la triple transi— ci6n que conduce a la Sociocracia. El estudio directo del estado normal pertenece a la Moral, como ciencia final, de la cual la Sociología avnstituye una última prepara­ción
(274) La cónclusión sintética de la Sociología carac­terizará sus res ltados esenciales y sU dé~tinaci6h respec­to a la Moral.
(18) Las dos partes de la Sociología, estática y diná­mica, están profundamente ligadas entre sí según la dé.­cima-tercera ley de Filosofía Primera, que prescribe: su­bordinar siempre la teoría del movimiento a la de la e4s-tencia, concibiendo todo progreso como el desenvolvi­miento del orden correspondiente, cuyas condiciones re­glan las mutaciones que constituyen la evolución.
ClotIlde.—(O) Os ruego me d~s a conocer en forma ele­mental la teoría positiva de la propiedad material que será el objeto del primer capítulo dc la Sociología.
El Maestro.—(68) Las necesidades irresistibles a las cuales nuestra actividad debe siempre proveer, son ne­cesariaxnente personales y, por lo tanto, nuestra existen­cia práctica no podría desde luego ofrecer otro carácter. (69) Pero en cuanto ella-comienza a ser social, la coopera­
ción continua tiende a transformar cada vez más el ca­rácter egoísta de la industria primitiva.
Esta transformación decisiva se basa en dos leyes econó­micas que consisten, en que cada hombre puede producir más de lo que consume y en que los materiales obtenidos pueden conservarse más tiempo del que exige su repro­ducción.
(70) La combinación de estas dos leyes permite la acumulación de las riquezas temporales.
(71) Pero, toda acumulación exige la apropiación a lo menos colectiva y aun personal de los productos altera­bles de que se compone.
(72) La institución de los capitales es la base necesa­ria de la separación de los trabajos, que el incomparable Aristóteles consideró como el principal carácter práctico de la armonía social. Para que cada cual se concrete a producir úna sola de las diversas provisiones indispensa­bles a la existencia, es preciso que los demás productos necesarios se encuentren previamente acumulados, de manera a poder obtener, ~ or donación o cambio, la sa­tisfacción simultánea de las exigencias personales.
(73) La formación de los capitales, al permitir la di­visión de los trabajos, impulsa a cada ciudadano activo a vivir para los demás.
Clotilde.—En verdad, aunque el trabajador ya no es esclavo, rara vez se eleva hasta el sentimiento de su ver­dadera dignidad personal y persiste en mirar su oficio como una simple fuente de provecho personal.
El Maestro.—Puesto que cada cual trabaja efecti­vamente para los demás, esta verdad concluirá por ser sentida, cuando el positivismo haja hecho prevalecer en todas partes una ex&cta apreciación de la realidad.
<88) El principal triunfo de la Humanidad consiste en encontrar su perfeccionamiento moral, en las mismas en­gencias de la vida animal.
(74) El gran problema humano, el ascendiente del al­truIsmo sobre el egoísmo, es susceptible de una verdadera solución hacia la cual tiende nuestro destino y cuya reali­zaeión gradual constil uye la mejor medida de nuestro progreso.
Clotilde.—(75) Creo que la tendencia de la existencia práctica a desarrollar los instintos egoístas habria.hecho inposible la regeneración final si, al mismo tiempo, otra influencia esiiontánea no hubiese cultivado los instintos altruistas. Tal ha sido sin duda, el admirable destino de las afecciones dom&icas, como un de explicarlo sin duda la teoría de la Familia en el segundo capítulo de la Socio­logía.
El Maestro.—(70) En efecto, la eficacia moral dc la vida doméstica consiste en formar la úuiiça transición na­tural que puede desprendernos de la personalidad para elevarnos a la verdadera sociabilidad.
La familia debe concebirse como fuente dc la educación moral, o como base de la organización política.
(77) Tales son las dos teorías, moral y política, de la Familia, que se resumen en una sola concepción religiosa, considerando a la Familia como destinada a desarrollar la influencia de la mujer sobre el hombre. La Mujer, como madre, esposa, hermana o hija, está destinada a preservar al hombre de las desviaciones egoístas inherentes a su existencia práctica o teórica. Su superioridad afectiva le confiere este destino fundamental, que el progreso social desarrolla cada vez más, libertando a la mujer de todo trabajo fuera del hogar.
(78) El predominio de la actividad pacífica desarrollará la vida de familia en el proletariado. Entonces la familia será la base de la Sociedad y la c~istencia política estará destinada a consolidar y perfeccionar la existencia do­méatica.
Clotilde.—(79) Presiento que en la constitución ínti­ma de la Humanidad, mientras que la propiedad conso­lida su existencia práctica y la familia determina su desarrollo moral, la institución fundamental dcl lenguaje humano se presenta en el tercer capítulo de la Sociología, como el lazo entre las familias y como el principal instru­
mento de la reacción de la vida política sobre la vida do­méstica.
El Maestro.—En efecto, la institución de la propiedad tiet~ina el destino esencial dr la religión, permitiendo el desarrollo de la actividad que ella debe disciplinar. Por su parte, la familia áuministra a la religión la fuente afec­tiva de la fuerza moral que tal disciplina requiere. Por fin, el lenguaje procura a la religión el instrumento gene­ral según el cual se forma, se transmite y se aplica la fe reguladora que resulta del desarrollo social de la inteli­gencia humana bajo el dominio natural del orden uni­versal.
(81) La teoría del lenguaje se reduce a sistematizar el uso vulgar de esta palabra, restringiendo el nombre de signo al lazo constante entre una influencia objetiva y una impresión subjetiva.
(80) La elaboración del lenguaje supone una influen­cia colectiVa en la qu~ el concurso de las generaciones es tan indispénsable como el de los contemporáneos. Los más grandes esfuerzos de los genios no podrían llegar a construir ninguna lengua real.
(82) La reacción del lenguaje sobre los sentimientos, sobre todo altruistas, se hace tanto más viva y profunda cuanto más coinpleta y enérgica es la expresión. Esta gradación sc manifiesta comparando los tres modos ge­nerales de la comunicación humana: mímica, oral y escn­ta. La exnresion mímica impresiona menos que ninguna otra al intérprete, aunque pueda afectar mucho al espec­tador. La expresión oral, acémpafiada de gestos y acti­tudes tiene mucha más eficacia moral como se comprueba en la oración religiosa. Pero la expresión escrita nos im­presiona aun más cuando es espontánea.
Clotilde.—(83) Por eso las cartas de los dignos aman­tes, son en general más tiernas que sus conversaciones.
Comprendo ahora que el Oran Ser pone el lenguaje a la disposición de sus servidores para comunicar y perfec­cionar sus sentimientos y sus pensamientos~ El lenguaje puede compararse a la propiedad, pues él cumple, en la vida espiritual de la Humanidad, un oficio equivalente al del capital en la vida material. El lenguaje facilita la adquisición de los conocimientos humanos, teóricos y prác­ticos, dirige el desarrollo estético, consagra esta riqueza y la transmite a los futuros cooperadores.
El Maestro.—(84) La proØedad, la f~milia y el len’ guaje corresponden a las tres ¡artes esenciales de la existencia cerebral: la actividad, el séntimiento y la in­teligencia.
(19) Para fundar la teoría de la Sociedad, objeto del cuafto capítulo de la Sociología, es necesario concebir al Gran Ser como dirigido por el sentimiento, esclarecido por la inteligencia y sostenido por la actividad. De ahí resultan los tres elementos esenciales del orden social: el afectivo, el teórico y el práctico. El elemento práctico constituye la base necesaria de toda la organización del Gran Ser. JA actividad material sólo puede desarrollarse por una cooperación creciente en que se subordina cada vez más la solidaridad a la continuidad, que es el más no­ble y decisivo de los atributos del Gran Ser.
(85) La teoría positiva de la Sociedad se deduce del principio fundamental del incomparable Aristóteles, que descubrió que el carácter esencial de todo organismo co­lectivo consiste en la separación de los oficios y el concur­so de los esfuerzos.
(87) Este admirable principio instituye una luminosa combinación entre los dos elementos necesarios de todo pensamiento político: la sociedad y el gobierno. El go-bienio consiste en la fuerza de cohesión social que debe, a la vez, reprimir las divergencias y dirigir las convergen­cias.
(86) En cuanto la propiedad, la familia y el lenguaje se extienden sobre un territorio, bajo un mismo gobierno, se constituye un núcleo del Gran Ser. Una ciudad fué siempre el origen de las más vastas asociaciones que se desarrollan por incorporación libre o forzada.
(88) El gobierno político, que resulta de la cooperación práctica, requiere un guía intelectual, una consagración
moral y un regulador social. Estas tres exigencias se sa tisfácen fundando una sociedad más general que se sobre­pone a la sociedad política, como ésta a la sociedad domés­tica. Tal es el principal destino de la verdadera religión. La Iglesia reune a las ciudades como la Ciudad reune las fámilias.
(89) Es necesario distinguir tres poderes sociales: el poder material, el poder intelectual y el poder moral, que reposan respectivamente en la fuerza, la razón y la aféc­ción. El poder intelectual y el poder moral se combinan bajo el título de poder espiritual, destinado a guiar, con­sagrar y regular al poder temporal.
Clotilde.—(90) El poder espiritual que aconseja, consa­gra y regula a las autoridades prácticas, como órgano de la solidaridad y de la continuidad humanas, debe sin du­da mantenerse ajeno al ejercicio del mando y a la admi­nistración de la riqueza.
El Maestro.—(91) r espué~ de la separación fundamen­tal entre el poder teórico y el poder práctico es necesario separar en este último a los empresarios de los trabaja­dores, o sea a los patricios de los proletarios, y establecer entre los jefes industriales la jerarquía de banqueros, co­merciantes, fabricantes y agricultores.
(92) La teoría de la existencia social, consiste en apre­ciar la forma en que la Iglesia sistematiza la Patria y la Familia.
(93) Aunque cada una de las tres providencias: prác­tica, intelectual y afectiva, desarrolle dignamente su des­tino especial, siempre tiende a no preocuparse de las fun­ciones que corresponden a las otras dos.
Para prevenir o disipar sus íntimos conflictos, la exis­tencia social establece una providencia general que, li­gándose directamente a cada una de las tres providencias especiales, es apta para mantener su armonía.
Oloti.lde.—Tal es sin duda el destino natural del pro­letariado, que se une a la mujer por los lazos domésticos, al sacerdocio por la educación y cl consejo y al patricia­do por la activiilad y la protección. (20) Su influencia será aun indispensable para contener o contrarrestar en las mujeres la exageración del sentimiento.
El Maesú-o.—Esa es la gran función social que carac­teriza al proletariado. Pues, si aun la influencia afectiva. puede olvidar su verdadero destino, preocupándose dema­siado de sus propias necesidades, este peligro debe desa­rrollarse más en la autoridad especulativa y en 4 poder activo, cuya atención está absorbida por esfuerzos espe­ciales. L~ providencia moral de las mujeres, la providen­cia intelectual del sacerdocio y la providencia material del patriciado necesitan ser completadas por la provi­dencia general del proletariado, para constituir el admi­rable conjunto de la providencia humana.
Clotilde.—Comprendo que la gran función del patri­ciado consiste en répartir las provisiones de uso y de con­sumo y en concentrar los instrumentos de producción y me parece que los conflictos entre el patriciado y el pro­letariado sólo pueden ser resueltos por el saéerdocio.
El Maestro.—(95) Es necesario considerar que el ser­vicio de la Humanidad es siempre gratuito. El salario sólo paga la pArte material de cada oficio, reparando el consu­mo que exige constantemente el órgano social y, a menudo, su ftmción. En cuanto a la esencia del servicio, no es sus­ceptible de otra recompensa que la satisfacción de cumplir­lo y la gratitud que determina.
(97) El patriciado debe aserrar a todo ciudadano su existencia temporal, independientemente de su servicio especial, garantizando al proletariado la propiedad per­sonal o doméstica de todo lo que sea de su uso continuo y exclusivo. Este principio equivale a hacer coincidir los dos sentidos generales de la palabra propio.
(98)     El conjunto de los deberes cívicos del patriciado respecto al proletariado se reduce a garantizar a todos los ciudadanos laboriosos el desarrollo completo de la exis­tencia doméstica, eliminando la insuficiencia y la irregu­laudad de los salarios industriales. Respecto a esta obliación fundamental, cada jefe temporal es moralmente responsable ante sus propios subordinados, y todos deben considerarse solidados los unos de los otros.
(97) En cuanto a la providencia femenina, la religi6n positiva consagra el principio natural de que el hombre debe alimentar a la mujer.
(96) Del mismo modo la clase activa debe colectiva­mente alimentar al sacerdocio.
Clotllde.—(99) La estática social a la cual se destinan los cuatro primeros capítulos de la Sociología, determi­na los principales caracteres del orden final. La dinámica social, objeto de los tres”últimos capítulos> explicará sin duda la serie de ~Éises de la gran evolución.
El Maestro.—(24) Nuestra existencia, que se caracte­riza principalmente por la unidad, debe desarrollar en su evolución, la armonía humana. Así, toda la historia de la Humanidad se condensa necesariamente en la de la Re­ligión. La ley general dcl movimiento humano consiste en que el hombre se hace, bajo todos aspectos, cada vez más religioso.
(123) Según su naturaleza compuesta, el Gran Ser tiene por principio el amor universal, fuente única del li­bre concurso. La preponderancia continua del sentimiento sobre la inteligencia y la actividad llega a ser así la ley fundamental de la armonía humana. Este principio sinté­tico había sido instituIdo en forma espontánea por el feti­chismo y. consagrado sistemáticamente por la teocracia.
(123) El fetichismo, a cuyo estudio se destina el quin­to capítulo dé la Sociología, suple, por el sentimiento, la impotencia de la inteligencia, al encontrar el principio de todas las explicaciones en las af~cciones correspondien­tes a los seres que asimila al hombre.
(25) La aptitud moral del fetichismo se constata por su tendencia a hacer prevalecer por doquiera el modelo hu­mano
(26) Por su adoración material, modera las inmensas destrucciones que los pueblos nómades, cazadores o pas­tores, efectúan sobre. los animales o los vegetales. Pero su principal beneficio consiste en dirigir la primera de lasrevoluciones sociales, la que sirve de base a todas las de­más: el establecimiento de la vida sedentaria.
(190) La institución de la familia y la subordinación del hombre al mundo constituyen los servicios fundamentales del Fetichismo.
- (26) Cuando los astros llegan a ser los principales f e-tiches, comunes a vastas poblaciones, el fetichismo se liga al p’oliteísmo, que siempre proviene de la Astrolatrla, co­mo lo indican los nombres de los grandes dioses.
(27) El fetichismo, eséncialmente relativo al mundo material, no podía abrazar nuestra existencia intelectual y moral. Pero al introducir seres sobrenaturales, se les pudo adaptar a este nuevo destino, que no tardó en pre­valecer. Al mismo tiempo el politeísmo consolida y desa­rrolla el sacerdocio fundado por la Astrolatría.
La confusión de los poderes espiritual y temporal y la esclavitud de la población laboriosa son las dos institucio­nes conexas y comunes a to<dos 1o~ modos del r~imen po­liteísta.
Clotllde.—(28) Despu4Ñ de esta apreciación general, desearía conocer las principales formas de ese régimen.
El Maestro.—(29) La más fundamental de esas for­mas consiste en lá Teocracia, propiamente dicha, a cuyo estudio se destina el se4to capítulo de la Sociología.
La Teocracia reposa en dos instituciones conexas: la herencia de las profesiones y la preponderancia universal de la casta sacerdotal.
(30) En toda teocracia se establece por fin el ascen­diente social de los guerreros sobre los sacerdotes. Aun la Judea experimentó esta revolución, cuando los reyes mice-dieron a los jueces, seis siglos después de su fundación.
(31) La Téocracia cultiva simultáneamente los tres aspectos: afectivo, intelectual y activo de nuestra exis­tencia, la cual queda sometida así a reglas completas, aunque poco favorables al progreso. Sólo se aceleré la evolución humana cuando se rompió esa armonía, para desarrollar sucesivamente cada uno de los tres aspectos, intelectual, activo y afectivo, de nuestra existencia. Este
carácter incompleto nos presentan la elaboraciói griega, la preparación romana y la iniciación católico feudal.
Clotilde.— (32) Concibo la naturaleza y la sucesión de las tres grandes fases de la transición occidental, cuyo estudio será el objeto del séptimo y último capítulo de la Sociología. Pero desearla comprender mejor su marcha y su encadenamiento desde la evolución griega.
El Maestro.—(33) El movimiento griego comienza por la poesía, de la cual Homero es el eterno represen­tante.
La poesía prepara el advenimiento de la filosofía que, bosquejada por Tales y Pitágoras, se personifica en el incomparable Aristóteles.
(34) A su turno, la ciencia, admirablemente represen­tada por Arquímedes, llegó a ser el objeto principal del genio griego.
Clotilde.—En cuanto a la preparación romana, ya la habéis caracterizado en el Culto público> como desti­nada a preparar el orden normal, subordinando la especu­lación a la acción y la vida privada a la vida publica, y habéis representado la sociabilidad militar por Escipión, C~ar y Trajano.
El Maestro.—(35) El desarrollo de nuestras prmcipa­les fuerzas teóricas y prácticas no tardó en hacer sentir la necesidad de reglamentarIas; pues la disciplina espon­tánea que resultaba de su finalidad conquistadora desa­pareció radicalmente en cuanto terminó la conquista. En­tonces el espíritu y el corazón se entregaron a desarre­glos sin ejemplo. Al mismo tiempo que la regeneración se hacía indispensable, el conjunto de los antecedentes fle­co romanos le suministraba una base sistemática, conla preponderancia intelectual del monoteísmo, combmada con la tendencia social hacia una religión universal.
(36) El cato: licismo surgió así para satisfacer esta in­mensa necesidad de disciplina com1 leta, bajo el impulso del incomparable San Pablo.
Este principal propósito sólo podía ser alcanzado con la separación de los dos poderes humanos: espiritual y temporaj, emanada espontáneamente de una situación
en que el monoteísmo católico se propagaba bajo la do­mmación política del politeísmo.
(37) Una admirable disciplina se establece entonces en el conjunto de los sentimientos humanos. La ternura caballeresca se encuentra preparada y sancionada por la fe. La institución del celibato eclesiástico destruye la he­rencia sacerdotal y constituye el más decisivo golpe al régimen de las castas en el Occidente. Se prepara el desa­rrollo general del progreso intelectual, terminando de elaborar la lógica humana que, fundada en el sentimiento por el f~tichismo, debió el empleo de las imágenes al poli­teísmo y se completé con la asistencia de los signos, bajo el monoteísmo.
(21) La separación entre la asociación religiosa y la asociación civil permitió, en la Edad Media, substituir la libre incorporación de los pueblos occidentales a la in­corporación forzada que les procuró la dominación ro­mana. Así ofreció el occidente el admirable espectáculo de una unión siempre voluntaria entre naciones indepen­dientes, fundada sólo en una fe común.
Clotilde.—(38) Veo que esta admirable transición hizo surgir todos los gérmenes del régimen final. Ella bosquejó aun el verdadero orden humano a la vez temporal y espi­ritual.
(39) El sentimiento feudal, después de haber instituido el culto de la Mujer, Freludio necesario de la Religión de la Humanidad, determinó en el siglo de las cruzadas, el culto preponderante de la Virgen María.
~i Maestro.—Pero, los resultados de la Edad Media exigieron un nuevo régimen, en cuanto el islamismo y el catolicismo se neutralizaron mutuamente.
Así se abre desde el comienzo del siglo XIV la inmensa revolución occidental que la Religión de la Humanidad viene a terminar.
de de. (40) Desearía conocer la marcha general este movimiento para seguir el desarrollo simultáneo de la anarquía y de la renovaciór,.
El Maestro.—(41) El movimiento revolucionario fué siempre dirigido, desde su comienzo, por dos clases co­nexas: los metafísicos y los legistas, que constituyen el elemento espiritual y el temporal de este régimen negati­vo, caracterizado en las universidades y en los parlamen­tos.
A los vanos esfuerzos de los papas del siglo Xliii para establecer su dominio absoluto, sucedió en el siglo XIV la resistencia de los reyes que anularon irrevocablemente cl poder occidental del papado. Esta revolución se com­pletó en el siglo XV con la subordinación de cada clero na­cional a la autoridad temporal.
(101) El catolicismo, separando los dos poderes, espi­ritual y temporal, se esf6rzó en sistematizar nuestra ens­tencia por medio del sentimiento. De su fracaso proviene la revolución occidental que debió a la vez descomponer el régimen preliminar y desarrollar los elementos afectivos, intelectuales y prácticos propios del orden final.
El advcnimiento de la Religión Universal fijé el resul­tado del conjunto de las preparaciones anteriores y la base indispensable de los esfuerzos destinados a vencer la anar­quía moderna.
Clotllde.—(275) Comprendo que la sociología consti­tuye la última preparación de la ciencia moral.
(276) Todo el resto de esta conversación debe referir-se a esa ciencia final, término de todas las teorías y fuen­te de las concepciones prácticas. En ella el dogma se reu­ne al culto para sistematizar el régimen.
El Maestro.—(277) La introducción religiosa del estu­dio de la Moral debe caracterizar su constitución general y su subordinación normal a la Sociología.
(278) Los tres primeros capítulos del último volumen de la enciclopedia abstracta establecen las doctrinas ge­nerales sobre las cuales reposa el conjunto de la ciencia moral. El capítulo inicial instituye la teoría positiva de la naturaleza humana, El segundo capitulo construye la teoría del Gren Ser y el tercero la teoría positiva de la verdadera unidad. Ya os he bosquejado estas dos últimas teorías en nuéstros dbs primeros diálogos.
(279) El cuarto capítulo establece la teoría de la vida humana cuyo estudio sólo pudo ser preparatorio en Bio­logía, a falta de las nociones cerebrales, únicas que permi­ten concebir la armonía entre el cuerpo y el cerebro. Los tres últimos capítulos de la M&al establecen las leyes- ge­nerales de la existencia: afectiva, especulativa y activa.
(286) Su conclusión sintética será el resumen general de la enciclopedia abstracta de la ciencia y la fuente direc­ta de la enciclopedia concreta del arte, que perfecciona al hombre, a la sociedad y al mundo.
Clotilde—Creo que la teoría subjetiva del cerebro se reduce al estudio del cuadro de las funciones cerebra­les. (Véase cuadro Ni’ ~>.
El Maestro.—(575) La región especulativa del cere­bro, tanto como la región activa son auxiliares de la re­gión afectiva, altruIsta y egoísta, en la cual consiste esen­cialmente el organisMo cerebral. El aparato mental ej er­ce respecto a la región afectiva un oficio análogo al que llenan, respecto a la inteligencia, los ganglios sensitivos,
(481) Las pretensiones espontáneas de la inteligendih para dirigir la sistematización humana podrían volver a tomar un peligroso desarrollo si la supremacía universal del sentimiento no 4iese consagtada de una manera especial. Es necesario que la principal concepción religiosa esta­blezca que el altruismo es la única fúente de la unidad ge­neral y de la armonía mental. Basta constatar la intermi­tencia de las f(mciones de concepción y de expresión, pró­pias de la inteligencia, para sentir que ésta es sólo un agen­te y que el principio de esas funciones reside en la supre­macía del sentimiento. Sólo ella puede hacer converger los esfuerzos intelectuales hacia su destino normal, que don­siste en secundar la unidad simpática, ligando el hombre a la Humanidad por el desarrollo de la vida subjetiva.
(44) La teéria estática del cerebro consiste en repartir las funciones interiores en tres grupos, asignando su región
posterior, al sentimiento, su extremidad anterior, ala inteligencia y su parte media, a la actividad.
El sentimiento es el centro de la existencia moral, que sin él no sería susceptible de unidad. Por la inteligencia y la adtividad, el ser animado se pone en relación con los cuerpos exteriores, para conocerlos o para modificarlos. Las regkrnes correspondientes se ligan, con ese objeto, a los sentidos o a los músculos.
(45) Las necesidades de ejercicio de la inteligencia y de la actividad no pueden llegar a ser los motores esenciales de la naturaleza humana, cuya unidad depende siempre de un afecto preponderante.
(47) Las funciones especulativas y acti-va8 del cerebro, como los sentidos y los músculos, están sometidos al re­poso periódico. Las funciones afectivas pueden y deben funcionar sin cesar y ellas constituyen la unidad del alma humana, como principio de armonía y como fuente de continuidad.
Clotilde.—(O) Esto confirma vuestra máxima: “Nos cansamos de pensar y de actuar, pero nunca nos cansamos de amar”.
Os ruego me deis a conocer estas funciones preponde­rantes del alma.
El Maestro.—(42> Cada función afectiva constituye un verdadero deseo, cuando está en estado activo y un simple sentimiento, cuando queda en estado pasivo.
(48) La vida afectiva se subdivide en personalidad y sociabilidad: el egoísmo y el altruismo.
~49) El egoísmo se divide en instinto de la conservación e instinto del perfeccionamiento.
El que concierne a la conservación, se refiere al indi­viduo o a la especie.
(51) La conservación de la especie exige dos instintos diferentes: el sexual y el maternal.
La conservación comprende pues, tres instintos: el nutritivo, el sexual y el maternal.
(52) El perféccionamiento se obtiene por destrucción de los obstáculos y por construcción de los medios.
(53) La transición entre estos cinco instintos egoístas y los instintos sóciales se cumple por dos tendencias distin­tas, el orgullo o necesidad de dominación y la vanidad o necesidad de aprobación.
Clotilde.—Esta distinción entre el orgullo y la vani­dad debe ser la fuente natural de la división de los dos po­deres, temporal y espiritual que se ligan así a la organi­zación cerebral. -
El Maestro.—Eii efecto, ambos aspiran al ascendiente personal, el uno por la fuerza y el otro por la opinión. El orgullo impulsa a mandar y la vanidad a aconsejar, per­suadir y convencer.
(54) Las funciones afectivas terminan por los instin­tos sociales o altruístas. (55) Esos instintos superioíes se reducen, según Oall, a trcs: la simpatía, la veneración y la bondad o amor universal.

(22) La energía superior de los instintos personales reac­ciona sobre los instintos altruistas proÑrándoles un im­pulsó inicial. Una vez que surge la afección benévola, ella persiste y se engrandece, gracias a sü encanto incompara­ble, aunque haya cesado el primitivo estímulo egoísta.
Clotilde.—(0) Os ruego me indiquéis la ubicación de los instintos egoístas y altruIstas en el cerebro.
El Maestro.—(5o) El instinto nutritivo debe ubicarse en la parte mediana del cerebelo, cuyas regiones laterales están destinadas al instinto sexual.
(51) El instinto maternal ocupa la mitad posterior del cerebto inf~rior.
(53) Los instintos destructor y constructor están si­tuados el primero a los lados y el segundo encima del ór­gano del instinto maternal.
(54) Los instintos de orgullo y vanidad se sitúan el primero a los lados y el seg~indo encima del instinto cons ti-uctor.
(56) La bondad está colocada en la parte más alta y mediana del cerelio frontal y la veneración hacia atrás de. la bondad:
Entre estos dos sitios y el de la vanidad queda un espa­cio destinado al órgano de la perseverancia.
En cuanto a la simpatía, ella queda colocada a los lados de la veneración y su órgano inclinado hacia atrás viene a ligarse por debajo a la vanidad. Así se mantiene la con­tinuidad total de la región afectiva.
Cíotilde.—(57) Ya que me habéis indicado la parte fundamental de la teoría cerebral, os ruego me expliquéis la región especulativa y la región activa del cerebro.
El Maestro.—(5S) La memoria y la imaginación, como el conocimiento y el juicio, constituyen resultados com­puestos debidos al concurso de las verdaderas ftanciones elementales del espíritu.
(59) Conio Kant lo ha sentido, cada una de nuestras opiniones es a la vez subjetiva y objetiva, ya que en ellas nuestro espíritu es a la vez activo y pasivo.
(60) Es preciso distinguir dos especies de funciones men­tales, relativas unas a la concepción y otras a la expre­s;on.
(61) La concepción es a su vez de dos especies, una pa­siva: la contemplación y otra activa: la meditación.
(62) La contemplación sc distingue en concreta, o relativa a los seres y en ahatracta, o relativa a los fenó­menos. La primera conviene al arte, estético o técnico, y la segunda a la ciencia.
(63) En cuanto a la meditación, ella se distingue en inductiva y deductiva. La primera coinpára y generali­za y la segunda coordina y sistematiza.
(65) Respecto al órgano cerebral del lenguaje, su función se concreta a aprender y a inventar signos.
(63) La contemplación abstracta está situada en la lí­nea media de la parte inferior del cerebro frontal. La con­templación conereta está situada a cada lado en la misma parte del cerebro, sobre el ojo correspondiente y se extien­de hacia el oído.
(64) La meditación deductiva está situada en el medio de la parte superior del cerebro frontal. La meditación inductiva está al exterior en contacto directo con la con­templación concreta.
(66) El órgano del lenguaje comienza en medio de los bordes anteriores de la región frontal y se extiende hacia las sienes, quedando así equidistante del ojo y deY oído, sus principales auxiliares. Esta situación le permite esta­blecer el único lazo de la región activa del cerebro con el conjunto de las facultades mentales.
(iiotilde.—Sólo os queda por indicar las funciones prác­ticas del cerebro.
El Maest5ro.—(67) Todo ser activo se encuentra dotado de Iniciativa para emprénder; de prudencia para eje­cutar y de perseverancia para cumplir.
La perseverancia está situada en la línea media hacia atrás de la veneración. A sus dos lado’s reside la prudencia, inclinada hacia adelante, hasta la región intelectual y cru­zando, al comienzo, el órgano de la simpatía que se md­na en sentido inverso.
La iniciativa, está colocada a los lados del órgano de la vanidad.
Clotilde (0> Me parece que los esquemas hechos por uno de vuestros discípulos están- de acuerdo con estas in­dicaciones., (Veánse Esquemas).
(46) Cómprendo que las operaciones mentales se desa­rrollan para esclarecer la actividad impulsada por un sen­timiento egoísta o altruista. Así, la armonía del alma hu­mana y aun la de los animales se caracteriza por la máxima que habéis inscrito en el cuadro cerebral.
“Actuar por afección y pensar para actuar”.
El Maestro.—(43) Las tendencias afectivas sólo ad­miten consultas especulativas para apreciar la conve­niencia de los deseos. Las aptitudes prácticas necesitan conocer el fin exterior para ejecutar el acto voluntario.
(58) La voluntad constituye el último estado del deseo cuando la deliberación mental ha reconocido la convenien­cia de un impulso dominante. La voluntad debe referirse exclusivamente a los órganos af~ctivos -
(279) Es i4ecesario completar la teoría del cerebro esa-
minando las funciones exteriores, sensitivas y motrices del aparato cerebral. Es préciso determinar el número y la posición de los ganglios sensitivos que presiden a las rela­ciones pasivas del áér con el medio exterior.
280) Esta investigación exige la enumeración previa de los sentidos. Creo que deben reconocerse ocho sentidos distintos, uno g€neral: el tacto, y siete especiales: el mus­cular, el gusto, la calorición, el olf~to, la vista, el oído y la electrición. Para cada uno de estos ocho sentidos es necesario admitir nervios propios, menos apreciables pero tan independientes como los de la vista y el oído, y ade­más, la existencia de un ganglio cerebral donde se termi­na el aparato nervioso.
Puesto que la contemplación se cumple según los dif e-rentes sentidos, su órgano cerebral debe ser distinto de esos ganglios.
(281) En cuanto a las fønciones activas del cerebro, debe concebirse la inervación como destinada a estimu­lar las contracciones que la fibra muscular puede cumplir espontáneamente. La íntima solidaridad que caracteriza el aparato motor, cuyas diversas partes pueden suplirse mutuamente, no exige ni aún permite ningún ganglio es­pecial sino una relación directa con la región activa del cerebro.
Clotilde.—(282) Creo que el cuarto capítulo de la Mo­ral constituirá la doct~ina bosquejada por Cabanis res­pecto a las relaciones generales entre el físico y el mo­ral del hombre.
El Maestro..—(578) La Moral positiva sistematiza la armonía vital según las relaciones fkuitdamentales entre el cuerpo y el cerebro. (282) Deben sobre todo estudiarse las relaciones corporales de la región afectiva del cerebro y establecerse la distinción fündamental entre las dos ii4luencias simultáneas que el cerebro recibe del cuerpo por los vasos sanguíneos y por los nervios, que ligan la existencia nutritiva a la vida de relación. La acción de la Sangre es común a todas las regiones cerebrales y sóloprevalece en la región aftctiva por su preponderancia y por sus lazos con las otras, El instinto de la conservadión se liga al cuerpo por los nervios especiales de la nutrición. Esa inervaciÓn es análoga a la de los nervios motores sobre las fünciones musculares.
(283) Las relaciones especiales entre el cuerpo y el c&­rebro se reducen a los instintos nutritivos, sexual y mater­nal.
(284> Las funciones vegetativas que corresponden a los instintos sexual y maternal, ftzera de su acción directa y especial sobre el cerebro, lo afectan indirectamente por intermedio de la sangre. La reabsorción interna de sus se­creciones, estimula o calma, según provengan de las fun­ciones f~cundantes o alimenticias.
Las influencias recíprocas entre el cuerpo y el cerebro deben explicar todas las reacciones normales y aun las que suscitan los síntomas mentales y corporales de la en­fermedad, de manera a incorporar la medicina a la moral.
(571> Las llamadas enfermedades se reducen a simples síntomas. Sólo existe una sola enfermedad que consiste en no estar bien,
Puesto que la salud reside en la unidad, la enfermedad resulta siempre de una alteración de la unidad por exceso o defecto de una de las Ñnciones que deben estar en armo-nf a.
(572) La unidad reposa en el altruismo y, por lo tanto, el mejor médio de conservar la salud consiste en desarro­llarlo.
(581> La perturbación espontánea de la región altruIsta afetfla desde luego la región egoísta y, por consiguiente, la vida vegetativa, después la región activa y por fin la región especulativa.
Esta marcha general de las reacciones cerebrales, que constituyen la simple indisposición, se distingue de la naciente enfermedad corporal, en que ésta consiste en una dilatación especial de la fase egoísta y vegetativa del con-
junto de la reacción; dilatación debida a la predisposición de una víscera afectada, sea por el estado propio de la víscera o por la influencia del medio.
Clotilde.—(573) Así la ciencia y el arte tienden a con­fundirse en la Moral que establece el conocimiento y el gobierno de la naturaleza humana, único objeto definiti­vo de nuestras sanas especulaciones. (572) Todas las cien­cias sólo tienen valor preparando el esttrdio de la naturale­za humana, y éste se sistematiza ligándose a su destino práctico para perfeccionar al hombre; todo lo demás es vanidad.
El Maestro.—(285) Las relaciones mutuas entre el f5sico y el moral deben desarrollarse más, a medida que el organismo se eleva, haciendo que las relaciones de los tres órdenes de nervios con los vasos prevalezcan mejor sobre las fttnciones vegetativas. A este respecto, la mujer supe­ra al hombre, según un desarrollo más completo de los dos sistemas nervioso y vascular. Ella se encuentra así destinada a suministrar el mejor modelo de la influencia recíproca entre la vida cerebral y la existencia corporal. Cuando la reorganización positiva de las opiniones y de las costumbres haya colocado a las mujeres a la cabeza de la Sociocracia, su acción fetal se desarrollará profunda­mente. Entonces la Utopía de la Virgen Madre será el re­sumen ilel perfeccionamiento humano.
Clotilde.—(0) Comprendo que los tres últimos capí­tulos del tratado de Moral teórica, relativos a la existen­cia afectiva, intelectual y activa, están en el fondo ext~li­cados en estas conferencias que abarcan el Culto, el Dog­ma y el Rdkimen de la Religión Universal.
(287) Os ruego terminéis este diálogo indicándome la filiación normal entre la enciclopedia concreta y la enci­cloçiedia abstracta.
El Maestro.—La Moral, que termina la enciclopedia abstracta, la reune a la enciplopedia concreta, pasando de la moral teórica a la moral práctica. La educación constituye, en efecto, el primero de los artes, el único pIe-

namente general, que perfecciona la acción mejorando al agente.
Clotilde.—(O) Qonozco vuestro plan de Moral Prác­tica, que instituye el perfrccionamiento de la naturaleza humana y veo que abarca toda la vida, desde la concep­ción basta la muerte (Véase cuadro N> 5).
ElMaestro.—Q301) En efecto, la educación abraza el conjunto de la vida objetiva, cuando se la considera como una preparación gradual de la existencia subjetiva. La educación designa entonces toda preparación dirigida primero por la Familia, después por la Patria y por fin por la Humnidad.
(288) Los artes que no se refieren al orden humano si­no sólo al orden exterior no son susceptibles de ninguna coordinación esjecial, pues por múltiples que fueran sus preceptos, siempre quedarían inferiores a la diversidad de los casos. Pero el conjunto de la acción del hombre sobre el mundo puede y debe ser sistematizado en confor­midad al de las especulaciones correspondientes. Tal será el objeto del Sistema de Industria positiva o Tratado de la Acción total de la Humanidad sobre su planeta.
(289) Su introducción religiosa caracterizará la cons­titución de la enciclopedia concreta y su subordinación a la enciclopedia abstracta. Los dos primeros capítulos de­ben instituir su relación con el orden humano, explicando suóesivamente la organización espiritual y la economía temporal de la industria positiva.
14s cinco capítulos siguientes caracterizarán respec­tivamente la acción en matemática, en adtrondmía, en fí­sica, en química y en biología, tanto animal como yegetal.
(576) Así los grados de la adoración constituyen una escala conforme a los de la contemplación y de la acción.
La cdnclusión ~intó$ica del vóZldmen concreto comple­tará el impulso religioso de suintroducción, caracterizan­dó la insuficiencia y aun el peligro del arte exterior cuan­do se desconoce su subordinación al arte humano.
H6 aquí ¿orno surge una Filosofía Tercera destinada a
completar la Filosofía Segunda emanada de la Filosofía Primera.
(290) Estos tres grados de la Filosofía positiva consti­tuyen la transición gradual desde el dominio del sentimien­to hasta el de la actividad, según la misión nonnal de la inteligencia. El Dogma debe subordina.rse al Culto a fin de instituir mejor el Régimen que será el bbj eto de nues­tras tres conferencias siguientes.

5,—Diaou os.
Novswo Diítouo

CONJUNTO DEL REGIMEN~
Clotllde.—(291) Me habéis dicho, padre mío, que sin las exigencias que resultan de nuestra situación material, el Culto bastaría para reglar nuestra existencia. Ella consis­tiría entonces en el desarrollo de los afectos, mientras la especulación se concretaría a revelar las leyes morales y la acción a ejecutar obras estóticas. El egoísmo se encon­traría así reprimido por el atractivo del altruIsmo y se ob­tendría la preponderancia del sentimiento sobre la inte­ligencia y la actividad.
El Maestro.—(292) Nuestras necesidades materiales requieren una existencia práctica y teórica, difícilmente conciliable con la existencia moral. El espíritu, impulsado a estudiar el orden exterior para modificarlo, tiende a des­conocer su subordinación normal al corazón.
(291) Para instituir la religión positiva, la principal dificultad consiste en conciliar la simpatía y la síntesis, respectivamente desarrolladas por el Culto y el Dogma. Su combinación regular constituye la destinación del Régimen. De este modo, los tres elementos de la Religión Universal concurren a fundar la unidad positiva siste­matizando el amor, la fe y la actividad, triple base de la virtud.
(292) En el advenimiento y la conservación de este es­tado normal, la participación del Régimen es superior a a del Dogma por su concordancia más natural y más com>leta con el Culto.
(293) El aislamiento que exige el desarrollo teórico tien­de a perturbar la existencia moral. Por el contrario, la actividad dispone espontáneamente a la simpatía, ha­
ciendo sentir la necesidad del concurso humano.
En vista de esta diversa reacción sobre el principio af~ctivo de la unidad, el dogma debe subordinarse al ré­gimen como al culto, aunque la sistematización de la in­teligencia deba preceder a la de la actividad para guiarla.
Si el dogma, por mia parte, completa cl culto, uniendo el orden humano al orden exterior, por otra ~arte, pre­para el régimen sistematizando la sumisión y la interven­ción del hombre respecto al mundo, Este destino regla­menta el desarrollo teórico, preservándolo de las diva­gaciones y dirigiéndolo hacia los grandes problemas.
Clotilde.—Así la actividad llega a ser la mejor garan­tía de la unidad, cuando se desarrolla lo bastante para combinar el amor y la ffr A pesar de la afinidad natural entre la simpatía y la síntesis, ellas tienden a separarse cuando la una degenera en afecciones místicas y la otra en especulaciones ascéticas. Estas desviaciones y estas dis­cordancias sólo pueden ser prevenidas o reparadas por las reacciones prácticas.
El Maestro.—(294) Sin embargo, la actividad no pue­de reglamentar y combinar el amor y la fe sino cuando ad­quiere un carácter colectivo, único compatible con la pre­ponderancia del óorazón y el desarrollo del esplritu. La regeneración final debe pues consistir en desarrollar y t~onsolidar esta transformación. Así la solución del pro­blema humano resulta del desarrollo de las mismas con­diciones que lo constituyen.
Clotilde.—Creo que el rég.’men aunque deba reftrirse a la inf~uencia activa del patriciado y del proletariado y depender de la influencia afbctiva de la mujer, sólo puede constituirse y mantener por la influencia teórica del sa­cerdocio.
El Maestro.—Por eso debo explicaros la organizaqión del sacerdocio positivo y daros a conocer su función fñn­damental respecto a la educación universal. Así podr4is apreciar la sistematización de la vida humana: personal, doméstica y cívica.
— isa —
(295) Para consolidar la separación de los dos poderes,
base general del régimen positivo, importa restringir el número de los sacerdotes tanto como lo permita el conjun­to de sus atribiriones. La extensión del sacerdocio de la Humanidad ha de fijarse por las exigencias de la instruc­ción enciclouiédica propia de la educación positiva. Esta enseñanza debe efeétúarse en siete años, durante los cuales cada alumno sigue al mismo profesor, que instruye a am­bos sexos en cursos separados.
(296) Así cada escuela positiva requiere siete sacerdo­tes, fuera de tres vicarios, a fin de atender a las exigencias del culto, de la predicación y de la consulta moral, inte­lectual y aun física.
Clotilde.—(298) La necesaria multiplicidad de los sacerdotes mc parece que requiere que todos se subordi­nen a su jefe, para mantener la armonía que se ha conf4-do a sus funciones. Así el gran pontífice de la Humanidad representará al sacerdocio.
El Maestro.—Para consolidar la concentración del sa­cerdocio sociocrático, debe reducirse la individualidad a lo que exigen la dignidad, la emulación y la responsabi­lidad morales. Al renunéiar al mando y la riqueza, lós sacerdotes de la Humanidad se encuentran preservados de los principales conflictos. Ellos están destinados a go­bernar la opinión y a desarrollar el poder de la convicción y de la persuasión.
Çlotllde.—Os ruego me indiquéis como se constituye la autoridad espiritual.
El Maestro.—(296) El sacerdocio positivo se consti­tuye al conferir el sacramento de la destinaeión, en que se recibe el grado de aspirante al sacerdocio. La vocación sacerdotal se desarrolla hasta los treinta y cinco años, edad en que se adquiere el grado de vicario (297). Entre los vicarios que han cumplido cuarenta y dos años se elige a los sacerdotes de la Humanidad, únicos que poseen la plenitud espiritual bajo la disciplina pontifical.
Clotilde.—Ya que los sacerdétes están obligados a renunciar a toda herencia desearía saber como proveen a la existencia material de sus familias.
El Maestro.—La pensión anual de los aspirantes será equivalente al salario medio que reciba el proletario y será doble o cuádruple la de los vicarios y sacerdotes que dis­pondrán además de un domicilio oficial.
(299) El servicio teórico del sacerdééio debe ser público y gratuito. A los funcionarios
(299) El servicio teórico del sacerdééio debe ser público y gratuito. A los funcionarios de la autoridad espiritual corresponde ofrecer el ejemplo continuo de una sabia mo­deración en el uso de la palabra, de la escritura y de la imprenta.,
(297) Fuera del sacerdocio, la sociocracia debe ofrecer una digna existencia a las natúralezas excepcionales, cuyo corazón y carácter no están al nivel de la superioridad de su espfritu. Esos pensionistas, estéticos o científicos, serán protegidos materialmente, según los casos, como los aspi­rantes, los vicariOs o los’ sacerdotes. El colegio sacerdotal proveerá a los gastos que exigen sus trabajos a fin de que puedan libremente desarrollar sus aptitudes.
Clotilde.—(300) Ya que me habéis indicado la cons­titución del sacerdocio positivo, os ruego me expliquéis cual es su principal función en la educación universal.
El Maestro.—(3O1) La educación positiva instituye la imidad moral, enseñándonos a vivir para los demás y debe ser al mismo tiempo moral e intelectual, para adap­tarnos al servicio del Gran Ser. Ella subordina al altruis­mo los instintos personales, en la edad en que su prepon­derancia es atenuada por la providencia humana, que nos exime de la actividad material.
Esta preparación, que se prolonga hasta los veintiún años, se divide en dos partes, una privada y otra pública, separada a los catorce años.
Ellas desarrollan sucesivamente el amor y la fe y son seguidas de un período complementado de siete años, que se destina al ensayo de la actividad. Así, nuestra prepara­ción, que se inicia con el sacramento de la presentación, Se termina a los veintiocho años con el de la destinación mientras la preparación teórica, de los catorce a los vein­
tiuno, queda comprendida entre los sacramentos de la ini­ciación y de la admisión. De ese modo, el hijo del Gran Ser se convierte gradualmente en su servidor.
Comienza entonces un último período de catorce años, consagrado por el matrimonio a la existencia social, du­rante el cual el desarrollo cívico coinpleta la vida prepa­ratoria. Pero esta fase final, como la comyrendida entre los veintiuno y los veintiocho años no corresponde a la educación propiamente dicha, que supone siempre un estado de tutela. Estas dos fases son especiales a los hom­bres, mientras que la primera mitad, hasta los veintiún años, conviene igualmente a las mujeres. . La combina­ción de estos dos caracteres: universalidad y minoridad, debe fijar el sentido estricto de la palabra educación.
Clotilde.—(302) Restringida así la educación a su acep­ción más usual, os ruego cara6tericéis la preparación per­sonal en su fase privada, que termina a los catorce años.
El Maestro.—La segunda dentición, divide ese perío­do en dos partes iguales, una eséncialmentc afectiva y la otra en que comienza la cultura intelectual por medio de estudios estéticos, dirigidos por la madre. De ahí resulta la subdivisión total de la educación propiamente dicha, en tres fases septenales, cuya distinción se indica por las pa­labras niff o, muchacho y mozo.
la primera de esas fases es la más decisiva, puesto que la disciplina materna fomenta en tal forma la moralidad, que rara vez en el resto de la vida se puede cambiar esa base. La primera infancia, exenta del egoísmo adtivo, desarrolla los tres instintos altruistas: la simpatía, la ve­neraciÓn y la bondad. Desde el nacimiento, todo el culto se condensa en la adoración de la madre, única providen.­cia que la primera infancia puede reconocer. El Grau Ser se hace apreciable en cuanto la madre trnsmite el lenguaje como institución social. Esta distinción entre la madre y el Gran Ser no altera la unidad del Culto, pyesto que la madre se hace ya la pérsonificación de la ti umanidaiil con la cual se confunde entonces la Patria.
1 (303)
Aunque la educación de la primera infancia ~ea esencialmente moral, la inteligencia se desarrolla por la observación de los seres que le inspiran afectos que es necesario respetar. Entonces surge la verdadera lógica, mediante la combinación de los sentimientos con las imá­genes y los signos.
Clotilde.—Así se establece, en la forma más sencilla la unidad cerebral, puesto que la actividad, libre de todo destino material, se sübordina a la inteligencia para mani­festar las emociones.
El Maestro.—Esta forma persiste durante la segunda infancia, pero tendiendo hacia la unidad más complicada que requiere la vida real, cuando las relaciones se éxtien­deñ fuera de la familial Tal extensión se verifica sobre todo por los estudios estéticos basados en las imágenes que resultan de la primera edad. Aunque la educación éonser­va entonces su carácter espontáneo, la solicitud materna prepara ya la disciplina notmal, instituyendo ejercicios poéticos, fénicos y plásticos, aun antes de la lectura y la escritura. El desarrollo completo de las comunicaciones permite al muchacho iniciarse directamente en el cono­cinnento del Gran Ser, admirando sus principales pro­ducciones, en los diversos idiomás antiguos y modernos. De su comparación familiar surge la má.s vasta aprecia­ción de la Patria, hásta entonces confundida con la Hu­inanidad, pero en adelante. caraéterizada por el lenguaje. El estado normal no debe suprimir el estudio de los siete idiomas que presidieroii a las tres fases griega, romana y feudal de la transición occidental. Fuera de los eternos monumentos que los consagran, su concurso será indispen­sable a la completa institución del lenguaje, derivado de la frsión de los cinco idiomas occidentales presidida por el italiano.
(304) Durante la segunda infancia la educación moral se desarrolla por la reacción afectiva de la cultuÑ esté­tica. El progreso intelectual puede entonces dirigirse es­pontáneamente a perfeccionar el culto personal que se ini­cia. Una oración, un canto, un dibuje en honor de la Ma-
dre, caracterizarán la aptitud para brmular las emociones utilizando el tesoro estético de la Humanidad.
Clotilde.—(305) Aunque en las dos infancias, la acti­vidad debe ser más ~stética que técnica, creo que conviene secundar el desarrollo natural del instinto constructor, aunque sea para contrarrestar los impulsos destructores. La solicitud maternal puede dirigir las aptitudes mentales y morales del hijo, haciéndole apreciar las condiciones y las dificultades de todo trabajo y estimar el concurso ae los hombres y aun el de los animales.
El Maestro.—La infancia permite instituir el hábito de considerar los sentimientos como más importantes que los actos, lo que dispone a juzgar a ¿átos como cl ejercicio o el resultádo de aquéllos. Esta enseñanza sólo puede ser eficaz en la edad en que las acciones no tienen gravedad y permiten apreciar mejor las inspiraciones, La Madre establece entonces la basa’ de la moral positiva, haciendo sentir que la felicidad consiste en desarrollar los sentimien­tos altrulstss, destinando los actos a satisfacerlos o excitar-los.
Clotilde.—Ya que habéis caracterizado la educación privada de la primera y segunda .inf~ncia, os ruego que me deis a conocer la instrucción de la adolescencia, según la ensenanza del Dogma de la Religión, Universal.
El Maestro.—(306> La principal dificultad en la edu­cación de ls adolescencia consiste en desarrollar el espí­ritu sin alterar la preponderancia del corazón. Esta conci­liación constituye el mejor privilegio del positivismo en el gobierno espiritual del género humano.
Clotilde.—Me parece que haciendo suceder sin tran­sición alguna el positivismo al fetichismo, el estado nor­mal permite evitar las perturbaciones que resultan del desarrollo abstracto. El fetichismo, cuando restringe su «estino teórico a los casos en que la ley queda desconocm­d~, debe conservar y aún extender en f~rma estética su dominio inicial a fin de auxiliar la positividad intelectual Y moral.


El Maeatro.—Basta para eso que el estudio analítico del Dogma se encuentre instituido de un modo sintético por el Culto. Fundado en el desarrollo afectivo y prepara­do por la cultura estética, el estudio abstracto pone tér­mino a la educación, instituyendo la unidad religiosa, úni­ca que puede dirigir la vida activa. La elaboración ana­lítica que requiere esta construcción es apropiada a la adolescencia y está destinada a conducir hacia el régimen sintético en que todas las concepciones se combinan para
servir a la Humanidad. Esta apreciación se desarrolla en todo el curso de los estudios teóricos y se indicará al con­ferir el sacramento de la iniciación, que inaugura la edu­cación pública. Ella será consolidada por la continuidad del auxilio maternal, por la prolongación de la cultura es­tética y por el comienzo de l~ preparación práctica.
Glotilde.—(307) A pesar de todas las garantías prol las al régimen enciclopédico, el asilamiento teórito es tan atrayente, que me parece que será necesaria la solicitud sacerdotal, secundada por la opinión rública, para preve­nir su peligrosa influencia sobre el corazón y el espíritu.
El Maestro.—Para instituir el noviciado sistemático es necesario tener siempre presente que su destino es más moral que intelectual. L~ 16 debe completar el amor a fin de reglar la actividad, según el estudio relativo del orden universal. (308) Así el desarrollo abstracto esta­blece doctrinas generales, únicas capaces de> producir con­vicciones fijas y comuizes.
La iniciación teórica cultiva la demostración, no para instituir la discusión estéril, sino la sumisión voluntÉxia. No es una fe demostrada sino una fe demostrable la que conviene a la madurez de la razón humana que debe desa­rrollar las consecuencias sin deliberar sobre los princi­pios.
(Jlotilde.—Al terminar el noviciado enciclopédico, cada positivista sentirá que las dos condiciones de la mentalidad consisten en subordinar la razón individual a la 16 colec­tiva y en reservar las especulaciones para resolver los in­cidentes de la vida activa. Aquellos cuya vocación excep­cional los 11ev? al sacerdocio, respetarán más aun esas dos
condiciones, sin las cuales no podrán llegar a ser los intdr­pretes del Citan Ser ni los reguladores de la existencia Ini­mana.
El Maestro.—Ese es el espíritu general que debe di­rigir la iniciación teórica a f~.n de preservarla de las tenden­cias incompatibles con su destino religioso, El noviciado encicloj édico se inicia en el Templo de la Humanidad durante sus tres primeras semanas, destinadas a las diez y ocho lecciones de Filosofga Primera. La lección inicial ins­tituye la abstracción te&ica, las quince siguientes se con­sagran a las quince leyes universales y las dos últimas or­gañizan la jerarquía enciclop&lica.
Clotilde.—(309) Presiento que esas sesiones que inau­guran todos los años la enseñanza enciclopédica, han de producir sobre los alumnos, los profesores y el público, impresiones tan profundas y durables que harán pre­valecer las tendencias sintéticas en medio de los estudios analíticos.
El Maestro.—Asl preparada, la Filosofía Segunda desanolla la fe positiva durante siete años, consagrando ciento veinte lecciones a cada uno de los tres elementos del Dogma: la Lógica, la Física y la Moral. El primer año destina ochenta lecciones a la Lógica en el cálculo aritmé­tico y algebraico y en la geometría preliminar, algebraica y diferencial. El segundo año completa con cuarenta lec­ciones la Lógica en geometría integral y mecánica gene­ral, que termina el estudio del Gran Medio, y dedica otras cuarenta lecciones a la parte astronómica de la Física. En los cinco años siguientes, con cuarenta lecciones anuales, se complementa, con la Física y la Química, el estudio del Gran Fetiche y con la Biología, la Sociología yla Moral, el estudio del Gran Ser.
(310) Así la educación pública consolida el amor con fe para sistematizar la actividad, cuya preponderan­cia es la mejor garantía de la unidad positiva. Lejos de ex­citar un vano or~lIo, la educación enciclopédica desarro­lla una profiiinda humildad, según el contraste entre la di­ficultad de los problemas y la insuficiencia de las solucio­ nes, que se disimula cuando se tratan cuestiones fáciles e inútiles. El estudio analítico prepara la Síntesis y subor­dina la teoría a la práctica en vista de la afección, siste­matizando la sumisión forzada y aun voluntaria.
Clotilde.—(311) Veo que en el estado normal, la edu­cación consagra cada ser humano al servicio continuo de la Humanidad.
Me parece que el noviciado enciclopédico puede resu­mirse en el último año, destinado a la Moral, respecto al cual todos los anteriores constituyen una preparación gradual.
El Maestro.—En efecto, la iniciación teórica incomple­ta ~enderia a desarrollar la discusión sin sistematizar la sumisión. Es, en realidad, del último año que depende el sacramento de la admisión que sigue a la educación pú­blica y que la resume.
(309) Para hacer prevalecer el carácter sintético y la destinación social del noviciado teórico, éste debe efec­tuarse simultáneamente con el aprendizaje práctico. A tal efecto se consagran los tres últimos años a viajes institui­dos para el proletariado y susceptibles de eficacia uni­versal. Largas residencias permiten conciliarlos con la continuidad de los estudios enciclopédicos, en vista de la homogeneidad de la enseñanza sacerdotal. Es preciso, sin embargo, reconocer que la preparación para la vida acti­va debe efé ctuarse después de terminada la iniciación teó­rica. A la preparación práctica se destinan los siete años comprendidos entre los sacramentos de la admisión y de la destinación. Respecto a este período, único plen~mente práctico, el precedente constituye un simple preámbulo, que/a pesar de ser necesario, se refiere más a la vida inte­lectual y moral que a la edstencia activa.
(312) La educación privada y la educación pública per­miten apreciar la Familia y la Humanidad. La Patria sólo se hace suficientemente apreciable en la fase activa, pue~ el lazo cívico, a falta de un fin práctico, sólo es bosquejado durante las fases afectiva y especulativa que la prece­den.
(313) L~>gs de desarrollar la discusión, la instrucción positiva sist~iatiza la sumisión, base de la acción a que estamos esen&almente destinados para mejorar nuestra situación y, sofre todo, nuestra naturaleza.
Así se establecé~ las disposiciones que permiten al sacer­docio de la HumaÑdad sistematizar la existencia activa a fin dc consagraría al servicio del Gran Ser. Podemos ahora pasar a examinar ls- aturaleza y la marcha del ré­gimen positivo.
En nuestras dos conversaciones siguientes examinare­mos en la primera el régimen privado, sea personal o do­méstico, y en la segunda el régimen público, tanto cívico como universal.










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REGIMEN PRIVADO
ClotlIde.—(0) Os ruego, padre mio, me expliqné,is el régimen privado de la Religión Universal.
El Mae~tro.—(3l7) Al abordar este estudio, hija mía, haré abstracción del límite ideal de la Utopía de la Virgen Madre, que sólo utilizaré para caracterizar mejor la ten­dencia general del perfeccionamiento humano.
(318) La moral positiva, siempre social, sólo distingue los tres modos: personal, doméstico y cívico, propios a la existencia humana, como los grados naturales de una ims­ma disciplina. Todas las reglas se refieren al servicio del Gran Ser, única fuente de la verdadera unidad.
Al considerar la existencia personal como la base de la vida social, su importancia no disminuye y su dignidad aumenta. Pero el régimen personal, como él domé~tico y el cívico, deben referirse al conj unto de nuestra naturale­za, considerando la inteligencia y la actividad como los ministros del sentimiento. (319) Así, el perfeccionamiento mental y moral y aun el físico, serán instituidos bajo la invocación continua de la Humanidad, única que puede disipar la incertidumbre en las convicciones y la irresolu­ción en la conducta.
Respecto a las prescripciones físicas el positivismo des­arrolla su aptitud para reglamentar la existencia personal, incorporando la medicina a la religión. La salud y la féli­cidad consisten en la unidad, considérada bajo la forma corporal o cerebral. Las perturbaciones de nuestras dos existencias, fisica y moral, no deben nunca ser tratadas independientemente las unas de las otras, en vista de su íntima correlación. La civilización, al aumentar esta co­nexidad, exige que la función médica sé ligue al servicio sacerdotal. La sociocracia instituye esta f%tsión, según el carácter enciclopédico de la educación unj4efsal, que ¡Jer­mitirá a cada cual secundar al sacerdo rio
Clotilde.—Esta cooperación corresponderá sobre todo a las mujeres, que harán entrar en eL~antuario doméstico, la mayor l~arte de las atribuciones actuales de los médicos, dejando al sacerdocio las consulf as principales. Así, a pesar del reducido número de sácerdotés y de sus nume­rosas preocupaciones, los enftfmos no carecerán de los consejos y de los cuidados convenientes.
El Maestro.—(320) La reglamentación de la existencia personal debe considerarse bajo dos aspectos distintos, que consisten en comprimir el egoísmo y desarrollar el altruismo.
El positivismo consagra y sistematiza la pureza y la extiende a la compresión de los siete instintos personales.
Clótilde.— 4321) Comprendo que el instinto nutritivo sea disciplinable, considerando que su abuso perturba su legitimé destino.
El Maestro.—La disciplina dcl instinto nutritivo es susceptible de tanta energía como dignuidad, cuando se la subordina al amor universal. Se evita así la incertidumbre de los motivos personales que prescriben la sobriedad en nombre de la salud. Sólo invocando lnia autoridad supe­rior, pueden obtenerse éxitos decisivos. Es preciso des­prenderse de todo motivo personal para instituir una dis­ciplina poderosa y durable, en r.ombre de la Humanidad.
(322) Toda regla sobre la alimentación reposa en el concurso natural de dos motivos sociales: la obligación de economizar las provisiones acumuladas por el Gran Ser para el conjunto de sus servidores, y el deber de su­bordinar el mantenimiento del cuerpo a la destinación del alma.
Clotl1de.~sin duda, la sobriedad positiva realizará la admirable tentativa del islamismo respecto a la com­pleta eliminación del vino y de los demás estimulantes.
El Maes.tro.—(323) No necesito extender esta explica­ción a todas las otras atribuciones del instinto conservador, al cual corresponde la mayor parte de los gastos humanos. Al instituir la represión de este instinto, la moral positiva prohibe toda compresión ascética que tienda a disminuir la aptitud normal ¡ ara el servicio de la Humanidad.
En cuanto al instinto sexual, su disciplina debe ser más severa, sobre todo en el hombre. Inútil a la conservación individual, este instinto sólo concurre de una manera accesoria a la propagación de la especie. Debe mirársele como un pérturbador de la principal destinación de las secreciones vivificantes. Sin esperar que se haya realizado la Utopía de la Virgen Madre, se puede determinar, si no la atrofia, a lo menos la inercia cerebral de este instinto. No sólo la educación positiva hará sentir su perniciosa influencia social y moral y la esperanza continua de domi­narlo, sino que el conjunto del régimen final instituirá a su respecto un tratamiento revulsivo. Pues, el desarrollo universal de la existencia doméstica y de la vida cívica, extenderá en tal forma las afecciones altruIstas, que el sen­timiento, la inteligencia y la actividad concurrirán siem­pre a condenar y rer rimir al más perturbador de los ins­tintos egoístas.
(320) Debo apartar de la purificación el instinto ma­ternal por estar poco pronunciado en el hombre, princi­pal objeto de esta disciplina.
Clotilde.—(324) Tampoco tenéis para qué insistir so­bre la purificación de los instintos del perfeccionamiento por la aptitud natural del estado positivo para reglamen­tar el instinto constructor y reprimir el instinto destruc­tor. Aún respecto al duelo y al suicidio, la religión que des-tina la. vida al servicio de la Humanidad, prohibe disponer de una existentia qúe le está consagrada.
El Maestro.—Sin embargo, el instinto destructor exi­~irá siempre una vigilancia especial, por cuanto no cesará jamas de particil ar en la destrucción de los obstáculos que se oponen a las construcciones, aun mentales.
Clotilde.—Creo que la inclinación a destruir, aun e cuando degenera en maledicencia, puede ser contenida por los hábito a que resultan de la educación positiva.
(325) Pero me parece que la purificación humana debe realmente ofrecer su principal di~cultad respecto a los instintos de la dominación, puesto que el régimen final tiende especialmente a desarrollar el orgullo y la va­nidad. El antagonismo entre los poderes espiritual y tem­poral me parece que es más bien una fuente de irritación que una base de disciplina. Al mismo tiempo, la partici­pación del proletariado en el gobierno político y moral, debe agravar y extender los peligros de la sobreexcitación de esos dos instintos.
El Maestro.—Por eso se necesita una vigilancia uni­versal para que el orgullo y la vanidad se reduzcan a faci­litar las funciones de los jefes temporales y espirituales, a pesar de que perturban su felicidad.
La educación positiva no sólo desarrolla la humildad, sino que hace resaltar las condiciones de competencia en el mando y los principios de juicio en el consejo, de modo que el orgullo y la vanidad serán rechazados por el pro­letariado.
Así, el régimen altruIsta completa y sistemafiza la pu­rificación del alma humana. La represión del egoísmo con­servará siempre una importancia superior a su eficacia, por cuanto desarrolla el poder moral del dominio sobre sí mismo, Las diversas disciplinas de los instintos egoístas se fortifican mutuamente, por la contigüidad de tos órga­nos cerebrales y por el lazo de sus funciones. Su solidari­dad se hace sensible sobre todo respecto a los dos primeros instintos, en los cuales se ha reconocido ya que la sobrie­dad facilita la castidad, pero no se ha apreciado la reac­ción inversa, que no és menés real. Fuera de lo~ difereu­tea medios de reprimir la peréonalidad, nuestra purifi­cación exige el ejercicio altruIsta que reglamenta la exis­tencia personal por los lazos domésticos, como éstos se re­glamentan por las relaciones cívicas.
(326) La sistematización final del régimen humano debe pies Consistir en el desarrollo del altruIsmo.
Clotilde.—Esta parte preponderante de la verdadera
moral, no tiene ya. necesidad de explicaciones especiales, puesto que el culto íntimo instituye ese desarrollO.
El Maestro.-~Sólo debo ahora indicaros que la espon­taneidad de las adoraciones diarias es siempre indispensa­ble a su principal destino.
Respecto a la existencia persQnal, en que los actos son de ordinario menos importantes y más modificables que en la vida doméstica o cívica, el culto desarrolla las dis­posiciones altniistas, aplicándolas a reglamentar los actos hábituales. A. menudo esos actos ofrecen tan poca grave­dad, que la inteligencia y el carácter no los deciden, pero ellos pueden ser determinados por el altruismo ç~ara que nuestró régimen no sea arbitrario y no favorezca las ins­piraciones egoístas. En estos íntimos esfuerzos que su des­tino enaltece el hombre puede llegar a observar ~iempre una conducta regular. Este orden artificial seré. auxilia­do por la institución numérica que, más antigua y más universal que ningxma of ra, no ha producido hasta ahora sus mejores frutos en el orden moral.
La disciplina de la existencia personal comprende el sentimiento y la inteligencia, peto no la attividad social que se refiere a la vida doméstica o cívica. El régimen men­tal, que debe completar la preparación individual, se en­cuentra ya apretMado por la explicación del Dogma. Las lecturas habituales se concretarán a las obras maestras de la poesía. Los tratados fundamentales serán algunas veces releídos pata reanimar el conjutto de las impresio­nes derivadas de la educación teórica
ClotiJde.—(327) Os ruego me expliquéis el régimen que exige la existencia doméstica para subordrnar~ a la exis­tencia cívica.
El Maestro.—(328) El régimen normal, bosqueiftdø por la espontaneidad romana, será instituido cuando se haya sentido la conexidad natural entre la preponderancia de la. acción y la del ~ El 1roietariado aspira ya a la vida colectiva y el patriciado manifedtsrá la misma is posición cuando comprenda que el positivismo lo garantiza del comunismo.
Nada impedirá entonces subordinar la vida privada a la vida pública.
Clotilde—La vida de familia inspira un atractivo siempre cal az de alejarnos del civismo, si no se rel rime el egoísmo doméstico invocando los sentimientos sociales.
El Maestro.—Voy a explicaros ahora la sistematiza­ción de la Familia por la Patria en nombre de la Huma­nidad.
(329) La familia se compone de tres grupos: los esposos> los hijos y los padres del marido.
La madre del esposo es la diosa de la f.amilia sociocrá­tica. La unión doméstica, tanto subjetiva como objetiva eonsolida los deberes materiales y las condiciones morales, asegurando la subsistencia de los ancianos para eximirlos de las preocupaciones mdteriales.
Clotilde.—Así, la fámula ; ositiva estará formada de tres elementos. que representan respectivamente el pa­sado, el presente y el porvenir, desarrollando tanto la continuidad como la solidaridad.
El Maestro.—Pero esta constitución de la familia, que basta al proletariado, exige entre los funcionarios dirigen­tes, sobre todo prácticos; la incorporación de la domestici­dad instituida en el culto universal. Por restringido que sea el lujo de los patricios y el de los sacerdotes, el servicio público se encontrarla gravemente comprometido si es­tuvieran obligados, como los proletarios, a que sus pro­pias familias atendieran al ctiidado material de süs hoga­res.
Clotilde —(330) Para completar esta determinación, os ruego me deis a conocer la composición del domicilio proletario.
El Maestro.—(aa1) Según las indicaciones preceden­tes, cada uno delos elementos de la familia proletaria exige apc~ent~ distintos fuera de la sala de reunión> de ordi­nario independiente de aquella en que se preparan y crin-sumen lbs alimentos La parte reservada a los hijos debe subdividirs6 a fin de aislar los sexbs. Por fin, toda familia necesita un óratorio para desarrollar el culto personal y que sbve de santuario para la celebración del culto do­mé~tico.
Clotilde.—AA, el departamento normal del trabaja­dor se compone de siete piezas desiguales, sin contener ngAa inútil y que sólo puede parecer exagerado durante la anarquía que dispone a lbs patricios a descuidar sus debc­res y a lós prolétarios a desconocersu dignidad.
El Maestro.—Cuaildo la Religión de la Humanidad haya hecho séntir la importancia ulúversal de la vida de familia, como la mejor garantía del orden público y la fuente principal de la félicidad privada, todos los jéfes reconocerán la obligación de consolidarla. Entonces las condiciones del domicilio serán miradas como la medida de los deberes de los patricios y de las reclamaciones de los proletarios, en nombre del Gran Ser del cual son sus mi­nistros y sus agentes.
Clotlldé.—(332) Las condiciones del domicilio permi­tirán apreciar también el verdadero lujo, a fin de que las costumbres puedan condenar los abusos.
El Maestro.—Todas las nociones esenciales sobre la constitución 1ositiva de la Familia se resumen en conce­birla simultáneamente como base de acción o fuente dc educación, según sc la refiera a la Patria o a la Humani­dad. Estas dos apreciaciones concurren finalmente eusn­do la Ciudad se encuént.ta sistematizada por la Iglesia. Las dos frirmas de la constitt’ción doméstica sólo difieren por la naturaleza de la influencia femenina, esencialmen­te maternal en la forma moral y principalmente conyugal en la forma política.
(333) La educación, cuando se la distingue de la ins­trucción, ~e prolonga por toda la duración de la vida ob­jétiva, que constituye una preparación de la existencia subjetiva, única verdaderam~te fija. Cuando nuesti’as adquisiciones teóricas y FrftCtkaS han dejado de ser esen­ciales, nuestros sentimientos erigen y admiten un rídtablé perfeccionamiento que petslste hasta la ffiuete. Pétó át# progreso espontáneo puede y debe ser secundado por to­das las influencias que concurren a nuestra educación moral. Tal progreso depende de la acción femenina que se hace cada vez más apropiada para mejorarnos.
Si se considera que el principal objeto de nuestro per­fecciánamiento es desarrollar y consolidar la veneración, se siente la necesidad que tiene el hombre de ser auxilia­do por la mujer. Si nuestra madre pudo disciplinamos cuando estábamos preservados de las emociones propias de la actividad, su amparo nos es más precioso cuando es­tamos sométidos a las preocupaciones prácticas. La in­fluencia conyugal no puede reemplazar el ascendiente ma­terño, que la civilización hace cada. vez más eficaz a medida que liga mejor la vida privada a la vida pública.
Clotilde.—(334) El sentimiento y la noción de Patria sólo surgen en el hombre durante el desarrollo de su vida práctica. El amor patrio surge aun más lentamente en la mujer, puesto que ella es ajena a la vida activa.
El Maestro.—Sólo el matrimonio puede iniciar a la mujer en la existencia cívica que su esposo le hace apre­ciar. Pero esta lenta iniciación está destinada sobre todo al hijo. Su principal eficacia se encontraría perdida si el ma­trimonio del hijo lo apartara de ella.
(335) Para apreciar mejor la constitución definitiva de la familia, siempre destinada a desarrollar la digna in­fluencia de la mujer sobre el hombre, es preciso con~iderar que el jefe del hogar, en su edad madura, recibe la acción continua de la madre, la esposa y la hija. Se desarrolla así su vida cívica bajo la influencia simultánea del pasado, del presente y del porvenir que cultivan su veneración, su simpatía y su bondad.
Clotllde.—Así, la Madre, después de haber sido la personificación de la Humanidad para la primera y la segunda infancia, suministre a la madurez del hombre la venerable imagen de la Patria.
El Maestro.—La influencia de la Madre nos impulsa a la vida pública, mientras la esposa tiende a encerrarnos en la vida privada, cuyo Tazo con la existencia política ella
no puede apreciar. La Madre se transforma por fin en la eterna imagen subjetiva de la Humanidad, mientras la esposa representa a la Patria, que ya es capaz de sentir.
Clotilde.— (336) Me parece que los peligros tan temi­dos de la convivencia de la madre y la esposa son debidos a deféctos de la educación y de la constitución de la fami­lia, que hacen surgir conflictos que desaparecerán en el estado normal.
El Maestrø.—La veneración diaria por la madre dis­pone al marido a apreciar mejor a la esposa y, por otra parte, el ascendiente materno se encuentra fortificado, por el conocimiento profundo de la naturaleza femenina, que se adquiere en la intimidad conyugal. En el régimen positivo, el hombre aprecia la dignidad de la esposa para mejor acoger la intervención de la madre.
Glotilde.—(337) La constitución doméstica ofrece así siete caracteres, que ya me habéis dado a conocer: viudez cterna~ supremacía materna de la educación: protección material de la mujer por el hombre; libre renuncia de las mujeres a la dote y a la herencia; facultad del hombre para testar y adoptar.
El Maestro.—Cada una de esas condiciones se hace indispensable para que el hombre pueda experimentar la influencia de la mujer, bajo el impulso simultáneo de la madre, de la esposa y de la hija. Sin esas siete condiciones, la existencia doméstica no podría preparar y sepundar la actividad cívica ni la abnegación religiosa. Pero la natu­raleza y el destino de estas instituciones conexas exigen que su cumplimiento sea siempre voluntario, pues ellas se harían tiránicas si dejaran de ser puramente religiosas.
Clotilde.— (340) Sólo la religión universal puede apre­ciar a la mujer como intermediaria normal entre el hom­bre y la Humanidad. Vuestra Utopía de la Virgen Madre caracteriza esa regeneración, libertando a las mujeres de toda dependencia física, para reservarles la princii al fun­ción vital y la mejor destinaeión moral.
El Maestro.—Esa institución religiosa, aunque que-dan ideal, resume el conjünto dc nuestro perfecciona­miento.
(339) Las indicaciones precedentes, que sistematizan el régimen doméstico, nos permiten, hija mía, abordar el examen de la constitución cívica, principal dominio de la    UNDÉCIMO DIÁLOGO positividad, y que será el objeto de nuestra próxima con­-
ferencia.          REGIMEN PUBLICO
Clotiide.—(O) Deseosa estoy, padre mío, de conocer el Régimen público de la Religión de la Humanidad.
El MaestrO.—(340 bis) Antes de explicaro~, hija mía, el régimen cívico, debo indicaros la condición territorial de la Sociocracia.
Destinada a ligar la Familia a la Humanidad, la Pátria sólo puede cumplir este objeto restringiendo su e~tensión para hacer realmente sentir las relaciones habituales de la sociabilidad.
Aamque no se pueda fijar la e4ensión de las nacionali­dades sociocráticas, ella debe ser limitada para conciliar la independencia con el concúrsO.
La Religión Universal hace prevalecer el principio de la libre agregación, lo que permite que nuevas descompo­siciones o combinaciones puedan operarse sin conflicto, cuando sean exigidas por el desarrollo social.
Clotilde.—(342) Al abordar la parte superior de la mo­ral positiva, desearía conocer la influbncia que ejerce el régimbn privado sobte el régimen público.
El Maestrø.—SiemPte se ha considerado que la prac­tica de las virtudes es la primera garantía del verdadero civismo. Esta apreciación universal conviene sobre todo al régimen en que la moralidad de la existencia ~rsonal consiste en subordinarla a la Humanidad, mediante el cultivo del ¿ltrúismo. C’~da cual siente que la familia es un elementO necesario de la acción cívica. Toda la conducta individual toma así un destino colectivo, y los méñóres actos no son indiferentes en cubnto a los seútiÑiefltOs que atestiguan o susciten.
(343) La moral personal førtifica la mora] cívica y ejer­ce su influencia por medio de la moral doméstica.
Nuestros ángeles guardianes no sólo perfeccionan la vida de f&milia; (332) su principal influencia se refiere a la vida pública, pues nos apartan del ma.l y nos impulsan al bien.
(344) Cualquiera que sea la reacción de la moral indi­vidual sobre la moral pública, más directa y decisiva es la de la moral doméstica. En Olla, la máxima fundamen­tal, Vivir para los de»tás, recibe su complemento prác­tico: Vivir a las claras.
Todos los que rehusen vivir a las claras, serán con jus~ ticia considerados como inc~paces de vivif para los demás. Los sentimientos sólo pueden ser juzgados por los actos, así, la abnegación y la veneración, cualidades esenciales de la vida cívica, sólo pueden apreciarse por su desarrollo privado.
Clotilde —Sin embargo, creo que la obligación de vivir a las claras debe subordinarse a la de vivir para los demás.
El Maestro.—(345) Las relaciones domésticas suminis­tran un poderoso auxilio al régimen cÍvico, favoreçiendo la constitución de la Opinión Públici
(346) Asf, las mujeres participan en el juicio de los actos y aun de las personas, sin alterar su misión mora],
(347) EJ impulso religioso de la autoridad espiritual del sacerdocio uniformará la constitución doméstica de la opinión pública.
(348) Pero la reacción más importante de la e~stencia doméstica sobre la vida cívica se refiero a la conservación de la especie.
La familia se liga al conjunto de una actividad a la cual suministra sus cooperadores.
(349) Para reglamentar la reproducción es necesario con­ciliaria con el deber de respetar la unión conyugal, que Constituye la base doméstica de la existencia cívica. Esta conciliación sólo puede obtenerse reglamentando moral­mente el matrimonio, sin someterlo a trabas legales.
La religión de la Humanidad instituye a este respecto dos soluciones, que consisten en la Utopia do la Virgen Madre y en el desarrollo sistem~tico de la castidad con­yugal.
Clotilde.—(O) Comprendo que la primera solución es radical, aunque hipotética y que la segunda, aunque m­suficiente es real, por cuanto consiste en extender al lazo del matrimonio, lo que la humanidad ha realizado ya respecto a los lazos de la maternidad, de la filiación, de la fraternidad y de la amistad.
(350) Ya que habéis terminado así de caracterizar las reacciones de la existencia doméstica sobre la vida pú­blica, os ruego me deis a conocer el régimen cívico.
El Maest,roc—Para instituir el régimen cívico, es nece­sario determinar su objeto ftmdamental, sus condiciones generales y sus funciones especiales.
El caráéter primitivo de la actividad industrial os ne­cesariamente individual y el objeto f~ndamental del régimen cívico consiste en darle un carácter social.
(354) Para que la Human5dad realice ese propósito es preciso que la actividad pacífica sea, no sólo colecti~, sino directamente altruista. -
(355) Se instituye así la sistematización universal del trabajo humano, refiriéndolo al conjunto de nuestra es­pecie sin ninguna predilección exclusiva de nación o de clase. El trabajo sólo puede ser sistematizado destinAn-dolo al porvenir de la Humanidad, único término de nues­tra sociabilidad.
(356) Concebida de este modo, la existencia industrial es a la vez social y sintética, según la concentrøción de toda actividad hacia un fin universal: desarrollar nuestros instintos altruistas, suministrando a nuestros sucesores los medios de hacerlos prevalecer más fácilmente,
ClotJlde.—(355) Veo que la religión positiva instituye la vida práctica subordinándola a la síntesis altruista, cuya preponderancia universal ha coordinado ya la exis­tencia teórica.
(356) Tal sistematización del trabajo no exige na&t excepcional. Todo se reduce a hacer en forma consciente y voluntaria lo que hasta aquí se ha hecho en forma in­consciente.
El Maestro.—Esa disposición a trabajar para una pos­teridad cada vez más vasta y lejana, ha sido aún bosque­jada por las especies animales y constituyc el mejor atri­buto de la Humanidad. Así, la existencia doméstica y la vida cívica se auxilian mutuamente, aquélla preparando y reanimando los impulsos que ésta completa y consolida.
-  la solidaridad humana se subordina cada vez más a la continuidad, según la preponderancia creciente de las acu­mulaciones sobre las adquisiciones. Es preciso referir nuestros esfuerzos al porvenir, para vencer un egoísmo que aunque sea colectivo, se hace individual.
Clotilde.—(3~2) Se reconoce así qüe la actividad pa­cífica conduce espontáneamente a la asociación universal. La sistematización del trabajo exige a la vez el ascendiente de las costumbres pacíficas y la preponderancia del es­píritu positivo, única base de la coordinación industrial reservada a la sociocracia.
El Maestro.—(303) E~a coordinación sólo puede ser realizada por la Religión Universal, que hace prevalecer el sentimiento sobre la inteligencia y la actividad. Si los teóricos se engañan buscando una síntesis puramente cien­tífica, los prácticos se equivocan también, deseando una disciplina exclusivamente industrial. Ni la actividad ni la fe pueden ser sistematizadas sin el amor~
La vida práctica y la vida teórica deben recibir del sentimiento su instifución definitiva, princijal resultado de la religión de la Humanidad. La una degenera en una yana acumulación de productos y la otra en una estéril recolección de verdades, cuando no se someten a la Ru­manidad, único Gran Ser que puede reglamentarIas y ennoblecerías
Qotilde..—Deseosa estoy de conocer las condiciones geperale~ que exige el servicio colectivo del Gran Ser.
El Maestro. (356) El régimen pacifico industrial y altruista exige dos condiciones preliminares: la división
entre los empresarios y los trabajadores y la formación de la jerarqula práctica.
(351) La organización del trabajo se hace imposible si el productor es a la vez empresario y opérario.
(357) El servicio colectivo de la Humanidad reposa en dos disposiciones conexas: la abnegación de los que man­dan y la veneración de los que obedecen.
Los ministros a los cuales el Gran Ser confía la dirección de su providencia material, deben dar el ejempl~ de la abnegación que exige su oficio y que legitima su poder.
(35S) El f~n común del mando y de la obediencia per­mite a cada cual desarrollar su oficio y secundar el de los demás. Se puede así respetar la subordinación de las fmi­ciones, independientemente de la apreciación personal de los -funcionarios, que se efectúa fuera del servicio, sin suscitar ninguna indisciplina.
El régimen vositivo desarrolla la abnegacióp del pa­triciado que manda y la veneración del pi oletariado que obedece, según los sentimientos que inspiran el pasado y el porvenir que ellos representan.
C1otilde.—~.Ouáles son los principios de la jerarquía práctica?
El Maestro.—(34l) La jerarquía temporal se efectúa en conformidad al principio que prescribe extender cada oficio hasta donde lo permite la responsabilidad del fun­cionario.
Esa jerarquía obedece a la ley de la condensación cre­ciente de los oficios industriales a medida que son más generales.
Para completar la jerarquía industrial es necesario fijar las agrupaciones del proletariado en torno de sus jefés prácticos.
Para ello, debe distinguirse la población que se asigna a la industria rural de la que exige el conjunto de las in­dustrias urbanas. E4as últimas comprenden la manufftc­tura y el comercio, incluyendo a los intermediarios entre los empresarios y los operarios.
Clotilde.—(O) Me parece que vuestro principio jerár­quico debe considerar no sólo el límite de la gestión real en la administracién sino, sobre todo, la responsabilidad que se asume respecto al bienestar de las familias obreras y la íntima fra’ternidad que debe establecerse entre cada empresario y los operarios qúe dirige.
El Ma~stro.—(g42) Por eso he supuesto que los pa­tricios dirijan alrededor de 30 familias proletarias.
(359) Pero las disposiciones morales de los patricios y de los.proletarios deben completarse con las condiciones políticas de la actividad colectiva. Para mandar con efi­cacia, los patricios necesitan concentrar la riqueza y ex­tender su autoridad hasta los límites de la gestión real y de la responsabilidad directa de sus funciones.
En cuanto a la herencia sociacrática de los oficios y de los capitales, basta completar la ley fundamental que es­tablece la libre elección del sucesor bajo la sanción del superior, Cada funcionario debe efectuar esa designación siete años antes de su retiro, fijado religiosamente a los 63 años. Esta atribución supone la facultad de testar y de adoptar.
Clotilde.—(s~) Ya que habéis caracterizado el objeto y las condiciones de la actividad colectiva, os ruego cçin1-pletar la sistematización del trabajo, determinando las funciones propias de los directores y de los agentes de la industria regenerada.
El Mae~tiro.—Aunque el patriciadó dirige la acción y provee a la nutrición, este segundo oficio será siempre y cada vez más su principal atribución. (364) El mante­nimiento de las familias proletarias constituye la solicitud
primordial de los patricios.
(364) La existencia material de los proletarios debe re­posar en la propiedad de su domicilio, como un lazo es­pecial con la motada planetaria de la Humanidad. Sin esta base no se habrá terminado la más antigua y la más importante de las revoluciones tempcrales: el pasaje de la existencia nómarje a la vida sedentaria. Para instituir el estado normal es preciso que cada familia sea propie­taria de todo lo que le sirve en forma exclusiva y conti­
nua. Este principio, respecto a los proletarios, se conden­sa en la posesión del domicilio, más allá de lo cual, su tendencia a la propiedad se hace tan contraria a su f e­licidad como a su debeit
(365) La propiedad del domicilio se eoncreta al depar- -tamento o se extiende a la casa entera , según la concentra­ción urbana o el aislamiento rural. El primer caso conso­lida la homogeneidad del proletariado, desarrollando las relaciones personales y consolidando los lazos mutuos entre los operarios y los empresarios, siempre propietarios de las casas que se venden por departamentos.
Clotilde.—la propiedad del domicilio ejerce también una reacción sobre el corazón y el espíritu, atentando la estabilidad de los sentimientos y de los pensamientos, según las de los hábitos. Se consolida y desarrolla el deber de no cambiar arbitrariamente las relaciones prácticas, aun con los menores proveedores, a fin de facilitar las previsiones industriales. Pero la instifutión urbana del domicilio popular es susceptible aun de utia reacción re­ligiosa,- pues cada cualpuede unir el pasado de su familia al domicilio en que nació.
(366) Os ruego que completéis la sistematización de la existencia material de los proletarios, determinando el conjunto ordinario de los gastos anuales de cada familia, de donde resulta el salario medio del trabajador.
El Maestro.—Para ello es necesario excluir el valor de’ domicilio. Su adquisición debe cumplirse cuandQ el joven agente recibe el sacramento ¿e la destinación, a fin de proveer a la seguridad del nuevo hogar. El m&or mo­do de adquirir el domicilio consiste en extraer del sa’ario, una cuota anual, antes del matrimonio.
(591) La sociocracia reglamenta el salario, considerando a todo obrero como jefe de famil5a y no como simple in­dividuo. Toda distinción entre el obrero, antes o después d& matrmonio, es impracticable para los empresarios, ante los cuales el trabajo producido tiene el mismo valor. El obrero soltero tiene el deber moral de hacer grandes economías, para adquirir el mobiliario y el departan- ento de su futura familia, gracias a un salario que sería exor­bitante para él solo, Si no cumplé ese deber será censu­rado por sus camarada6 y por sus jefes espirituales y con­tenido, si es necesario,, por sus jefes temporales.
(590) El obrero tendrá, en general, diez años de trabajo, después de’ aprendizaje, y antes del matrimonio, para ganar su domicilio ffituro y aún el mobiliario, respecto al cual podrá ser, a menudo, auxiliado por su padre. Así se complementa su iniciación social, que permite consta­tar su aptitud, su habilidad y su buena conducta. Dispen­sarlo gratuitamen~~ de esta prueba, sería ta.n peligroso para él como para la sociedad. La Humanidad, por medio de la Familia, ha hecho bastante por él, proveyéndolo de una educación general y de un oficio pfáctico. A él le toca adquirir con su trabajo, la propiedad que le corres­ponde. En una palabra, el obrero debe llegar a ser y no nacer propietario.
(36S) Cuando la religión positiva haya hecho recono­cer la gratuidad del trabajo, las costumbres normales darán al salario su verdadero destino esencial, quc consiste en procurar a los agentes del Gran Ser los madios para man­tener una familia compuesta ordinariamente, de siete personas..
(366) El salario se compone de dos partes desigualés:
una fija para cada operario y la otra proporcional a su concurso en el trabajo. Esta ley reposa en la grátuidad tie­cesaria del trabajo humano, en un régimen en que todo pértenece 91 Gran Ser, que confía sus tesoros a sus minis­tros a fin de alimentar a sus agentes.
(367) La parte fija corresponde a un sueldo mensual, mientras dura el compromiso entre el emptesário y el ope­rario. Su cuantía debe ordinariamente equivaler a la ter­cera parte del salario que reQuiere el bienestar material de la familia.
La plenitud y la uniformidad de la educación positiva procura a los obreros tal aptitud para cambiar de oficio, que ~‘nguna desigualdad grave de salario puede durar entre los diversos trabajadores
(368) La gratuidad del trabajo es la constwuel.cla y el resumen de la institución de toda propiedad, siempre trasmitida al presente por el pasado, pero destinada sobrc tcdo al porvenir. En el estado normt’l, los agentes del Grau Ser poseen sus salarios como condición de existencia y medio de acción, pero no como precio del trabajo. En cuan­to a la obligación de servir, ella es común a todos, y su importancia no puede, en ningún caso, estimarse en di­nero. Esta apreciación conduce a la igualdad de retribu­ción entre las familias.
(369) A este respecto no se puede admitir otra diferen­cia que la que resulta de la diversidad de los gastos en la vida urbana y en la vida rural, a pesar de que el progreso de los transportes tienda a uniformar el precio de los artículos.
Clotilde.—Estas indicaciones me hacen sentir que las utopías modernas sobre la identidad del salario contienen una confusa apreciación del porvenir sedal. Ellas no ofrecen otro defecto radical que su peligrosa tendencia a reglanientar por la legislación lo que no es susceptible sino de una disciplina meral.
El Maestro.—Ese error es ahora común a todas las escuelas políticas, igualmente hostiles a la división de los dos poderes, espiritual y temporal. Los positivistas deben juzgarlo con indulgencia en el medio popular, sitio esencial de las aspiraciones hacia el verdadero porvenir humano.
(370) La uniforniidad de repartición material es tan posible como la universalidad de educación enciclopédica. Es necesario no separar estas dos bases, temporal y espi­ritual, del régimen sociocrático, rara evita~’ los peligros y vencer los obstáculos que se derivan de la institución aislada de cada una de ellas. Se debe subordinar siempre la reorganización material a la regeneración moral y reco­nocer cuan practicable es la renovación material cuando las costumbres se transforman de acuerdo con las opiniones.
Clotilde.—Desearía conocer la constitución sociocrá­tic~ del gobierno propiamente dicho. —
El Maestro.—(371) Todo patricio ejerce un poder local cuya extensión se determina por sus capitales y su cré­dito. Pero esta disciplina especial no podría reglamentar la existencia práctica sin la intervención general de un poder central, a la vez directivo y represivo. Aunque el régimen birmano se hace cada vez más espiritual y menos temporal, el consejo no puede jamás dispensar del mando. Cada república exige un gobierno, es decir un poder cen­tral que ramifique, consolide y desarrolle la vida cívica.
(372) En cuanto a la composición del gobierne, ella está prescrita por la necesidad de hacer concurrir las tres in­dustrias, agrícola, fabril y comercial, al gobierno eonsti­tuído por la industria bancaria. Dentro de los límites de una república sociocrática, un banquero puede abarcar el conjunto de las operaciones comerciales, o el de las empre­sas manufactureras, o aun el de las explotaciones agrí­colas. Pero ninguno sería capaz de abarcar el conjunto de estas tres industrias con la competencia que requiere el gobierno central. El gobierno normal corresponde a los tres principales banqueros respectivamente ligados a la agricultura, a la fabricación o al comercio. Ellos no nece­sitan otro lazo que la conexidad que resulta de su destino social y de su religión.
(373) Este triunvirato sociocrático se encuentra inves­tido de la confianza popular, según las relaciones conti­nuas, a la vez privadas y públicas, dei banco con el pro­letariado. Fuera de los lazos de la sociabilidad, la cons­titución sociocrática del salario liga a cada banquero con e] conjunto. de los trabajadores de sus clientes. En efecto, los empresarios encargan a sus banqueros de pagar el sueldo mensual de sus obreros a fin de simplificar las cuen­tas semanales.
(348) Así, los banqueros sienten la importancia de estas Ñlaciones personales con los proletarios de quienes deben ser los tutores temporales.
(374) Los gastos semanales y mensuales que exige el mantenimiento de los proletarios son reglamentados por el patriciado según su intervención individual o colectiva.
El patriciado puede aun medir la extensión que debe darse a la producción anual para que la generación que dirige sea capaz de trasmitir a la siguiente, con el aumento que se proyecta, el tesoro que ha recibido deL pasado.
(375) Sólo los banqueros pueden concebir el conjunto de la industria humana, según la teoría emanada de la Religión y bajo la dirección espiritual del sacerdocio. La principal función de cada banquero consiste en la coman-dita de las empresas que lo merecen y en facilitar la extin­ción de las industrias nocivas. Además de los fondos que resulten del comercio de los valores, los bancos dispondrán de los capitales de los patricios y de las economías de los rroletarios que deseen evitar una gestión insuficiente o perturbadora.
Clotilde.—(376) Os ruego indicarme las f~incíones del proletariado en el régimen cívico.
El Maestro.—La constitución sociocrática del salario rone a los proletarios al abrigo de los peligros materiales. Así ellos se encuentran en mejores condiciones que sus jefes temvorales y espirituales para desarrollar el principal objeto do la educación universal, ya que pueden ocuparse más de su perfeccionamiento y de su felicidad.
(377) La solicitud continua de cada ciudadano en fa­vor de la sociabilidad general sólo puede surgir lo bastante cuando la función esyecial no determina una preocu1ación habitual ni impone una difícil resi onsabiiidad. Sin estar absorbido corno los jefes por sus funciones especiales, el rroletario debe considerar su oficio como su principal de­ber y no descuidarlo en vista de la función general propia de su carácter social.
Olotilde.—(378) Presiento que los salones populares serán los principales laboratorios dé la opinión universal, gracias a la homogeneidad natural del proletariado, una vez que se disuelvan las asociaciones profesionales.
El Maestro.—Sin embargo, esta uniformidad del pro­letariado no impedirá que surjan los obreros mecánicos que establecerán el lazo entre los trabajadores, come los banqueros entre los empresarios.

(379) Así, la homogeneidad del proletariado se encuen­tra preservada de una igualdad desorganizadora, gracias al ascendiente fxaternal de los mecánicos. Pero esta jerar­quía que conviene al medio popular, debe ser completada por la incorporación del proletariado pasivo al régimen sociocrático.
Clotilde.— (380) SerIa necesario dar una importancia exagerada al trabajo material parc creer que los que son incapaces de trabajar merezcan el menosprecio o la opre­sión.
Todos aquellos que la anarquía moderna desprecia co­mo mendigos, pueden ser tan útiles en el proletariado co­mo los que se califican de ricos ociosos en el patriciado. Los unos y los otros dejan de ser parásitos y prestan gran­des servicios, si concurren al bien público en la caballería patricia y el control proletario.
Los mendigos y los mecánicos, igualmente dispuestos a fraternizar con todos los obreros, se ligarán entre sí para desarrollar mejor la función de control general de los proletarios.
(381) Os ruego completéis la institución del régimen humano pasando de las relaciones cívicas a las relaciones unrversales.
El Maestro.—La convergencia dc las sociocracias par­ciales en la República Universal es el mejor resultado de la Religión de la Humanidad y constituye la principal atri­bución del Sacerdocio.
El conjunto de la Familia Huniananoexige y no es sus­ceptible sino de un gobierno espiritual, sin ninguna mezcla de imperio temporal.
El sacerdocio debe hacer sentir a las naciones que el ascendiente de la sociabilidad sobre la personalidad no puede ser estable si la simpatía no se hace universal. Es necesario proclamar que la subordinación de la Patria a la Humanidad es tan indispensable como la de la Familia a la Patria. Esta convicción es fhvorecida por la restricción territorial que preserva a cada sociocracia de una yana
tendencia a subsistir por su propia industria, emancipán­dose de toda dependencia exterior.
(382) El verdadero ciudadano ama a su patria sin des­conocer sus imperfecciones y trata de mejorada y adap­tarla al servicio de la Humanidad.
(383) El gobierno espiritual de la república universal eonsolida la paz, establece y mantiene la uniformidad de legislación y la adopción de un mismo sistema de pesas y medidas.
El desarrollo continuo de la Sociocracia general detet­ruina la verdadera aptitud de cada país respecto a las nr­mas especiales do la agricultura y la fabricación. Entonces los banqueros, acos~sejados por el sacerdocio y auxiliados por los mecánicos, pueden dirigir el conjunto de las indus­trias, para hacer prevalecer en todas partes el oficio con­veniente.
Clotilde.~—(352) Así la actividad general de la Huma­tildad es susceptible de una repartición de oficios entre las diversas repúblicas, equivalente a la de las diferentes 1 un­ciones que concurren en cada pueblo. Se reconoce de este modo que la actividad pacífica conduce a la asociación universal.
El Maestro.—(317) Aunque nuestra existencia rio pue­de ser reglamentada sin el concurso de los dos poderes so­ciales, esta atribución pertenece sobre todo al sacerdocio. Sólo él desarrolla, en nombre de la Humanidad, el poder represivo y directivo que resulta de la educación, y disci­plina las voluntades individuales y colectivas, invocando el sentimiento, la razón y la opinión. El gobierno temporal sólo dirige los actos y completa la disciplina espiritual, instituyendo una fuerza preventiva o correctiva respecto a los casos más vulgares y más urgentes.
(360) La constitución sociocrática requiere que el prole­tariado renuncie a la violencia, tan retrógrada como anár­quica. Todos los antagonismos que no puedan ser evitados deben reducirse a rehusar el concurso. Así el número vence a la riqueza si sus reclamaciones merecen la sanción espiritual, única fuente de la extensión y de la estabilidad de las ligas obreras.
(377) Las huelgas obreras no deben ser impuestas a na­die y el proletariado reservará tan terrible poder, como un recurso extremo contra las violaciones graves y pro­longadas del orden sociocrático. Así se evita una violencia incompatible con la existencia industrial y sin embargo siempre inminente, en vista de la tendencia del pueblo a vencer las dificultades sociales abusando del poder del número.~
Clotllde.—Creo que la educación y el régimen socioer&­tico permiten al proletariado hacer siempre sentir su poder sin que tenga que ejercitarlo. Los patricios deben recono­cer que no son los reproductores directos del tesoro ma­terial y que, a pqsar de sus capitales, su poder fracasaría silos proletarios no concurrieran al trabajo. Lejos de desa­rrollar el orgullo popular, esta convicción tiene una reac­ción simpática, pues hace sentirmejor a los troletarios sus servicios continuos respecto al porvenir de la Humanidad, único fin normal de todos sus trabajos.
El Maestro.—(360) Antes que los conflictos se agra­ven, la disciplina espiritual puede prevenirlos, estimulando la conciencia e invocando la opinión. La más noble y efi­caz de las fuerzas morales, la conciencia, resulta del con­curso del amor y la fe, que han sido cultivados en la edu­cación universal. Sin embargo, el sacerdocio puede tener que recurrir a ¡a opinión doméstica y cívica.
(381) Pero la existencia subjetiva, que constituye el principal dominio del sacerdocio, le suministra el medio de hacer prevalecer la sana apreciación de la conducta al juzgar a los muertos en el sacramento de la incorpora­cmon.
La legislación debe suministrar a la religión un com­plemento general, respecto a las más graves perturbacio­nes. La intervención material, aunque siempre decre­ciente en vista del desarrollo continuo de la disciplina mo­ral, será a menudo indispensable.
Clotilde.—~ae2~ Me parece que a este respecto el ré­
gimen positivo debe aplicar más el aliciente que la repre­siM, recompensando a los buenos en lugar de castigar a los malos.
El Maestro.—En efecto, en cuanto al empleo de los capitales, ese régimen instituye las donaciones en fr,vor de los buenos administradores, sin renunciar a castigar a los malos con la confiscación de sus bienes. Este sistema es tan conf’orme a las costumbres universales que, a falta de donaciones oficiales, se obtendrán los recursos por sus­cripciones voluntanas.
(375) El único control financiero que el sacerdocio y el público deben ejercer sobre los patricios consiste en cons­tatar si sus gastos personales no comprometen su oficio social.
Clotilde.—(362) Me parece que deb6darse grande im­portancia al desarrollo sistemático dc la caballería, cuyo germen militar en la Edad Media debe ser dignamente cultivado en el estado industrial, con las modificaciones prácticas correspondientes. El protectorado voluntario debe ahora referirse más a los bienes que a las personas y así su organización será más fácil y más vasta.
El Maestro.—(363) Este conjunto de garantías debe ordinariamente bastar respecto a los abusos prol ios del patriciado. En cuanto a los del sacerdocio, su represión no exige ninguna institución, pues no pudiendo invocar sino la conciencia y la opinión, su poder sucumbe cuando ellas se dirigen contra él. En los casos graves el patriciado le suspenderá los subsidios que no será~’ reemplazados por las suscripciones del proletariado.
Clotilde.—(383) Ya que me habéis explicado la siste­matización práctica del Gran Ser, desearía concebir su alianza con la Animalidad para que las voluntades inte­ligentes dirijan las voluntades ciegas en favor del perfec­cionamiento del orden universal.
El Maestro.—(385) La economía positiva consiste en encargar a cada agente de tódas las atribuciones de que es capaz, sin emplear fuerzas susceptibles de mejor destino. Asi el Oran Ser ha eliminado ya el empleo del hombreti como peso o motor. Pero este progreso queda a menudo reducido a substituir los animales al hombre, sin utilizar lo bastanie las fuerzas inorgánicas. Un desarrollo más completo y mejor dirigido de la mecánica industrial nos ~. ermitirá a la vez respetar a nuestros auxiliares inteligen­tes y desarrollar nuestros agentes ciegos, cuya potencia material nos bastaría, si supiésemos, por ejemplo, aplicar el inmenso poder de la marea. Toda destinación automá­tka debe ser abandonada tanto para los animales como para el hombre, por ser contraria a la economía y a la moralidad.
Cuando sepamos utilizar bastante el corazón y el espí­ritu de nuestros aliados para confiarles la principal vigi­lancia de las fuerzas materiales, podremos emplear mejor a los hombres y desarrollar más la fraternidad terrestre.
(386) Los proletarios, encargados directos de la alianza animal, lrarán prevalecer las dignas simpatías respecto a nuestros hermanos inferiores. El sacerdocio y el proleta­riado de la sociocracia se pondrán de acuerdo para perfec­cionar por la teoría y la práctica el alma y el cuerpo de las razas ya disciplinadas y para desarrollar una asociación que no ha dado un solo paso desde el fetichismo.
Clotilde.—(384) Ya que la Humanidad está sometida a la ley de la alimentación animal, se debe proteger a las víctimas perfeccionando los medios de dcstrucción a fin de disminuir los sufrimientos.
El Maestro.—(386) Para que la unidad simpática sea tau completa corno es posible, es preciso extenderla hasta cl dominio inorgánico, respecto al cual debemos siempre subordinar la destrucción a la construcción, no olvidando que aun allí, todo capricho es inmoral.
fil conocimiento de la naturaleza humana hace sentir que el menosprecio y la opresión pueden extenderse de la materia al cuerpo y por fin al alma, Los verdaderos socíó­cratas, respetan los productos y veneran los materiales, desarrollando las reacciones morales de que es susceptible la fetichidad incorporada a la positividad.. ¡ ‘El orden ex­terior recuerda siempre a la Humauidad, que lo conoce, lo
perfecciona, lo resume y lo consagra. Pero al realizar todos los perfeccionamientos posibles, no debe olv’idarse que su cumplimiento reposa sobre la sumisión al orden universal que merece nuestra gratitud ya que suministra las bases de nuestra conducta. Toda la sabidtnía humana ‘a la vez teórica y práctica sc condensa cii esta ley fundamental: cl orden superior perfecciona al inferior subordinándose ‘a él.
(387) El Régimen de la Religión Universal concilia la simpatía y la síntesis, instituIdas porel Culto y el Dogma. Iba unidad simpática disciplina la vida práctica después de sistematizar la existencia teórica. Dirigida por el amor y reglamentada por la fe, la actividad desarrolla la indus­tria colectiva, como la base material del perfeccionamiento humano, físico, intelectual y moral,
En este diálogo liemos completado. hija mía, la insti­tución directa de la Religión Universal. En el siguiente (lcl)emos sistenmti zar su advenimiento.










DuoDÉcIMO DISLoCo


CUADRO GENERAL DE LA TRANSICION
Clotllde.—(388i Después de cinco siglos de una desor­ganización creciente, surge, padre mío, la Religión de la Humanidad quc será en todas partes llamada en auxilio del orden y del progreso.
El Maestro.—La Réligión destinada a regenerar el conjunto de nuestra existencia debe aplicarse ante todo a la vida pública, sitio del principal desorden, EPa inau­gura la moral universal, reglamentando a los pueblos antes que a las familias y a los individuos, pero haciendo sentir la conexidad fundamental de las tres partes del ré­gimen positivo.
(389.) Tanto el islamismo corno la teocracia y el feti­chismo, han confiado al Occidente la elaboración de unaregeneración esperada en todas partes.
Ni los conffictos de los occidentales, desde el fin de la Edad Media, ni sus comunes ambiciones han podido des­truir esta convergencia espontánea. que inicia la unión final.
(386) Pero, como nada hay más correlativo que la mo­ralidad, es necesario puriflcarse de la tiranía internacional para obtener la regeneración nacional.
Clotilde.—(390) Me parece que la gravedad de la anar­quía moderna consiste en que a pesar de su carácter inte­lectual, ha concluIdo por alterar los sentimientos.
(391) Su insuficiencia es sobre todo relativa a la venera-’ción, aun en la vida privada, en la cual la simpatía deja a menudo percibir la falta de subordinación, La concordia doméstica se encuentra aun comprometida por el disenti­miento intelectual y el predomrnio del individualismo. Pe­ro la principal alteración concierne a la moral pública, en que la solidaridad sólo se aprecia en las relaciones más vulgares, mientras que se desconoce por completo la con­tinuidad social. Retrógrados o revolucionarios, todos los occidentales están de acuerdo en desdeñar el pasado como en descuidar el porvenir y pretenden fundar la diséiplina práctica en el antagonismo de los intereses materiales.
El Maestro.—(392) Ya que habéis caracterizado así la naturaleza y la dificultad de la transición final, ésta debe iniciarse en el Occidente, para extenderse al mundo.
(393) Se puede condensar toda la teoría de la transición orgánica, concibiendo que la elaboración del orden final exige las mismas influencias que su desarrollo normal, pcro con mayor intensidad y menor regularidad.
Cuando se elabora un régimen caracterizado por la combinación de la actividad pacífica con la fe demostra­ble, se le debe hacer prevalecer por el libre asentimiento del público.
Toda violencia es contradictoria con una disciplina que se propone eliminarla por completo en todas partcs.
Los sociócratas se abstendrán escnipulosarnente de par­ticipar en las agitaciones pcliticas, salvo por los consejos que puedan prevenirlas, moderarlas o utilizarlas. La Reli­gión de la Humanidad prescribe a sus servidores respetar y secundar a todos los ministros del Gran Ser.
(:394) Esta obligación corresponde principalmente a los apóstoles del positivismo que, encargados de iniciar la transición orgánica, deben manifestar la aptitud normal del sacerdocio para consagrar a los poderes públicos, sin renunciar a aconsejarlos y a juzgarlos.
Clotilde.—Los apóstoles de la Humanidad, como los sacerdotes del porvenir, deben sin duda desarrollar, res­pecto a los pueblos ya sus jefes, actitudes tan alejadas de la sedición como dc la servilidad.
El Maestro—Ya que la situación actual impide a los poderes públicos manifestar un carácter verdaderamente orgánico, el positivismo debe utilizar las autoridades exis­tentes, cénsagrándolas, mientras ofrezcan alguna aptitud social, a ~sar de su origen anárquico o retrógrado.
La religión que substituye el debcr al derecho se ocupa más de utilizar una fuerza cualquiera que de reformar su origen, a fin de evitar debates estériles o perturbadores. (395) Es preciso mirar la aptitud para modificar la polí­tica, antes de efectuar la regeneraelon religiosa, como uno de los privilegios de la fe positiva, gracias a su carácter relativo. Ella vencerá el empirismo de un medio escép­tico que a pesar de su indiferencia respecto al porvenir, no podrá desdeñar las soluciones que el positivismo su­ministra a las dificultades del presente. Sin convertir al público, el positivismo puede, en virtud de su realidad fut~­damental y de su completa oportunidad, conqúistar bas­tante ascendiente para instituir la transición final.
Clotilde.—(406) Os ruego caractericéis la conducta de los apóstoles de la Humanidad para preparar esa transi­ción.
El Maestro.—(409) El advenimiento del culto de la Humanidad debe preceder al del dogma y al del régimen.
(410) Los apóstoles deben instituir, en cualquier forma, los tres modos o grados del culto del Gran Ser. La adora­ción íntima y aun los sacramentos sociales pueden surgir porque su desarrollo sólo exige conversiones privadas, sin depender de la situación pública. (412) Pero no sucede lo mismo respecto al sistema de fiestas públicas, sin las cuales la fe positiva no podría desarrollar bastante su misión social ni aún consolidar por completo su eficacia personal y doméstica. El culto público exige conversiones más profundas y más numerosas que las que corresponden al conjunto de la transición orgánica. Por eso es necesario construir un culto preparatorio sin aspirar a otros resul­tados que a desarrollar las tendencias sintéticas y simpá ticas, instituyendo la continuidad religiosa.
Clotilde.—(413) Los apóstoles pueden celebrar inme­diatamente la conmemoración de los Muertos y la fiesta fundamental del Gran Ser.
Estas son las únicas fiestas universales de que es susceptible la anarquía moderna, y se transformarán en solemnidades decisivas, cuando puedan realizarse en un templo.
El Maestro.—Los apóstoles instituirán también el cuJto abstracto de la Mujer, en la fiesta de la Virgen Ma­dre, mediante la cual la transición orgánica se apropia el mejor resumen de la Edad Media. Al conservar el día 15 de Agosto para esta celebración, los sociócratas harán sen­tir a los católicos la aptitud de la fe relativa para mantener y desarrollar todos los gérmenes religiosos. La Sociolatría podrá conciliar así los tres monoteísmos, mostrando ante los corazones cristianos a Mahoma, fundador del Isla­mismo, escogiendo a la judía María como principal modelo de la Mujer, cuyo digno culto inauguró.
Clotilde.—(414> Comprendo que no se puede instituir el culto de la Mujer, mientras la maternidad queda in­compatible con la pur€iza. Por eso, la caballería acogió y desarrolló el misterio católico cuya idealidad suplía las imperfecciones de la realidad. Para sentir que el in­comparable encanto de la Virgen María se debe más a la ternura feudal que a la fe cristiana, basta comparar su éxito occidental con su fracaso bizantino, a pesar de la identidad dogmática.
El Maéstro.—(415) Según esta base, el culto de transi­ción desarrolla la transformación hacia la cual tienden cada vez más las almas católicas, desde el siglo XII y, sobre todo, después de la refonna protestante del siglo XVI. Al mismo tiempo, la Utopía fémenina se identifica con la religión positiva en todos los corazones capaces de cultivar su eficacia subjetiva.
Clotilde.—(421) Alas tres solemnidades,la Humanidad, la Mujer y los Muertos, me parece que el apostolado puede unir una cuarta celebración anual, efectuando en el mes de Gutenberg del Calendario Positivista, la fiesta de las Máquinas. Así podrá prevenir y morigerar el conjunto de los conflictos prácticos por la glorificación del principal fundamento de la actividad pacífica.
El Maestro.—En efecto, la consagración sistemática
de la feti~bidad espontánea permite idealizar esos admira­bles instriípientos, sobre los cuales reposan a la vez, la eficacia del~ trabajo y la dignidad del trabajador. Este culto hace ~pevalecer las costumbres normales y rectifica las aberracidnes populares, (521) señalando la conexidad entre el progteso material y el perfeccionamiento moral, según las difi~ultades sociales suscitadas por la institu­ción de las máquinas. (421) Esta solemnidad desarrolla la subordinación fraternal de los trabajadores respecto a los apóstoles, que están destinados a ser los precursores de los jefes sociales del proletariado.
(434) El apostolado debe completar la parte abstracta del culto transitorio, introduciendo tres fiestas sociales que glorificarán la Prensa, el Correo y la Policía.
Clotilde.—(435) A pesar de su popularidad preponde­rante, creo que la Prensa no merece la consagración re­ligiosa, sino después de una suficiente purificación del ca­rácter esencialmente subversivo que ha desarrollado du­rante la revolución occidental. Es preciso me parece que se extinga la literatura mercenaria para que la sociola­tría pueda glorificar dignamente la institución de Guten­berg.
El Maestro.—La celebración del Correo dispone a los pueblos a glorificar la admirable organización de las co­municaciones. Desde el establecimiento de los mensajeros hasta el advenimiento de las transmisiones eléctricas, el culto positivo debe caracterizar todas las formas de esta institución, ligada tanto como la Prensa, al inmortal Luis
XI.
Clotilde.—Nada puede cultivar mejorla sociabilidad que la idealización anual del concurso universal de los es­fuerzos humanos para desarrollar los medios de comuni­cación.
El Maestro.—El instinto social, suficientemente pre­parado por estas dos fiestas, manifestará su regeneración decisiva, glorificando la Policía, institución a la vez más
1  importante y menos apreciada que las precedentes. Es necesario que las costumbres sociocráticas estén ya bitstante elaboradas, para que los apóst~es de la 4lumanidad puedan glorificar la institución social que prqtege la exis­tencia privada y pública.
Clotilde.—(436) Aunque estas cuatro fiestas: de las Máquinas, la Prensa, el Correo y la Policía están especial­mente destinadas a la transición, me parecé que ellas pue­den incorporarse al sistema definitivo del: culto abstracto que me habéis dado a conocer.
(406) Os ruego indicarme ahora la acción del sacerdocio regenerador para preparar el estado normal.
El Maestro.—Ya que el principio revolucionario con­siste sobre todo, en la ruptura de la continuidad, el sacer­docio de la Humanidad debe comenzar su función social sistematizando la conmemoración pública.
La conmemoración concreta del Gran Ser combina tres grados de celebraciones: mensuales, semanales y cotidia­nas, respecto a los mejores representantes de la preparación humana, desde la teocracia inicial hasta el comienzo de la crisis final (Véase el Calendaiio Pésitivista).
(407) La naturaleza de las personalidades propias a la mayor parte del Calendario histórico debo conducir al sa1 cerdocio regenerador a eomç letar esta institución, propor­cionando un. sistema de lecturas, en armonía con la transi­ción orgánica. (Véase Biblioteca Positivista).
(408) Este catálogo, considerado como el complemento del Calendario histórico, se le emplea y se le apreeia según el espíritu sintético, el carácter evolutivo y la destinación provisoria del cuadro principal. Tanto este catálogo como el calendario kan de ser depurados y completados para uti­lizarlos en forma universal y definitiva.
(409) Tales son las dos instituciones por las cuales el Sacerdocio de la Humanidad fundará su ascendiente so­bre los vivos, juzgando a los muertos.
Clotilde .—(396) Aunque el espíritu revolucionario es­té radicalmente desacreditado, creo que la inevitable pro­longación del estado negativo, mientras dure el interreg­no religioso, debe hacer prevalecer la libertad espiritual a fin de vencer el es~~ticismo disolvente.
El Maestro.—Ef apostolado solicitará la libertad es­piritual, que es el fundamento necesario del estado nor­mal para consolidar la división de los dos poderes. Esa li­bertad será invocada en nombre del orden, tanto público como privado, que la compresión material no podría pre­servar de las tendencias subversivas en un medio sin fe.
(397) Esa compresión perjudica más al orden que al progreso, haciendo creer al pueblo que las bases de la so­dedad: el gobierno, la familia, la propiedad, etc., no son susceptibles de ninguna defensa, puesto que su examen queda prohibido.
Clotilde.—Desearía conocer las condiciones esenciales de la independencia espiritual, según la cual los apóstoles del positivismo reorganizarán las opiniones y las costum­bres, mientras el gobierno garantiza el orden material.
El Maestro —(398) Los apóstoles aconsejarán que se reduzca la policía de la prensa a la obligación de fi~marlo todo, con la indicación del domicilio y de la fecha y local del nacimiento.
El libre desarrollo dc los impresos gratuitos les permi­tirá hablar al público sin necesidad de afihiarse bR diaris­mo, que induce a hablar sin motivo.
La opinión pública sólo necesita de una instrucción se­manal, que ligue al culto la aplicación de los principios dogmáticos.
(399) Pafa regeneraa~ la opinión pública basta al positi­vmsmo explicar, por medio de publicaciones esy eciales, los principios establecidos en los tratados generales.
(400) Es necesario que los apóstoles contribuyan a com­pletar la libertad espiritual, aconsej andó que se prive de tcída consagración oficial a una enseñanza anárqmca o re­trógrada, a la cual no es posible entregar el porvenir.
Esta condición exige que las corporaciones teológicas, metafisicas y aun científicas, pierdan todo carácter oficial.
Clotilde.—(422) Esta supresión de las corporaciones hará sentb sin duda la necesidad y la posibilidad de re­generar la instrucción pública.
Al mismo tiempo, el desarrollo de las utopías subversivas dará a conocer la naturaleza irreligiosa de la revolución moderna. Las luchas decisivas dispondrán a los encarga­dos de conservar el orden, a reconocer que sólo la Religión de la Humanidad puede actualmente disciplinar las almas. Los hombres de Estado respetárán entonces sus consejos y favorecerán su advenimiento social.
El Maestro.—(401) Es necesario que la libertad de en­señanza se manifieste por el desarrollo de las empresas privadas.
Para preparar la regeneración de la educación universal se extenderá y perfeccionará la instrucción primaria que debe ser puramente teórica, estética y sobre todo moral según el desarrollo simultáneo del cálculo, del canto y del dibujo, con la lectura y la escritura.
Clotilde.— (402) Me parece que la abolición del presu­puesto teórico exige una compensación respecto a la exis­tencia material de los espíritus verdaderamente merito­nos.
El Maestro.—Sin subordinar a los artistas, a los sabios ni a los eruditos a oficios inútiles, la transición orgánica bosquejará la institución de los pensionados.
(403) Aunque no se puede ahora pedir a los teóricos la dignidad que exige su oficio social, es preciso facilitar su desarrollo mediante la abolición de la propiedad literaria.
Clotilde.—(424) La naturaleza de la anarquí a moderna- es desconocida por todos aquellos que sólo están de acuerdo en tratar en forma material una crisis espiritual. Este re­proche conviene, sobre todo, a los revolucionarios que, en lugar de adoptar el positivismo, persignen la renovación política, sin considerar la regeneración moral que debe precederla. Los retrógrados reconocen la anarquía espi­ritual, pero la impotencia de su fe los dispone a restable­cer las creencias por medio de la fuerza material.
El Maestro.—(43o) El rositivismo vencerá la anarquía moderna ¡reparando el advenimiento de las costumbres
• soeiocráticas Su influencia, directamente orgánica, debe­rá consolidar especialmente el gobierno y la propiedad.
El pnnler caso es el más urgente y el más decisivo,
porque las disposiciones anárquicas se desarrollan en el orden político con una aterradora unanimidad seada cual puede atiera constatar que los ricos tienden más que los pobres, a socavar un poder sobre el cual reposa, sin embar­go, su propia seguridad.
Clotilde.—(404) Ya que la Sociocracia es capaz de ven­cer las disposiciones subversivas, el orden no debe ser retrógrado puesto que el progreso deja de ser anárquieo.
El Maestro.—En efecto, los gobiernos pueden adquirir una completa estabilidad, si toman un carácter progresis­ta, que consiste en renunciar por completo a las atribucio­nes espiritüales, concentrándose en sus funciones temro­rales.
(405) gntonces, la representación ~ arlamentaria se re­duce a cámaras financieras escogidas por las tres partes de la población activa, agrícola, fabril y comercial.
Clotilde.—Para obtener una digna responsabilidad en el sufragio universal, me parece que debiera establecerse la completa publicidad de cada voto.
El Maestro.—Además, debe facultarse al ciudadano para delegar el voto, regularizando y desarrolldndo así una costumbre espontánea. La concentración de los sufra­gios hará surgir, en el seno del pueblo, a los jefes verdade­ramente investidos de la confianza polltica, hacia los cua­les ha dc dirkirse la atención del gobierno.
Clotilde.—(419) Los gobiernos podrán también efec­tuar el deseado desaime de las naciones, realizando la transformación definitiva de los ejércitos en gendarme­rías, que ha sido postergada en nombre de los temores exteriores e interiores. Pero cuando estos motivos se hayan disipado lo bastante, los gobiernos cumplirán este progra­ma, lo que será la mejor confii-mación de su carácter ¡ro­gresmsta.
(596) Esta transformación será aceptada no sólo por los gobiernos y los pueblos, sino también por los mismos mi­litares para evitar la intervención de la violencia en los conflictos humanos.
El Maestroc—(4l6) Entonces se inaugurará en todas partes una política progresista y pacffica (419) que se ca­racterizará por la liberación de las colonias.
(417) Respecto a la política interior, las garantías ma­teriales serán insuficientes, mientras (‘lis) la conducta retrógrada de los gobiernos impida tener confianza en las disposiciones populares. Pero la actitud progresista del gobierne permito a la gendarmería vencer las tentativas facciosas y aún contener los tumultos sociales suscita­dos por la indeterminación de tina política en que el ser -timiento trata de suplir a ¡a razón. insuficiente respecto a las verdaderas insurrecciones, esa milicia basta contra todos los motines, de los que importa se vea libre el ré­gimen de gobierno para no tener que subordrnarse a los prejuicios populares.
Aunque la situación transitoria expone a perturbaciones más generales, ellas no deben suscitas ninguna precau­ción material. Así la conducta de la política oficial encon­trará, en la misma necesidad y posibilidad de prevenir los movimientos revolucionarios, los frenos y ios gulas que no le suministran sus vagas doctrinas.
(420) t&nte las libres coaliciones industriales de los tra­bajadores o de los empresarios, los gobiernos reducirán su intervención legal a la estricta represiózx de toda vio­lencia contra el que rehuse participar en ellas.
Clotilde.—(564) Me parece que la transición, desde su comienzo, puede preparar la subdivisión de las nacrn­nes en las futuras patrias sociocráticas.
El Maestro.—Tal os el objeto de las intendencias, que disminuyen una concentración exagerada y en las que ~Q cumple» todos los oficios administrativos.
(425) Cuando se reconozca que la fe demostrable esta­blec-e entre los jefes políticos un lazo más conipleto y más estable que la preponderancia de la voluntad del jefe dcl Estado (426) podrán transformarse los ministros en iiiWifl­bros del triunvirato socioerático, a fin de lmcer prevale­cer abiertamente su carácter prácticO. (427) L.a concentra­ción ministerial preparará el advenimiento de este triun­virato, Ciotlldt.(O) Desearía conocer cuál será la actitud política de los ativistas El MaestrO.(562) Durante el período inicial de la        transición,  o sólo los apóstoles sino todos los ~grdadei~~S po5itwistas deben concreta[Se a la influencia  del cons010 La fe positiva no puede obtener ascendiente político sinO cuLb ‘do su propaganda haya modificado la opinión pubtica y regenerado a los hombres de Estado.

Esta actitud de los ~051t~vista5 es apropiada para carac­terizar el adveni~iento del estado normal, indicando desde ahora la separaclofl definitiva entre el mando y el coIse~O.
Al mismo tiempo los sociócratas deben ejercer una u>flúencis’ política <Xenta de toda ambición temporal.
ClotiIdectsta situación es directam€n-~ apta- para regenerar las costurnb~ occidentales j~5~>~uyer~do un modelo de veveraeiófl política Fuera de que los prolet~nos han cesado va c respetar a los patrWiOS~ los unos y    los otros no veneran a los gobetnaiites Sólo a los terd.sderos 5ociócratas, prácticoS o teóricos, los çcO respetar, en nombre de la tiunianidad, a toda autoridad civil o polí­tica.
 El MaestfOcÁ563) Esa disposiCién~ no sólo depende dc~us eonVicCiOi~es 5jno que le inspirada por las condiciones propias de su futuro ~nimiOnto político.
 Ellos han de sunúfflstrftr el mejor modelo del mando, se­parado pro~n~fia~ente de la riqueza. Los jefes positfl’iStas del gobierno sistemático serán casi siempre proleta nos, únicos aptos pa-ra llenar todas las .ondiciones dc tal ascendiente.
Los sociócrfftas sabrán rcsVctar el niand.o y 3a rique/a, antes que estos dos elemeittos del poder prácti(~’) recupe­ren su conexidad normal. Esta unión entre el mando y la riqueza marcaráel término de la transición orgÉfliCS cuando los ~ar-quQrOS sean dignos de tomar el gobierno político que debe coneevouderles en el estado normal.
El gobierno excepciOiial de los proletarios lo deetina el positivismO a hacer surgir gradualmente el verdadero pe­ triciado, asegurándole de antemano la veneración popular, desarrollada desde el comienzo de la transición orgánica.
Clotilde.—(o) Os ruego indicarme ahora la influencia del positivismo en la consolidación de la propiedad ma­teriaL
El Maestro.—(431) La transición orgánica está desti­nada al desarrollo decisivo de la conversión sociocrática de los capitales.
(432) Se debe ahora invocar a la Humanidad para pro­curar a las riquezas una seguridad fundamental. Es en vano que la metafísica oficial haya tratado de proteger la propiedad haciendo prevalecer un individualismo no me­nos retrógrado que anárquico. Los pretendidos derechos que se invocan sucumben irrevocablemente ante el desarrollo decisivo de las impulsiones sociales. El libr as­cendiente de la Socioeracia garantizará la base material de la Sociedad, base que está igualmente comprometida por la defensa y por el ataque. La división de los dos po­deres, espiritual y temporal, hará sentir que la disciplina moral de la propiedad reposa sobre su inviolabilidad polí­tica. La Religión positiva, sin concretar su protección a los poseedores que reconozcan tener sus feudos de la Huma­nidad, inspirará el resreto por todas las iropiedades.
Clotilde.—(433) Para completar estas indicaciones, os ruego me seflaléis la actitud del positivismo ante el co­munismo, último estado realmente honorable y peligroso del conjunto de los instintos revolucionai.~
El Maestro.—(593) El comunismo, más o menos explí­cito, es inminente en todas partes, como la única solución social pará todos aquellos qte rechazan la división de los dos poderes humanos.
(594) Sólo el positivismo puede preservar del Comunis­mo a la Francia y, por consiguiente, a todo el Occidente.
(433) Ello constituirá el último triunfb del positivismo y será el indice decisivo del próximo advenimiento del estado normal, probando que la síntesis relativa es tan superior respecto al Culto y al Dogma, como también al ~égimen.
La regeneración del Comunismo exige dos operaciones sucesivas, cada una de las cuales está destinada a refrenar los dos modos distintos de la anarquía social, desde luego urbana, y, en seguida, rural.
El primer modo, más honroso y peligroso, se refiere sólo al comunismo lroltiamente dicho, sobre todo entre los proletarios donde reside su verdadera influencia. La So­ciecracía, en nombre del Gran Ser, puede regenerar al proletariado urbano, por cuanto la aberración se concreta allí a los pcnsamientos, sin alterar los sentimientos.
(434) Mientras el comunismo urbano exagera la concen­tración de las riquezas, la anarquía rural, donde los senti­mientos se encuentran tanto o más alterados que los pen­samientos, hnpulsa hacia el individualismo absoluto, por la subdivisión indefinida de la rroviedad agrícola. Pero la conversión de los mejores comunistas a la Sociocracia, sobre todo entre los mecánicos, procürará preciosos auxi­liares al ai~ostolado regenerador en la lucha decisiva en favor de la solidaridad social.
(595) Para regenerar gradualmente a un patriciado In­capaz y aun indigno se hace necesaria también la presión ~‘ roletaria dirigida por la Sociocracia.
Clotilde.—(425) Me Farece, que para facilitar la con­centración y la herencia soeiocrática de los capitales es necesario establecer la libertad de teétar.
El Maestro.—(429) Cualquiera que sea la eficacia de esta libertad necesaria para concentrar la frwtuna, este modo conviene, sobre todo, al estado normal, por cuanto depende de las costumbres privadas. Durante la transi­ción se debe contar más con un segundo modo, que de­pende de la intervención pública, y que consiste en la prudente institución de dotaciones industriales, hecha bajo la completa responsabilidad del gobierno. Fuera de su eficacia directa, esas dotaciones tienen una influencia indirecta, instituyendo ricos artificiales cuya conducta, siempre sometida al juicio público, permitirá controlar la de los ricos naturales.
Clotilde.—(O) ¿Cuáles serán los medios que tendrán los apóstoles para realizar sus programas religiosos?
El Maestro.—(558) Los apóstoles deben organizar una liga religiosa con el concurso de todos los adeptos a las doctrinas teológicas que estén penetrados de la necesidad de reconstruir la disciplina espiritual.
(559) En vista de la dispersión de las creencias sobre­naturales, ninguna de sus sectas puede reunir a las demás, y ese aislamiento anula sus principales esfuerzos contratas tendencias irreligiosas. Sólo la fe que acoge esas creencias como afluentes espontáneos de la réligión universal puede instituir la convergencia de las fuerzas espirituales.
Clotilde.—(589) Cree que esta alianza religiosa sólo podrá instituirse cuando las simpatías femeninas secunden e! impulso de los apóstoles.
El Maestro.—(559) Esta aptitud del positivismo para unir a todas las almas religiosas y dominar los instintos irreligiosos será sentida sobre todo por las mujeres, que hacen prevalecer siempre las necesidades morales y la mil-tuya continua del corazón.
Clotilde.—(560) Para que la alianza religiosa sea .dig­namente instituida debería ser tan accesible a los musul­inanes como a los cristianos conciliando las dos doctrinas que aspiran a la universalidad.
El Maestro.—Ai.inque el islamismo haya consagrado la confusión de los dos poderes, los musulmanes bastante avanzados para sentir la urgencia actual de su separación adherirán anua alianza que debe realizarla en todas partes.
Clotilde.—El precioso concurso de los orientales con los occidentales en la alianza religiosa, fundada por el positivismo, anunciará el advenimiento de la religión universal.
El Maestro.—Bajo la sola condición de admitir como principio fundamental, la separación de los dos poderes humanos: espiritual y temporal, todas las almas pueden concurrir a la gran construcción de esa Alianza. En cuanto se disipen los temores de retrogradación, los após­toles desarrollarán, respecto a los diversos sacerdocios, las
simpatías consagradas por e1 culto de la Humanidad. Al mismo tiempo, los verdaderos representantes de las diver­sas doctrinas renunciarán a la dominación temporal para instituir la independencia espiritual del sacerdocio.
Clotilde.—(437) Os ruego rae expliquéis las modifica­ciones de la transición orgánica en los pueblos italiar.oX, espanol, inglés y alemán del Occidente y su extensión a las poblaciones monoteístas, politeístas y fetichistas.
El Maestro.—(438) Aunque os be explicado la tran­sición orgánica respecto a la Ftancia, la be considerado siempre como esencialmente común a todos los pueblos occidentales.
Los apóstoles sabrán conciliar su subordinación a la doctrina positivista con las condiciones locales, respetan­do las aptitudes propias de cada pueblo.
(450) Ellos utilizarán el curso natural cte los aconteci­mientos para establecer las afinidades de que es suscep­tibie la geligión dc la Humanidad respecto a cada una de las situaciones humanas.
(429) Así los apóstoles desarrollarán e1 eminente con­curso de la Italia en la elaboración directa de la armonf a universal. El lenguaje italiano llegará a ser comÚn a todas las naciones, en virtud de su preeminencia poética y mu­sical.
Clotilde.—(441) Presiente que los Apóstoles sabrán aprovechar las condiciones del pueblo español, el más enér­gico y perseverante. En las costumbres españolas se ob­servan la digna apreciación doméstica y cívica de la mujer, la fraternidad, en acuerdo con la subordinación, y la in­corporación espontánea de la domesticidad a la familia.
(442) Los dos elemnento~~ ibéricos: español y portugués, y sobre todo sus expansiones americanas, podrán favorecer especialmente la conversión positivista, con el concurso del clero católico para trau.sfbrmar el culto de la Virgen en adoración de la llunxanidad&
El Maestro.—(443) El apostolado impulsará al patri­ciado británico a regenerar sú poiltica en el exterior y en el interior, liará sentir que no deben prevalecer, ni en los pueblos ni en los individuos, los intereses materiales y que su legítima satisfacción no exige, en ninguna parte, una dirección corruptora que tiende a perpetuar la guerra en nombre de la industria. El patriciado inglés, regenerado por el positivismo, se hará plenamente industrial, y fun­dará, sobre “n hábil empleo de la riqueza, una preponde­rancia internacional, que todos los pueblos secundarán, para servir mejor a la Humanidad. Esta renovación de la política inglesa corresponde, sobre todo, a los Estados Unidos.
(444) La Inglaterra no podrá regenerarsc sin la interven­ción excepcional del proletariado, que aunque menos in­dispensable para regenerar a los empresarios, siempre será necesaria para obtener la abolición del régimen parla­mentano.
Clotilde.—(445) La Religión de la Humanidad, debe encontrar en Alemania mayores obstáculos que en cual­quiera otra parte, pues la enf&medad metafísica ha ad­quirido, en el medio germánico, tanta consistencia y extensión, que este será el principal triunfb del positivis­mo. (446) Esos metafísicos son los promotores del más peligroso comunismo. Pero lc s apóstoles de la religión universal apelarán al proletariado germánico, cuya in­tervención política será tan necesaria al orden como al progreso y la única capaz de vencer radicalmente las in­fluencias subversivas.
Felizmente, la cultura estética establece tales simpatías entre la Alemania y la Italia, que los apóstoles desarrolla­rán sin obstáculo la (447) aptitud especial que presenta el pueblo germánico respecto si culto abstracto del Gran Ser.
El Maestro.—(448> Coaligados y disciplinados por la Religión de la Humanidad, los occidentales ejercerán so­bre el resto del mundo una influencia decisiva, despren­diéndose de sus discordias ypuriflcándose de sus tiranías.
(449) Por ftinesta que haya sido la acción de los occi­dentales sobre las otras ramas de la familia universal, ha instituido relaciones empíricas que, sistematiÉarlas por el
positivismo, propagarán la solución religiosa que todos los pueblos esperan.
Clotifde.—(451) Los dos monoteísmos, instituIdos por San Pablo para los subordinados y por Mahoma para los jefes, son diversamente apropiados para secundar el ad­venimiento de la Religión de la Humanidad. Los dos asti­raron a reglamentar la vida humana, disciplinando el uno la obediencia y el otro el mando.
(O) Presiento que los Apóstoles actuarán en conformi­dad a los antecedentes religiosos, sobre los pueblos rusos y sobre los gobiernos islámicos.
El Maestro.—(482) Las instituciones destinadas a fa­cilitar la conversión de los pueblos monoteístas, cristia­nos o islámicos, se refieren sólo al culto y al régimen, por cuanto la preparación intelectual les permite aceptar el dogma positivo.
Pero para convertir las teocracias politeístas es necesario instituir un dogma transitorio, apropiado para transformar el politeismo en positivismo sin ningún intermedio mono­teísta. Para ello basta idealizar la jerarquír enciclopédica.
(453) tas siete divinidades positivas: el Gran Medio, el Cielo, el Flúido, el Gran Fetiche, la Vegetalidad, la Animalidad y el Gran Ser, pueden ser fácilmente super­puestas a los diversos politeísmos y, sobre todo, al de la India, a fin de preparar la conversión final a la Religión de la Humanidad.
(454) Sólo esta Religión puede procurar a los brahmanes la satisfacción de los nobles votos que han formado siempre para emancipar la patria teocrática de toda dominaci6n exterior.
La nueva fe será entonce~ acogida, según el dogma tran­sitorio que instituyan los brahmanes para modificar el me­dio teocrático.
Clotilde.—Así, la Sociocracia se incorporará a los me­jores conservadores de la Teocracia, realizando sus aspi­raciones a la religión universal. Entonces, la raza blanca se encontrará en todas partes sometida a la fe positiva, cuyo ascendiente habrá penetrado hasta los pueblos po­
liteístas.
(455) Os ruego explicarme el movimiento universal de reconstrucción al extenderse de la raza blanca a la raza amarifla.
El Maestro.—(475) Un concurso especial de influen­cias, sobre todo sociales, dispuso a la civilización china a desarrollar el fetichismo más allá de lo ~nc fué posible en otras partes. Así pudo prevalecer sobre el teologi.smo y preservar a la tercera parte de nuestra especie del régi­men de las castas, a pesar de la herencia de las profesio— nes. El Culto consiste allí en la adoración de la Tierra y (tel Cielo que representan el Gran Fetiche y el Gran. Medio que el positivismo asocia al Gran Ser.
Clotilde.—(456) Según la doctrina que incorpora el fetichismo al positivismo, puede efectuarse fácilmente la conversión de los fetichistas, sin exigir grandes transfor­maciones de espíritu ni de corazón.
El Maestro.—(455) Cuando el movimiento universal de reconstrucción haya pasado de la raza blanca o espe­culativa a la raza amarilla o activa podrá extenderse a la raza i~.egra o afectiva.
(457) Los fetichistas acogerán con reconocimiento una religión que, iibertár.dolos de las tentativas tiránicas, con­sagra sus creencias como la culta necesaria y el comple­mento normal de la síntesis humana.
El positivismo convertirá a los Africanos a la única re­ligión que puede apreciar la raza afectiva ligándola a las otras dos.
Clotilde,—La attitud del positivismo para desarrollar la edstoncia doméstica, principal encanto de los øfrica­nos, los dispondrá a convertirsc a la Religión de la Ru-inanidad, cuando pierdan. el temor de las tentativas cul­pables de que han sido victimas.
El Maestro.—(458) Lo más difícil en la transición de la raza negra consiste en la conversión de los negros de América.
Ellos fueron transplantados del Africa para contrarres­ tar las consecuencias del exterminio de los indios america­nos. El positivismo despierta el aprecio por los oprimidos y disipa los sofismas de los opresores.
Clotilde.—(459) Creo que la futura caballería indus­triad y pacífléa favorecerá la reincorporación de los negros a las patrias de sus antepasados y que justas indemniza­ciones le permitirán entregar islas del archipiélago ame­ricano a los libres descendientes de los africanos, expiando así el crimen cometido en el siglo xvi por los pueblos negreros.
El Maestro.— (458) Aunque los contactos de los oeca­nicos con los occidentales sean muy posteriores a los de los africanos, han sido más intensos y más perturbadores.
Clotilde.—Espero, padre mío, que, el ascendiente de­cisivo de la Religión Universal permitirá a los fetichistas oceánicos asocjarse, en nombre del Gran Ser, a la digna explotación de nuestro Gran Fetiche.
El Maéstro.—(476) Sólo la incorporación del fetichis­mo al positivismo puede, hija mía, consolidar la Religión Universal, combinando la parte selecta de la raza blanca con la mayor parto dc la raza amarilla y el conjunto de la raza negra. 

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